La hispanidad desde la critica castellanista

Alexander Domenech, es hispanista.
Como dice la oda de Maragall:
«España, España, ¡vuelve en ti,
arranca el lloro de madre!
Oh triste España.»
Antes de que me maten, léanme, puesto que quizás ofrezca una mirada amarga, pero sigue siendo la visión de una «España» que enraíza sus problemas en el olvido.
Esta patria se ha visto dividida mil veces desde que dejo de ser «la de los dos hemisferios», desgarrada entre un jacobinismo y un soberanismo creado artificialmente de forma reciente.

¡Ni ese soberanismo es el de Macía que hablaba de reunificar Iberia! ¡Ni ese jacobinismo es el que defendía las patrias regionales ni su historia!

Se ha perdido ese espíritu en favor de una Europa más interesada en el interés de sus élites y de Alemania que de los pueblos que la conforman. Se utiliza el pasado de España y de su imperio para hablar de una «primera unificación europea».
¡Falacias y mentiras!

No hubo mayor derrota para Castilla ni para España que la de Villalar o la caída de las germanías.

Esos «traidores» a España luchaban unidos contra un rey extranjero  por mantener su soberanía, apoyados en sus afanes de unión por la nobleza portuguesa.
Es en ese momento cuando se crearon las primeras «constituciones» de Europa. Son valencianos, aragoneses, castellanos los que lucharon en el nombre de la España que dio la reconquista, de la corona que adelantaba a las demás.
Fueron las leyes que salieron de esa rebelión en las que se protegían a «indios y comunes».
Amigos, revisen la Ley perpetua de la junta de Ávila. Siglos antes que nadie en Europa ya preveía el estado compuesto junto a los reinos aragoneses. Memoria queda en América de dichos textos, puesto que luego fueron adoptadas en su mayoría dentro de las “Leyes de Indias”.

Hoy en día la hispanidad no tiene tierra madre, ha sido fagocitada por sí misma. Mataron a Castilla, una madre de España, dejaron a Aragón como un páramo histórico.

Recuerdan más nuestra esencia los hermanos de allende al mar que nosotros mismos. Aunque por desgracia han ensoñado las suyas durante décadas. Pero todo ha comenzado a cambiar ahora.
Veo que de la antigua Hispania ya no queda nada, mientras que los hispanoamericanos comienzan a unirse rechazando las falsedades del indigenismo y el populismo.
Queda nuestra esperanza en esa tierra de mestizaje y cultura.
Mil veces Castilla prefiere estar con América que con Alemania. Que toda España vuelva en sí.
«Oh triste España».
¡Viva la hispanidad!

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