Los ejércitos imperiales modernos

Antes, por siglos, cuando la más feroz incultura reinaba entre las gentes, las exaltaciones y agitaciones populares para arreglar el mundo, solían surgir y pasar por las arengas de unos iluminados, generalmente con hilo directo con dios a tarifa plana, que eran los encargados de fomentar el odio entre las gentes, proclamando a cajas destempladas que si la gente seguía sus santas directrices la cosa iba a ir de puta madre para arriba.
Y de puta madre le fue al clero vaticano las milongas de las cruzadas, porque al margen de llevar una parte más que sustanciosa en la venta y alquiler de pertrechos bélicos, suministro de matalotajes y demás logísticas para llevar a tanto cazurro tan lejos a matarse por no saber qué cosa ni qué gente, en el origen, en el pueblo de salida, aquellos que iba a las santas cruzadas, en el papeleo obligatorio previo, todas las propiedades sustanciosas que tenían, incluidas mozas de buen ver, pasaban a ser propiedad del clero: se depositaba todo en beneficio del obispado o de la parroquia del lugar, porque había una experiencia de que la inmensa mayoría no volvía; y, ya se sabe: el que se fue a Sevilla, perdió su silla.
Todo esto, que a la altura de nuestros días puede resultar demencial y cazurril, está ocurriendo de la misma manera en España y en muchos otros países, y las gentes van a las “cruzadas del partido popular”, caso concreto de España, a defender los santos lugares donde imperaba e impera el franquismo, sintiendo una devoción ancestral hacia el sistema y todo los que los señores peperos representan, estamos sometidos a los mismos papeleos de hacerlos depositarios de nuestros bienes. Y contentos con que nos otorguen mercedes para cuando seamos Europa, que, entonces, todo será de color rosa.
Cuando se acabaron las cruzadas, fueron de necesidad el paso de las centurias para que las gentes normales de la calle, en virtud de los odios inyectados por siglos, miraran con recelo, pero, sin animadversión mortal alguna, a los creyentes de otros credos religiosos. Y todo lo que se ganó en unas centurias durante las cuales, a pesar de los pesares y las muchas guerras, el hombre fue entiendo a mejor lo que significaba ser humano, ahora se está perdiendo a pasos agigantados en lo que se refiere al odio inter-religioso que se está inyectado desde el sistema, con el silencio cómplice, unas veces activo y otras pasivo del Vaticano y el movimiento cristiano en general.
Los santos lugares españoles del franquismo, por fuera de covadongas que recaudan millones de euros en negro que no cotizan ni contribuyen al conjunto del gasto de vivir en comunidad patria, son todos y cada uno de los resquicios del poder político, que siguen en manos de los que, hagan lo que hagan, siempre serán “señores”; en expresión sincera y sentida de tertulianos que han descubierto con verdadera alegría fascista su superioridad con relación al vulgo.
Aquellas gentes que nacieron y tan pronto tuvieron músculo en suficiente para poder ir pelear a tierras extranjeras porque le venía muy bien a las milongas económicas papales vaticanas, ahora han sido sustituidos por gente de dos tipologías predominantes. La una con formación académica que no quiere saber otra cosa que no sea que su nombre figure acompañando un título y nada más; y la otra, resabiada, enterada de cartón, que en cuanto puede, verdadera carne de cañón social, expresa sus preferencias políticas, y, aunque está acorralada por las injusticas y la carencia social con sueldos, cuando trabaja, de pura miseria, es el mejor cuerpo de ejército de las nuevas cruzadas: feliz porque sus exposiciones y voceos espejean lo que no es y nunca lo será: gente de la calle solidaria.
Existe, a pesar de la quema de documentos por parte del clero vaticano para tergiversar la historia y el conocimiento que nos haga ciudadanos más potentes y poderosos, constancia hablada de avatares que han sucedido en tiempos anteriores, que vistos desde nuestra actualidad dejan en un lugar de plena orilla cazurril al hombre y su comportamiento.
Y puede que de nada sirva anotar que el hombre sigue tropezando en la misma piedra centuria tras centuria. Y, aunque sea casi seguro que la humanidad no se va a marchar a vivir a planeta diferente al que tenemos, aunque tal suposición de mucho juego al sistema porque todo entronca de lleno en la ilusión de un mundo nuevo para joder, que siempre formó parte utópica de la Humanidad.
La parte de mundo que sea superviviente cuando reviente de calor o de frío el muladar en el que hocicamos,  aquellos que sobrevivan tampoco van a tener en consideración el ejemplo de lo que será su historia.
Y nos darán el tratamiento de cazurros que merecidamente nos corresponde.
Salud y Felicidad. Juan Eladio Palmis.

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