*Imagen: Camarón de la Isla toreando en la finca de Miguelín. Extraída del enlace https://twitter.com/gloriasgrande/status/691387132074704897
Decía el politólogo italiano Giovanni Sartori QEPD que a día de hoy todo es «neo». Así, parece que hay una suerte de «neoflamenco» imitador de modas anglosajonas en clave hippie que está desfigurando lo poco que queda de este rico mundo musical. Ciertamente, los puristas, en clave supremacista/racistoide «gitano-morisca» (como si gitanos y moriscos fueran lo mismo) deformaron aquel conjunto de músicas andaluzas (o «andaluzadas») que eclosionó en el siglo XIX luego de todo un currículum de voces orientales, guitarras barrocas y potencias criollas (1), por resumirlo burdamente; y de aquellos polvos, hemos llegado a estos lodos; siendo que los andaluces de toda la vida ya no nos reconocemos en nuestro terruño, con tanto exotismo artificial que sólo busca la propina del turista.
Con todo y con eso, comoquiera que hoy vivimos en una dictadura progre de facto, cosa que en España ya no halla disimulo, hay quien quiere introducir una suerte de «flamenco animalista» como enésimo instrumento revolucionario que va a terminar de cargarse la idiosincrasia de este complejo mundo artístico. Porque intentar asimilar el flamenco a Woodstock y quitarle su relación con los toros, así como su relación con elementos inmediatos de su entorno cultural, es de todo menos flamenco.
Y ello no implica que si te gusta el flamenco, han de gustarte los toros a la fuerza. Para gustos, los colores. Pero sí se afirma que hay una relación intrínseca entre ambos mundos; una evidencia cuya negación no es sino un artificio moderno; y ello está por encima de todas las manipulaciones políticas modernas, porque nada tiene que ver con derecha ni con izquierda; y de hecho, el Frente Popular tuvo una Brigada de Toreros y el Partido Comunista de España organizaba corridas de toros. El animalismo no es sino una mala imitación de allende los Pirineos (más allá de Francia incluso; Francia que cuenta probablemente con la afición taurina más seria y constante del mundo) cuyos extrañamientos provocados y subvencionados han venido mucho después.
Con todo, así a bote pronto, puedo decir que mi abuelo paterno se crió en Utrera (campiña de Sevilla), una de las cunas del cante jondo y asimismo, cuna de las ganaderías de lidia de la Península; y en el sur y no tan en el sur, ambos mundos han estado -y están- estrechamente asociados; hasta el mismo Camarón de la Isla (2) que como él decía, era un torero frustrado y en cuyas reuniones siempre estaba Curro Romero; como a día de hoy se puede ver en Morante de La Puebla con el Cigala (que por cierto parece un borrico resfriado cantando, no me gusta nada ese estilo) y los Farrucos; o José León, gran poeta, compositor de sevillanas, rumbas y fandangos que fue torero. En la saga de los Caganchos se dieron tanto cantaores como toreros, y el torero Belmonte estaba muy unido al flamenco. Asimismo, multitud de letras flamencas refieren la relación de ambos mundos. Bueno, y eso por no hablar de Federico García Lorca, amante del flamenco y los toros cuya poesía si no se entiende tampoco sin ambos mundos (que él «ensoñaba» románticamente con las culturas del mundo mediterráneo), entre otros.
Ya se han desterrado las voces finas del flamenco por «poco puras», por más que las grabaciones de principios del siglo XX demuestren lo contrario. Se desterraron las castañuelas, los laúdes, las bandurrias, por lo mismo; demostrándose siempre lo contrario. Se habló de «cantes menores» y «menos puros» y la hemeroteca vuelve a golpear a los de siempre. Ahora, pretenderán un «flamenco puro antitaurino de toda la vida»; y en nombre de la pureza, no están sino acabando de rematar nuestra identidad. Todo para acabar celebrando Halloween.
Empero, entre el flamenco y los toros, como tantas otras cosas, las evidencias son demasiadas y las mentiras tienen las patas muy cortas.
NOTAS
(1) Sobre las confusiones acerca del flamenco, recordamos:
(2) Véase: