Las ergástulas del castrismo conocidas como escuelas en el campo
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El término ‘ergástula’, definido en el diccionario académico como “cárcel de esclavos”, es el más apropiado para entender el ambiente de reclusión y trabajo cuasi esclavo que imperó durante décadas en las ‘escuelas en el campo’ del castrismo, con régimen de internamiento y lejos de la familia, como no lo ha estado jamás ni el peor terrorista etarra preso en España.
A ese sistema escolar-carcelario, tantas veces celebrado por la Unesco, hay que añadirle la deficiente calidad de la enseñanza, la mala alimentación, el abuso de menores mediante trabajo forzado no retribuido, la precoz iniciación en el sexo, el acoso y la promiscuidad sexual generalizada, incluso entre profesores y alumnos, más una altísima tasa de enfermedades venéreas. Un inmenso daño antropológico —dicho en la fina terminología de los cristianos laicos— que convirtió en realidad, aunque por otros medios, aquellos rumores de los primeros tiempos de la revolución castrista acerca de los planes de arrebatarles a los padres la patria potestad sobre los hijos.
A tal punto de deterioro moral llegó la pérdida de valores en esos centros escolares que el papa Juan Pablo II se sintió en la obligación de denunciarla públicamente y con toda claridad en una homilía durante su visita a Cuba en 1998.