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Los últimos reyes de Escocia

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Cuando Rita Maestre fue a enseñar las tetillas a la capilla de la Universidad Complutense, probablemente no se imaginaría que, a posteriori, en su confirmación de política burguesa, fuera escrachada por los manteros africanos, los mismos a los que los de su cuerda intentan utilizar como «fuerza revolucionaria» especialmente en Madrid y Barcelona. Pero es que las mentiras tienen las patas muy cortas, y como dicen los árabes, «la primera vez que me engañaste la culpa fue tuya, pero la segunda vez, la culpa fue mía».

Y es que con los progres ya se sabe: Cuando ellos hacen los escraches, está justificado por «jarabe democrático», según palabras del marqués de Galapagar; el mismo que quería impedir en sus años mozos la libertad de expresión de la política izquierdista Rosa Díez, entre otros. Eso no era acoso a las mujeres, por lo visto. Pero claro, cuando ellos son los escrachados, es que ni se lo explican… «¡Con lo buenos que somos!», pensarán. ¡Angelitos!

Al igual que Barack Hussein Obama deportó a más de tres millones de inmigrantes de territorio estadounidense, Pedro Sánchez ha deportado a miles de africanos de España sin que nadie diga esta boca es mía. Los mismos que les prometen el oro y el moro los usan como carne de cañón, creyendo con la arrogancia que les da su dizque superioridad moral que nunca les va a pasar nada. Pero como decimos en mi Bollullos de la Mitación del alma, «no pasa nada hasta que pasa». Y pasó. En aquel momento, me acordé ipso facto de la película «El último rey de Escocia», la cual vi en el cine hace ya no sé cuántos años. La cinta en sí no era espectacular per se; sin embargo, gustó mucho. El gran papel de Forest Whitaker como Idi Amin Dada, esto es, el histriónico dictador de Uganda de los años 70 del pasado siglo, fue una de las sorpresas. Supongo que ya muchos sabrán la trama, pues al fin y al cabo, la película recoge una historia más o menos paralela a la realidad ugandesa de aquella mentada década.

Dicho esto, y volviendo a la película, ya casi al final, cuando Whitaker/Amin trinca por banda al doctor escocés Nicholas Garrigan, y le dice algo así como que el blanco /europeo fue a África a «jugar con los negros» y que en ese momento, que parecía (no les cuento el final…) que la muerte estaba cerca, pues eso, que aquello era lo más real que vería en toda su vida.

«Somos reales», decía Forest Whitaker como Idi Amin.

Y eso fue lo que hicieron los manteros ante Rita Maestre y demás tinglado de Carmena, Errejón y compañía: Hacerles ver que eran reales.

Idi Amin Dada se proclamó, entre otras cosas, «último rey de Escocia». Y habrá otros «últimos reyes de Escocia»; no porque todo sean como Amin, sino porque son reales, y no mascotas que se dejen manejar por progres.

Que sí, que los inmigrantes son personas, claro. Personas con su bagaje, con su cultura, con su espiritualidad. No son robots en el vacío. De África concretamente vienen musulmanes, como también vienen animistas, e incluso también cristianos, mira por dónde. Y no pocos, cristianos que han sido perseguidos por unos o por otros. ¿Pues, qué pasa, todos los negros han de ser musulmanes de izquierda? ¿No hay negros católicos? ¿No hay negros conservadores? ¿No hay negros liberales, o socialdemócratas, o qué se yo? Es más, ¿no hay negros a los que les da igual todo? Y por cierto, ¿a cuántos miles de negros se ha llevado por delante el comunismo?

África es un continente muy diverso en etnias, culturas, religiones, etc. Pero qué van a saber los pijoprogres… Total, si ellos, que no acertarían a situar un país africano en el mapa, van presumiendo de solidarios con los inmigrantes africanos, pero… ¿por qué no muestran esa solidaridad con los miles de emigrantes españoles que van de Europa a América? Cuando mi familia se quedaba llorando en el aeropuerto en mi época de emigrante no se veía ninguna ONG, como no se veía con otras tantas familias españolas que despedían a sus emigrados. Por lo visto esto de la solidaridad y las sensibilidades va según el antojo gramsciano de turno.

Hablando de la diversidad africana, que ya se refleja en política; otrosí, los progres «pensarán» con mentalidad paternalista eurocéntrica que, por ejemplo, lo de que el camerunés Bertrand Ndongo apoye al partido Vox es un caso aislado. Pues no. Lo de Ndongo es uno de los muchos casos que irán a salir (como el profesor senegalés Cheikh Dieng, que aunque crítico con Ndongo y mayor conocedor de la ciencia política, tiene algún punto en común) y que le darán en sus morros de estereotipadores que ven al resto del mundo como seres inferiores a ser reeducados por su ingeniería social masticada en el ramplón enchufismo de unas universidades cada vez venidas a menos.

«¡Los que saltan la valla… Queremos que vengan con nosotros!», decía Manuela Carmena. Pues sí, sí que van a venir. Después de ser engañados por los traficantes de personas (con atentas y sonrientes miradas desde Marruecos a Turquía) que están haciendo de Libia un emporio de esclavos (luego de que Juan Carlos Monedero aplaudiera la «primavera árabe»…), y después de ser engañados por políticos, oenegeros y hasta empresarios sin escrúpulos en Europa. Sí, van a venir. No sé si a vuestros exclusivos chalets, pero cerca de donde mangoneáis, sí. Lo que no sé es si la preposición será «con» o «contra». Y a mí, la verdad sea dicha, me la traería floja y pendulona que los africanos encabronados la emprendieran a hierro contra los progres mañana mismo. El problema es el de siempre: Que nos arrastrarán a todos.

-Antonio Moreno Ruiz

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