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La indolencia de la América Morena

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Todo forma parte de la forma de ser del paisano; de sí ha ido a una escuela de negros y ladinos cuervos jesuitas, o si ha sido enseñado por un maestro laico, que ha ido a la base de lo que tiene que ser el conocimiento para la supervivencia o para la vivencia elemental, simple y necesaria de humildad seria, sin habito negro ni de cualquier otro color, porque el hombre, que no es poco, sólo necesita conocer; y las monsergas que se las guarden en sus sacristías o habitaciones parecidas los que están infectando al mundo con sus imposiciones.

Después la ciencia agraria nos enseñó que lo de “abatir el árbol para coger el fruto”, era una frase hecha para campear mejor sobre la ignorancia, a la que interesa inyectarle como sea un especie de sensación de culpabilidad por ser pobre, por ser ignorante; tal y como lo ha logrado el capitalismo destructor en paisajes como la propia Rusia, algunas de sus repúblicas, y, hacia occidente, Europa y, al final, los yanquis y sus patios traseros.

En la parte del mundo que he visto con mis propios ojos, que no es todo, pero es para mí bastante, hombres alzados, muy alzados, no los he visto en abundancia en La Habana, por ejemplo, pero si los he visto y muchos, callados en los campos cubanos, en los de Marruecos, en los de Sudán, o en los de Nigeria que, a su vez ellos solitos, simplemente con los gestos de sus miradas, te percatas que tienen un grado, un derecho mayor a habitar este planeta que un bien vestido de Madrid o de la City de Londres, aunque sean estos últimos los que se lleven las inútiles y costosas misas que estamos, entre otros muchos países, costeando desde España, para que todo siga como va, que para los ricos va de madre pública o múltiple para arriba.

Ahogados en frases hechas que te responsabilizaban de que la pobreza española estaba causada precisamente en la indolencia de nosotros los de abajo, que no pensábamos en otra cosa que no fuera en el catre y en la lotería, los ecos que nos llegaban del otro lado del mar done muchos teníamos las esperanzas puestas de partir hacia allí algún día, nos decían que allí todavía todo era peor, porque la patria carecía de la divina presencia de un rey que todo lo facilita para la vida más justa y distributiva.

Y cuando tú alegabas que Franco no era rey, te decían que sí, que era un rey por la misma gracia de dios que los reyes, y aquella afamada y sobada frase hecha de que dios escribe en renglones torcidos las cosas más derechas, la aplicaban a todas horas, pendiente la autoridad competente por si te resbalabas en un fleco y te trincaban por rojo problemático para el buen gobierno de las cosas.

A un nivel mucho más cruel, sangrante y desatinado, todo un continente, el Americano; si en España teníamos la posibilidad de escuchar a la chita callando a gente que toda aquella verborrea era asunto de una secta perniciosa para el hombre y su sonrisa, al otro lado de la mar los partisanos que existieron haciendo y participando en las revoluciones emancipadoras, se diluyeron en una inmensidad territorial de infarto, y el sentimiento de culpabilidad por la incultura y la pobreza afianzó, localidad por localidad, las excelencias de los caciques y los bienaventurados que, aunque no había castillos por tradición, desarrollaron aquella teoría que las ruedas fabricadas en Chile, por poner un ejemplo, eran cuadradas, mientras que las que llegaban de Usa, eran redondas.

Nuestros partisanos en este lado de la mar, fueron, nosotros somos herederos de ellos, aquellos silenciosos perdedores de la rebelión clericó-militar-fascista, simplemente por planteamientos netamente económicos de seguir viviendo del trabajo lleno de culpabilidad y apatía de los de abajo. Y aquellos hermosos chispazos que nos llegaron aunque fueran enlatados de los emancipadores de la América Morena, nos sirvieron para sentirnos que no estábamos solos, porque ya hubo otros que lo intentaron porque se percataron del asunto.

Cuba, los treinta, o treinta y unos años de lucha armada contra la sonrisa y la apatía cubana, siempre ha tenido un valor especial entre muchos de los que estamos en este lado de la mar, porque se obtiene un denominador casi común de que el plumero de dios y patria se dejó de lado, y lo que primó en todos los frentes de lucha fue la tierra y la hacienda, y eso, después de siglos de mentiras y de renglones torcidos, fue un rayo muy luminoso de esperanza.

Rayo que ahora lo tienen oculto en las organizaciones, mesas, reuniones, donde surgen solamente palabras gastadas de unidad, patria, lucha contra el mal, mientras están pisando o les están sirviendo de alfombra los pobres de la tierra, en un intento logrado por ahora, de involucionar el pensamiento y los hechos de muchos a los que tenemos presente en nuestras aspiraciones para la humanidad presente y futura.

Salud y Felicidad. Juan Eladio Palmis.

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Firmas

  1. ABRIRME PASO
    Abrirme paso
    como agua de río que pasa
    y le gusta solo la cuesta abajo
    y no se complica
    en desniveles
    ni altibajos.
    Abrirme paso
    entre la estupidez
    de tanto recetador y receta,
    de gente matemáticamente recta,
    de bien,
    que parece se van a quedar aquí
    en conserva para siempre.
    Y cuando se cansen
    tienen fabricado y en propiedad
    el más allá,
    en todo,
    como el más acá,
    sin que recordemos
    que nacimos
    porque fuimos
    por ellos avisados,
    para que lo hiciéramos
    o quedarnos
    donde no sabíamos
    ni que estábamos.
    Y si no sabemos dónde estuvimos
    ni dónde vamos
    los que no somos de su santa cuerda,
    no sé qué esperamos para abrir
    la botella y emborracharnos.

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