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Los Gálvez y la residencia de Chapultepec

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Para los primeros virreyes éste era un lugar de descanso y esparcimiento: lo utilizaban para pasear y para cazar ciervos, liebres y conejos. Era tan apreciado, que el virrey Luis de Velasco (1590-1595) mandó construir un palacio de recreo en la falda del cerro. Más tarde, otro virrey, Rodrigo Pacheco y Osorio (1624-1635), decidió que este lugar se utilizara como sitio de fiestas y entretenimiento. Así, el palacio de Chapultepec albergó durante más de dos siglos numerosas celebraciones de virreyes y visitantes distinguidos, hasta que a mediados del siglo XVIII estalló una fábrica de pólvora cercana al palacio que causó serios destrozos al edificio. Como consecuencia de los daños, el rey de España dispuso que el palacio se convirtiera en la Cárcel de la Acordada, sin embargo el proyecto no se llevó a cabo y el edificio terminó abandonado.

En 1784, numerosos obreros, artesanos y presidiarios de la Cárcel de la Acordada utilizaron piedras de chiluca, vigas de cedro y otras maderas, traídas de los bosques del Desierto de los Leones y de Río Frío, para la construcción de una casa de descanso planeada por el virrey Matías de Gálvez, que sirviera para reemplazar aquella que había existido en las faldas del cerro.

En diciembre de 1783, el ingeniero catalán Agustín Mascaró concluyó la labor de desmonte y preparación del terreno para construir la casa de campo, sencilla y propia; sin embargo, los trabajos de construcción se desarrollaron de manera tan lenta que, para fines del siguiente año, existía sólo un muro circundando al jardín, justo donde ahora se levanta el Alcázar.

Correspondió entonces a su hijo, el también virrey Bernardo de Gálvez, concluir el alzado del primer edificio que se ubicó en el lado poniente de la meseta, donde hoy se levanta la fachada del Castillo; por su parte, el jardín amurallado y el mirador se situaron con vista al oriente. Las labores de construcción tuvieron, en esa época, un costo cercano a los trescientos mil pesos; y el edificio principal se compuso de dos pisos, con habitaciones para el virrey y su servidumbre, cuartos de huéspedes, cocina y servicios.

Para 1785, se suspendieron los trabajos que le daban forma al Castillo y, un año después, el virrey Manuel Antonio Flores recibió la Real Orden de subastarlo en sesenta mil pesos; por fortuna, no hubo compradores. Siete años más tarde, en tiempos del segundo Conde de Revillagigedo, el caserón ubicado en la cima de Chapultepec fue elegido como posible sede del Archivo General del Reino de la Nueva España, proyecto que no se llevó a cabo, por lo que, en 1806, el sitio se vendió al Ayuntamiento de la Ciudad de México.

https://mnh.inah.gob.mx/userfiles/media/mnh-cultura-gob-mx/uploaded/mnh-chapultepec.pdf

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