Lo que deben los EE.UU. a España

A través de La Habana y sus puertos en el Misisipi, comienza a remitir grandes remesas de lo que se halla tan escaso el ejército de Washington: armas, munición, pólvora.

Borja Cardelús ABC
George Washington, comandante en jefe de las fuerzas de las Trece Colonias de América del Norte, que luchan por emanciparse de Inglaterra, recibe un despacho urgente: la España de Su Majestad Carlos III ha declarado la guerra a Inglaterra, en apoyo de la causa emancipadora. Y a Washington le invade la emoción, porque sabe lo que eso significa: que ahora va a ganar la guerra y la Independencia.
Las Colonias habían decidido emanciparse del yugo británico, que no veía en ellas otra cosa que una ubre de donde obtener utilidades. Pero su improvisada tropa de granjeros, que dejaban por unas horas la recogida de heno para incorporarse a la milicia, era incapaz de vencer a la poderosa maquinaria bélica británica. Y por ello enviaron a Europa una comisión, encabezada por Benjamin Franklin, para procurar la ayuda de las dos potencias europeas enemigas de Inglaterra: Francia y España. Y ambas dinastías borbónicas aceptan apoyar la causa rebelde, coordinando sus ayudas y comprometiéndose a no actuar por separado.
Pero la ayuda española ha de hacerse secretamente, porque Carlos III necesita tiempo para reorganizar las depauperadas administración y economía españolas, y enfrentarse ahora abiertamente a Inglaterra sería un suicidio militar y político. Por de pronto, los barcos corsarios de los rebeldes norteamericanos que hostigan a las embarcaciones inglesas son autorizados a recalar y aprovisionarse en los puertos del Misisipi, hecho que protesta Inglaterra y que España esquiva con sutiles evasivas.

Grandes remesas

Tras las entrevistas de Franklin con el embajador en París, conde de Aranda, y de Arthur Lee en Burgos y Vitoria con el ministro Grimaldi, España eleva el nivel de sus contribuciones. A través de La Habana y sus puertos en el Misisipi, comienza a remitir grandes remesas de lo que se halla tan escaso el ejército de Washington: armas, munición, pólvora. Envía también abundancia de tiendas de campaña, mantas, ropa militar, alimentos, medicinas… avituallando con suficiencia a las tropas rebeldes.
Y España envía, además, dinero, grandes sumas de dinero en forma de empréstitos a favor del gobierno provisional de las Trece Colonias. La primera entrega, un millón de libras tornesas, a las que seguirán otros muchos envíos que financian la campaña de Washington, fondos que son canalizados a través del banquero bilbaíno Diego Gardoqui.
Para una España en profunda crisis económica, esta ayuda supone un gigantesco esfuerzo, y recurre a sus posesiones americanas. Toda la América hispana se moviliza entonces, en una suerte de llamada a rebato: en México se aprueban impuestos especiales; en California Junípero Serra recauda dos pesos de cada español y un peso de cada indio; los gobernadores de Nuevo México y Luisiana demandan esfuerzos adicionales a sus súbditos; las damas de Cuba entregan sus joyas para ayudar a la causa rebelde contra Inglaterra. España, sus provincias y sus súbditos, con la proverbial y apasionada generosidad hispana, se vuelcan a favor de las Trece Colonias. Y ahora que Norteamérica parece estar dando la espalda a México y los hispanos, conviene no olvidar que el mundo hispano contribuyó, de una manera decisiva, a la causa de la Independencia y al nacimiento de los Estados Unidos.
Resulta increíble que la inmensa contribución española a la Independencia haya quedado silenciada en la historia. Se halla establecido que fue Francia, con su general Lafayette al frente, quien ayudó a los Estados Unidos en su emancipación, ignorando la decisiva aportación de España. Secuelas del magnífico marketing francés y del nulo español de todos los tiempos.

Pieza fundamental

La victoria de Washington en Saratoga anima a Francia a declarar unilateralmente la guerra a Inglaterra, rompiendo el acuerdo de actuación coordinada con España. Pero Carlos III continúa con lo pactado y prosigue su ayuda en la sombra. Mas el resultado de la guerra sigue siendo incierto. Washington comprende, y así lo declara, que sin la intervención directa de España será imposible obtener la victoria sobre los ingleses. Y es que España era una pieza fundamental en el escenario del conflicto. Controlaba la ribera occidental del Misisipi, el puerto de Nueva Orleans, la Luisiana, el virreinato mexicano de Nueva España, Cuba y el Golfo de México.
Pese al secretismo, Inglaterra no es ajena a las ayudas españolas y las relaciones con España se enrarecen progresivamente. Pero, al mismo tiempo, el gobierno de Carlos III logra que España enderece su economía y recupere su peso político. Solo es cuestión de tiempo que España declare oficialmente la guerra a Inglaterra. Y cuando Washington recibe el despacho que anunciaba el hecho, supo que la victoria final era cierta.
Había llegado la hora del apoyo militar español a la causa rebelde y de la irrupción en escena de alguien que llevaba tiempo preparándose para la lucha armada. Se trata del joven gobernador de Luisiana Bernardo de Gálvez, a quien tocará escribir la más brillante página de la ayuda de España a la Independencia de los Estados Unidos.

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