La mitología actual

En el Mediterráneo los pobres se ahogan con un silencio de burbujas de champán que aguarda en la mesilla de la habitación de lujo a que dos conservadores cristianos hagan el amor

 
Ante la tremenda vorágines de puntos de vista opinando sobre un desarrollo que no tiene nada de normal en el comportamiento de los humanos, dentro de ese intento de compartimentar los buenos por un lado: pocos, guapos, elegidos, limpios de un par de duchas diarias aún con el riesgo de perder el pehache natural de la piel, y en el otro compartimento los pobres: feos, militantes de partidos que quieren la locura de la igualdad social, de los recursos repartidos, en una lucha pérdida desde el mismo arranque porque sobran ideas, frases hechas, y desestabilizadores a sueldo más que suficientes para que el hombre viva felizmente esclavizado. Porque la esclavitud, en el fondo, es una dejadez de funciones, y eso, los menesterosos, los muy descastados de los esclavos revoltosos, no quieren reconocer los beneficios que conlleva la protesta en sí, lo bueno que es para la salud la rabia dejada correr por las alamedas delante de las fuerzas del bien, con lo que contiene de alta descarga de adrenalina de la fabricada en china, de la barata, que los menesterosos no saben apreciar lo buena que es para el tránsito intestinal.
Anteo, seguramente fundador de los Estados Unidos de Usa, continuamente le cerraba el paso a los Hércules o Herculano: la gente que vive por debajo del Río Grande, e islas adyacentes, para que no pudieran ir al huerto de las Hermanas Hespérides a coger las manzanas de oro. En un tiempo cuando la ciudad marroquí de Larache era el epicentro del mundo mítico, y Europa, como ahora, se creía que lo que no pasaba en ella, no era de este mundo, y todos los mozos querían tener por suegros a Atlas y Poseidón, al contrario de ahora con las europeas que como te divorcies, te pelan aunque estés calvo.
Cuando pasen los milenios y se acaben estas tonterías imperantes y estén rigiendo otras, los clásicos que pierdan su tiempo, como este siervo entre los siervos, detrás de asuntos que no volverán y que no han servido para nada salvo para hacer artículos de opinión particular, en ese entonces, el dios mitológico balón, de cuero o de imitación de cuero, de una fibra buscada mucho más investigada que el cáncer, será el Hércules de nuestro tiempo actual, porque nada más ponerse a rodar, en la culta Europa se han acabado todas las otras noticias, y las explosiones de las bombas, los gritos de los muertos ya ni se escuchan, y en el Mediterráneo los pobres se ahogan con un silencio de burbujas de champán que aguarda en la mesilla de la habitación de lujo a que dos conservadores cristianos hagan el amor.
Habrá mitógrafos, como los hay ahora de los tiempos pasados, que probablemente dirán, ante la incomprensión diaria existente de que millones por miles de millones se dejen joder por solo miles de viejos prostáticos que rigen el sistema, que estamos viviendo a orillas del huerto de las Hermanas Hespérides sin el mínimo valor de darle una patada a la valla y penetrar en los arbolados donde se cultivan las manzanas, símbolo de la inteligencia, aunque sean de oro, o como la de Adán, que no se sabe bien de qué era, porque no hay que ser muy espabilado para marcharte a otro jardín a pagar alquiler, cuando vives en uno subvencionado.
Existen tal resignación mundial a pasar calamidades, hacia mantenerse de por vida en la pobreza, que los mitógrafos que estudien nuestro tiempo no lo van a tener nada fácil, porque no se entiende, por fuera de tertulianos, opiniones en los medios de comunicación, que sí desgraciadamente está demostrado que de cada cinco hombres que habitamos en el mundo, gracias al sistema capitalista consumista, cuatro con noventa y cinco de esos hombres las estamos pasando putas, y que todavía se diga  que el sistema funciona, que no hay que tocarlo, ni mejorarlo ni intentar variarlo a bien, todos sabemos el calificativo que tiene y cual fue el lugar donde trabajó la madre del que lo dice.
Tuvimos la edad de piedra, que todavía está viva y vigente porque quedan muchas piedras y rostros mucho más duros que ellas. También tuvimos la edad de hierro y la del bronce por lo mismo y por la misma reflexión. Ahora estamos en la edad de las mentiras, y como corresponde a un periodo semejante, nos marchamos a la cama con el estado de ánimo que quieran imponernos desde la pantalla pequeña en los países que disponemos de televisión, o en los teléfonos en aquellos otros que están empezando a infectarse y suspiran por la tecnología digital de imagen en manos de empresas particulares, poderosísimas, que nos pueden mentir a pantalla llena sin que le preocupe lo más mínimo a nuestros mandamases, cuya preocupación sigue siendo la imagen, la gomina en el pelo, y que la gente siga teniendo fe y crea en la bonita redundancia de que no hay reloj sin relojero, ni mundo sin político benefactor.
La barca transportadora del sol, que lo llevaba cada noche desde el poniente a oriente para que volviera a salir, en la que se embarcó Hércules con la simple amenaza de una flecha, nos está diciendo a los menesterosos de la tierra, que si un hombre, aunque poderoso como Hércules, pero no más que todos nosotros juntos, pudo intimidar al sol y obligarle a que le dejara un lado en su barca, dice claro que Hércules, con buen criterio, seguramente se lo pidió primero por las buenas, y en vista de que el sol no le hizo carajo de caso, se lo pidió imperativamente apuntándole con una flecha. Es lo que nosotros debemos de hacer con el sistema sin esperar que nos lo resuelvan ni los políticos ni las empresas de los supermercados.
Salud y Felicidad. Juan Eladio Palmis.

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