Sobre los amos del mundo

Tardaremos años en saber exactamente qué es lo que han hablado el dueño en registro de la propiedad de la mayoría de las parcelas.

Están pensando, muchos políticos gallegos (el documento de propuesta municipal que sigue lo avala) en calentarse el coco en ver el modo de que, por la vía de la pura ciencia y la tecnología actual, la Galicia sufridora progrese. Una Galicia de gente que todavía la llamas y se vuelven y contestan ¡Mande!: Expresión muy clara de un pueblo ibérico, por lo menos más sincero, con menos humos por sus chimeneas del cada cual, que los del resto de una España, encantada de conocerse, y enamorada de su inteligencia política.
La sinceridad no debe de estar reñida ni tapada con milongas camperas. El concejal de la propuesta al estado mayor de mando Pepero, sabe que hoy por hoy, el único futuro que le está dejando el partido al que pertenece, juntamente con sus primos socialistas(compás de espera de unas semanas para ver como respira Pedro Sánchez el nuevo secretario general de los sociatas) y los camuflados de Ciudadanos, son los milagros de las apariciones.
Porque en España, dinero público para la enseñanza pública, la sanidad, la solidaridad de la Dependencia no hay ni habrá, pero montar en autobuses subvencionados e miles, millones si hace falta, de peregrinos con derecho a bocadillo y botellín de agua para ver la aparición de una virgen cualquiera, hay todo el dinero que haga falta. Y porque no en vano el responder a una pregunta con la subordinación ¡mande! cuesta su buen dinero al sistema y lleva muchas horas de trabajo parroquial.
Pero lo que no tiene en cuenta el avispado concejal gallego, es que en los asuntos de las apariciones y los milagros del cielo, el dinero, el grueso del dinero, se lo lleva el clero, y deja las barreduras para las localidades en las que se aparecen las vírgenes. Localidades que, en el mejor de los casos, solo disponen de diferencial con otras donde no ha interesado que se aparezca virgen alguna, es en el hecho que suelen estar dotadas de un mayor equipo de barrenderos, para barrer la suciedad que dejan los peregrinos.
La monarquía española, desde que se conoce porque haya documentos al respecto de su existencia, siempre, época por época, haya tenido un Potosí o cientos de ellos, ha estado en franca bancarrota económica y de formalidad en sus pagos, mientras que la clerecía vaticana, a su abrigo y lactancia, siempre ha vivido en la abundancia, en razón inversamente proporcional la otra con la una.
De todos modos, hasta que no surja por ahí, hasta ahora no ha surgido, la aparición de una virgen que pongan de manifiesto la necesidad de la integración europea de verdad, la cosa la tenemos como está: jodida y al sol que más calienta, porque la palabra laica o aconfesional tiene un efecto lavativa en el clero español y en el hispanoamericano.
Acabamos de presenciar con mucha carne de tertulia para los comemieldas a su servicio y dietas de los tertulianos y tertulianas españoles, como el impresentable Donald Trump, que representa, por cierto muy genuinamente a los Usa, una vez más se ha chuleado ante los dirigentes europeos, y se ha permitido dar empujones, sabiendo de antemano que eso gusta en su país, y, sin duda de ninguna clase, también en una Europa que se dejó su dignidad en la percha, encima de la ropa del que le pone los cuernos.
Tardaremos años en saber exactamente qué es lo que han hablado el dueño en registro de la propiedad de la mayoría de las parcelas y del dinero del planeta tierra, el papa vaticano, y el dueño de las mechas de la mayoría de las bombas del mundo. Pero, anécdotas aparte de que la mujer siempre tiene que ponerse el pañuelo bien con el moro o con el cristiano y no protesta, lo que sí ha quedado muy claro que aquí, por el momento, hasta que los chinos no abran la boca, la gaita la sopla el vaticano y, hasta los gringos bailan al son que les sale de sus sotanas de seda pura a los cardenales.
De los mandatarios europeos, incluidos los del eje franco- alemán, todo al mismo nivel de Mariano Rajoy. De puta pena.
Salud y Felicidad. Juan Eladio Palmis.

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