Los catalanes y Cuba

Partiendo de la premisa que a nadie que sea democrático le pueden asustar las urnas para votar si es el pueblo el que lo demanda sea para lo que sea, ahora sería un buen momento para que los catalanes metieran en sus urnas, cuando hagan el lógico referéndum que quieren, y tienen todo el derecho democrático de hacer, los sentimientos muy desarrollados de una Cuba unida a Cataluña, supuesto que parece ser que la demanda de cubanos que quieren ser españoles, en un gobierno de reyes que no lo van a “volver hacer”, de princesas amadoras, y de los muchos indultos que nos quedan por ver, es un asunto que no les preocupa lo más mínimo.
Ahora bien, los catalanes, probablemente la región, zona, estado, país, reino o como quieran denominarse, en su derecho están de hacerlo siempre que sea por mayoría de sus gentes y no perjudiquen directamente a sus vecinos, base primordial de la democracia, puede que sean las gentes ibéricas que más leen, y más les guste, por una razón o por otra, estar al corriente de sus orígenes y raíces. Y por eso saben que la comunión entre Cuba y Cataluña, o entre Cataluña y Cuba es total y se mantiene viva y caliente.
Cataluña sabe perfectamente que el sentimiento regionalista catalán se acentuó en muchos kilos cuando Cuba dejó de tener a España, o España dejó de tener a Cuba, que las dos cosas valen, y si ha habido una tierra peninsular ibérica donde las “habaneras” se han cantado con un más profundo sentir, con una mayor sensación de pena y dolor, ha sido en Cataluña y, por afinidad de comercio e intercambios, en todo el resto del litoral mediterráneo español, pues por nombra algo, gracias a la sal de Torrevieja, muchos soldados españoles desplazados a Cuba no murieron deshidratados.
Pero hubo un tiempo, existió un tiempo, en el que Cataluña adquirió una tremenda deuda con las gentes cubanas, que ahora están en una muy buena situación para devolverles a los cubanos aquella deuda que llevó a muchos cubanos a decir tacos en contra de todo lo catalán, porque con todo su tremendo poder social y económico en la isla, se opusieron al sentimiento mayoritario de cubanos y criollos.
Cuando Cuba, de arriba abajo de su hermosa y plural tierra en lo referente a las emigraciones de ibéricos asentados en su suelo, fue recorrida por un sentimiento de hartura hacia el gobierno español, la burguesía peninsular española establecida en la isla, juntamente con la poderosa burguesía insular que existía en la isla, no querían saber nada ni oír lo más mínimo acerca de una Cuba autonómica, o cualquier cosa que no pasara bajo el monopolio de la mano española, no solo por los grupos poderosos de los harineros castellanos, sino por el comercio en general del azúcar y los licores por parte de catalanes, que querían seguir ostentando el monopolio a toda costa del rico negocio en general que era Cuba.
La tensión política fruto de una clara decisión cubana de no ceder en sus lógicas y justas aspiraciones de autonomía y libertad, generó, como consecuencia de su densidad, que incluso aquella burguesía isleña cubana de los ricos comerciantes y hombres de negocios, se dividieran internamente en dos bando irreconciliables que cada uno caminó por su lado.
El Partido Liberal, que después evolucionó hasta convertirse y denominarse Partido Autonomista Cubano, defendió con todas su fuerzas políticas y económicas dado el hecho; visto lo que veía en cuanto a lo en serio que iba todo, que se buscaran formulas políticas de autogobierno para Cuba, totalmente independientes de las garras de Madrid.
La otra rama de la misma burguesía insular cubana, la que constituyó el partido político denominado La Unión Constitucional, empleó todas sus fuerzas, caiga quien caiga, menos ellos, en el hecho de que Cuba, bajo ningún aspecto podía disponer de fórmulas de autogobierno, y los militantes de la citada Unión Constitucional, con claro dominio dentro del partido de los poderosos comerciantes catalanes, se opusieron a cualquier fórmula que no fuera una Cuba, cual gorrión recién nacido, con el pico abierto a lo que quisiera darle la madre patria España.
Seria precioso escuchar lo que al respecto de todo esto diría gente que tanto amó a Cuba como don Facundo Barcardí Massó, catalán universal, santiaguero de adopción y raíz, que aligeró el ron para lo bueno y lo agradable a su paso por el galillo de los humanos. O aquel otro, hijo de catalán, el literato, poeta, Presidente de la República de Cuba en Armas, Bartolomé Masó, emparentado familiarmente con los Bacardi, todos catalanes acubanados, que ahora no pueden ni deben de olvidar ese sentimiento de muchos de sus descendientes que viven en Cuba y quieren seguir ostentando con vigencia sus raíces, por encima de milongas políticas.
Es un recordatorio para los partidos políticos catalanes, porque ellos saben perfectamente la tremenda cantidad de cubanos que se sienten actualmente cubanos, catalanes, o catalanes cubanos.
Salud y Felicidad. Juan Eladio Palmis

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