Las voces de la indignación no llegan lejos

Por: Yoaxis Marcheco Suárez 
Nacido en Láncara, en Lugo, España, una pequeña comunidad de unos 3000 habitantes, el gallego Ángel Castro, emigró a Cuba en busca de mejor vida, de él nacieron los dictadores Fidel y Raúl. Fue a este pequeño pueblo español a donde viajó Fidel Castro en julio de 1992 para visitar la antigua casa de su padre, allí fue recibido con jolgorio por parte de los habitantes y hasta del mismo Manuel Fraga -fundador del Partido Popular-, buena comida y vino, como se recibe a los hijos ausentes que regresan, nadie cuestionó que a quien recibían, no era a un simple descendiente de uno de los miembros de la comunidad, sino al tirano que por décadas doblegaba la libertad y la democracia de la Isla de Cuba y que inclusive había dado refugio  a varios terroristas miembros de ETA. En un viaje anterior, una breve escala de unas seis horas en Madrid en el año 1984, el dictador fue recibido también con una muy esmerada atención por el entonces Presidente Felipe González, el efusivo abrazo del mandatario español al descendiente de gallego marcó titulares. Y aunque las relaciones bilaterales entre la Cuba castro comunista y España han navegado en un mar de altas y bajas pareciera que el hecho de que los dictadores tienen sangre española atrae. En la pequeña Láncara aun se recuerda con pasión a Angel Castro y a Fidel, su hijo, el dictador cubano de orígen español.
Miguel Díaz- Canel, el actual ‘presidente’ cubano, elegido por el menor de los Castro, también tiene claras raíces españolas, y como Fidel que en su momento fue recibido con alboroto en la tierra natal de su padre, Díaz- Canel también lo será en Castropol, un pequeño municipio ubicado en la costa occidental de Asturias, de unos 3500 habitantes “de este sitio era originario su bisabuelo, que emigró a La Habana a finales del siglo XIX.” La invitación se hará oficial. El entusiasmo de la comunidad es grande, al punto de que se le propondrá: “un hermanamiento con La Habana o cualquier otra ciudad cubana y estudiar la posibilidad de crear -una ruta turística- por los lugares vinculados a la familia Díaz-Canel.” En Castropol todos felices porque el ‘elegido’ sucesor ha colocado a la comunidad en el mapa mundial.
Parece una burla al resto de los cubanos, pero tal vez sea una acción que se ejecuta desde la ‘inocencia’, o desde el ego de reconocer a estos personajes como propios, ya que al final aunque no para el bien de la Isla, ni de la democracia en general, son ‘famosos’. En la pequeña Láncara hasta lloraron al dictador Castro cuando murió, lo recuerdan como a alguien estimado; y ahora sucede que en Castropol desean con fervor y por todo lo alto recibir a  Díaz-Canel.
Así celebran a los dictadores cubanos en los sitios españoles en donde tienen su origen familiar, con ‘guateque’, como decimos en buen criollo; mientras la Isla de Cuba permanece hundida en la desesperanza. Nada ha cambiado con la salida, irreal, de Raúl Castro de la silla presidencial. Pueden celebrar en Castropol, los cubanos no tenemos motivos para armar fiesta. Pueden recibir a Díaz -Canel como a uno más de ellos, pero eso no creará vínculos entre el pueblo de Castropol y el pueblo cubano que sufre. Porque la realidad, aun cuando todavía habrá que ver qué nos depara el futuro, es que este presidente elegido por el dedo del actual dictador, debería ser para cualquier comunidad que practique la democracia -mientras no demuestre lo contrario- más motivo de verguenza que de honra.

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