Los bárbaros del norte

No galopan sobre poderosos caballos percherones, ni conducen carros de grandes ruedas que pueden caminar por los barrizales de los inviernos; pero, el concepto de bárbaro, el concepto de extranjero del norte, irrespetuoso, asolador, violador, e inculto, según la preciosa y precisa lengua Mozárabe, que desde el siglo XIII en adelante, hasta eso prohibió el clero vaticano que los ibéricos se expresaran en ella, está aconteciendo en una América domesticada tanto y tanto, que sólo cuando la miras a los ojos te das cuenta que todo acontece a nivel de mostrador de banco, o salón de latigueros al servicio del gringo, porque la gente de la calle está explotando.

Y aunque nunca es tarde para darse cuenta del tremendo error de considerar al gringo, al bárbaro del norte, como un amigo, como un colega continental que va navegando sobre el mismo barco; la indiferencia callejera de todo un continente que en su dejadez hacia la ética y lo justo alega incultura, no pasa de ser una puta patraña, por ponerse incondicionales del lado del depredador más despiadado y cruel que han dado los siglos: El Yanqui, el Gringo, los EE.UU.

Que asesinan a Allende; no pasa na, un socialista menos. Que fomentan los capos de las drogas con la condición que el dinero esté depositado en los bancos Usa, para después todo se quede en casa; es la nueva y novedosa justicia. Que el comunismo es muy malo y que el socialismo no sabe ni comprar comida; si está dicho con la mano puesta en el corazón del pueblo, de la gente yanqui, es porque será así. Además, ya lo dijo un líder del capitalismo, el “socialista” Felipe González, más vale morir de joven en los EE.UU, que de mayor en la endiablada Rusia.

Porque la cobardía popular, inmensa, gigantesca, de que todo la América Ibérica, la que abarca lo nativo y lo criollo; el hecho de aplaudir o escucharse el silencio de algunos intelectuales de que el cerco a Cuba es por el bien del mundo; por el bien de las gentes, es un delito universal que ahora se está dando cuenta toda la América Ibérica y nativa, que comienza a pagarlo de un modo sangrante, de un modo genocida por Chile o Ecuador, por Argentina, o por Colombia, en recordatorio de las enteras y cabales gentes del Socorro, y aquellos Comuneros de pura maravilla y ejemplaridad.

El depósito sagrado que se han atribuido los Usas de ser los depositarios de la libertad de la gente del mundo, y muy especialmente de las gentes que ahora están cayendo en la cuenta que tan bonito como cualquier lengua lo puede ser el Aimara, el Quechua, el Maya, el Pipil, Olmeca, Maya,  Azteca, todo el Náhuatl, y el largo etcétera de la identidad de unas gentes, incluido el hermoso romance Mozárabe, del que mucho queda por una América Ibérica genuina, estará llegando con muchas culpas a sus espaldas; pero si llega y deja al bárbaro expoliador al nivel de bestia que le corresponde, casi en la cuenta planetaria, habrá merecido la pena hacerlo.

Produce una gran tristeza ver un suramericano triste deambular por una calle española por culpa de los bárbaros del norte y de los pistoleros que utilizan de su propio color de pelo en sus países originarios. Produce un desazón tremendo saber que son gente trabajadora, cultos para la vida, consecuentes, y tienen el tremendo arrojo de llegar hasta aquí por culpa de la maleza que hay allí, que pese a tener a toda América de rodillas, ni aún en sus propios EE.UU. la gente, quitado un pequeño grupo, vive de un modo conquistador opulento, cosa que ocultan con celo y pistola sus medios de comunicación.

El dejarle pasar; la complicidad y la pasividad de reír y dar como graciosas las aventuras de un Pinochet. El aplaudir y estar convencidos que después del capitalismo salvaje, destructor de todo de los Usas, no existe vida solidaria, coherente, y sólo se deben de comer hamburguesas y llevar la gorra con la visera hacia atrás. Y que un cubano cercado, ahogado, es un bien para la América Ibérica, y miles y miles de cosas así por el estilo, han ido haciendo partidas en la cuenta que ahora, entre temblores, miedos, y llantos, va a ser necesario saldar, para poner a los bárbaros del norte en su mal sitio que les corresponde.

Salud y Felicidad. Juan Eladio Palmis.

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