Los Estados Unidos y la independencia de Colombia

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-Por Jon Ricaurte

A un día de la toma de posesión en el país del Norte (que se apropió del nombre de todo el continente), los canales alternativos de información, sobre todo los que no controlan los grandes magnates y especialistas de la comunicación, están a reventar de toda clase de teorías de la conspiración.

No uso el término en forma despectiva, por el contrario, considero que conspirar no es cosa distinta a mantener el ejercicio del poder, de ahí que en una familia, empresa, institución o país constantemente se están tomando decisiones en privado que pueden afectar a terceros.

Pero el caso no es hablar de estas teorías, sino de la apropiación que el fenómeno: una especie de fiebre septentrional, en el sentido de entusiasmo o excitación, está teniendo en toda América Latina (Hispanoamérica), sobre todo aquella que se considera despierta y que ha decidió apagar las noticias de la tv y alimentarse, «a la carta», con la variedad que ofertan los medios alternativos de información (en tiempos de gran censura).

Pero la mayoría de estos medios alternativos, un buen día, comenzaron a ser un poco de lo mismo. Se volvió hegemónica la hipótesis del Deep State, la cual siempre me recordó aquella teoría dieciochesca del Destino Manifiesto que indica, a grandes rasgos, que las 13 «pobres» colonias, como las suelo llamar, fueron tocadas por la providencia. De ahí que los vecinos de arriba consideren que su carta constitucional sea la más perfecta del globo y su acto fundacional (proceso de revolución) un acto atribuible a la divinidad: unos iluminados padres de la patria lograron forjar una nación bajo el designio de Dios.

Muchos de los hispanistas (corriente historiográfica que trata sobre la inserción, intercambio y mestizaje cultural entre Europa y América) están convencidos que, una suerte de patriotismo, se ha levantado en aquel país para restaurar la paz y prosperidad mundial.

No sé si los colegas recuerdan que la política externa del Norte sobre el Sur se legitimó a través de la doctrina Monroe y la política del Gran Garrote, en el siglo XIX, y las operaciones encubiertas que tuvieron en el siglo XX: subversión, drogas y guerra cultural.

Ni que hablar de la expansión territorial de las trece (pequeñas) colonias que fagocitaron México, Cuba, Puerto Rico, Panamá, etc.

De cualquier modo, conspiración o no, valga esta introducción para invitarlos a ver el siguiente video, donde se aborda la influencia del país del Norte en las Independencias suramericanas y se explica el ímpetu expansionista que desde inicios los vecinos del otro lado del río Bravo, con su Tío Sam, tuvieron sobre el Sur. Bueno, como dicen los expertos que creen en las teorías del subdesarrollo: «no somos algo más que su patio trasero».

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