La nueva cepa de oriente

El griego Platón, que por cierto lo dijo casi todo, dijo en su época que el mundo marcharía bien cuando los príncipes fueran filósofos, o los filósofos príncipes.
Está más que claro que Rajoy, príncipe de los intereses de la iglesia y del opus deis, que van juntos pero no revueltos, no es ningún filósofo, aunque tenga el paro y el distanciamiento de la retranca gallega. Y el rubio tintao del norte, el Trump, creo que está en las antípodas del concepto filosófico.
Ahora bien, en el mando que manda en las tropas que llevan distintivo israelíes, es donde desde éste modesto teclado no alcanzo a comprender nada. Porque no alcanzo a comprender el silencio y la nada mundial, y el conformismo, que se hace en el entorno de las masacres, que unas con uniformes israelíes, pero sin saber exactamente qué o quiénes son los que empujan desde atrás de las culatas y de los cañones con tantísimo poder como para que se haga un silencio de resignación mundial tan grande ante masacres de inocentes que nos dejan a los pueblos a la altura filosófica nula, de los príncipes que nos gobiernan. Y tampoco entiendo el permitir la muerte ahogados, asesinados, ultrajados, de miles de pobres de la tierra, que salen de la actual Libia con miradas en sus ojos que denuncian en silencio haber vivido situaciones vejatorias límites para el ser humano.
Y si esas son las razones, junto a la mutilación de miles de piernas por causa de las bombas lapa de los caminos, de que los mercados del petróleo crudo, de los diamantes, la soja, los alimentos, la energía sucia y la menos sucia, y las campanillas y campanas para aclamar a un par de dioses verdaderos, y un grupo de falsos sin papeles, entiendo que el sabio griego Platón estaba muy equivocado, y el problema somos la gente de la calle que nos gusta más la muerte y la desolación en nuestros semejantes que cualquier filosofía de vida y paz.
Del fondo del oriente terrestre para lo que es el ombligo del mundo, el Mediterráneo; de allá de tierras siempre enigmáticas, raras y extrañas para los que vivimos dentro de los meridianos mediterráneos, desde que el mundo es mundo y tenemos noticias de sus cosas, mutándose y cambiando sus cepas originarias por otras altamente agresivas para la vida, a falta de buenos cascos de caballos y excelentes caballerías con aceros cortantes, las pestilencias, las plagas, siguiendo al sol en su camino, han mermado las poblaciones de los humanos con unas cadencias y cuantías, que han permitido que los príncipes que no son filósofos, tengan en mayoría real la propiedad de las tierras del planeta.
Cuando se trata de un exterminio por la culpa anual de alguna “fiebre asiática”, los supervivientes se han quedado tradicionalmente  conforme con la desgracia de la epidemia. Pero, lo tremendo y peligroso, es la conformidad actual a la que hemos llegado los humanos, que aún sabiendo que nuestros príncipes no son precisamente unos filósofos, los votamos y aplaudimos, y como remedio a las masacres, en unos casos nos limitamos a no comer pescado del lugar de procedencia donde habitualmente se ahogan en el Mediterráneo o en el Atlántico, o en Caribe, los pobres, o que los noticieros no alteren nuestra filosofía de vida basada en directrices divinas, y se vayan a ir al carajo al bolsas de valores.
El silencio del sistema en el entorno de la Libia actual, el aceptar que a los niños desarmados les disparen y los destrocen como globos explotados los soldados uniformados con distintivos judíos, cuando sabemos de sobra que el judaísmo, como religión y mandamiento social, no es eso ni parecido, por citar dos crueldades gratuitas del género humano, son una bomba atómica letal para la convivencia, que ha explotado y su epicentro y onda expansiva, los imbéciles que nos gobiernan piensan que ahogando, asesinando cada año a unos miles de pobres mientras van corriendo de acá para allá, lo pueden controlar todo, y las toallas van a poder seguir extendidas al sol alrededor de las piscinas del capitalismo sin que nadie altere un plácido baño en abundancia con tintura de sangre.
La impunidad con la que actúa el sistema contra la gente pobre, nunca, en la historia conocida del hombre, ha quedado sin repuesta; por lo que es de esperar que más tarde o más temprano, la violencia empleada, se dará la vuelta con la misma o más intensidad contra los que ahora la están ejercitando; en ese ajuste de cuentas que probablemente forme parte del equilibrio atómico, emocional, del mundo.
El sabio Platón, que dirigió sus consejas en ocasiones hacia los mandos; no pudo ni imaginar que llegaría un tiempo donde el hombre de la calle podría, aún dentro de las cortapisas de justicia y solidaridad que generan los mitos y los asuntos religiosos, nombrar príncipes filósofos para que el mundo funcionara bien. Pero el hombre le encanta escuchar las imbecilidades filosóficas de los mandos que aplaude.
Y lo peligroso es que no sabemos ni nos preocupa, quiénes son los que están empujando y cultivando la cepa en oriente para acabar con todo.
Salud y Felicidad. Juan Eladio Palmis.

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