Foto: La hermana Carmelita Dinorah de Santa Teresita. La Habana.
París, 19 de agosto de 2019.
Querida Ofelia:
Ayer recibí desde el Carmelo de San Cristóbal de La Habana esta reseña sobre la vida de nuestra inolvidable Dinorah.
“¡Alabado sea Jesucristo!
A todos nuestros hermanos y hermanas:
Reciban un cordial saludo y nuestra felicitación a cada uno por esta próxima fiesta de nuestra amada Madre Santísima del Carmen.
Les compartimos una breve semblanza de la vida de nuestra querida hermana María Dinorah de Santa Teresita, que ya goza de la presencia de Dios en el cielo. La seguimos encomendando a sus oraciones por su eterno descanso.
Fraternalmente,
Sus hermanas Carmelitas Descalzas de Cuba
Breve reseña de nuestra Hna. María Dinorah de Santa Teresita
J.M.+J.T.
La Habana, Cuba. 21 de Junio de 2013.
En el hermoso pueblecito de Camajuaní, en la provincia de Las Villas, el día 22 de Diciembre de 1933, vio la luz primera nuestra querida hermana María Dinorah.
Del hogar de sus buenos padres, Electa y Ofelio, nacieron otros seis hijos más: Ada, Elvira, Ofelia, Emma, Raúl y Humberto, siendo ella la más pequeña de sus hermanos.
Nuestra hermana María Dinorah siempre que recordaba sus años de infancia y juventud lo hacía de un modo alegre y jovial, siempre los contaba como años felices en que sus hermanas mayores que ella, la mimaban y rodeaban de cariño.
Siendo muy pequeña, su familia se trasladó para La Habana. Ella contaba que vinieron a vivir muy cerca de nuestro monasterio y que, pequeñita, se acordaba muy bien de que sus hermanas la traían aquí. Luego que se mudaron para la calle Hospital en Centro Habana, no volvió más por aquí, sino después de ya ser una joven madura en que comenzó a sentir el llamado de nuestro Señor para la vida religiosa en el Carmelo.
Cuando joven, ella frecuentaba la Parroquia del Carmen que siempre ha sido atendida por nuestros Padres Carmelitas. Allí desempeñaba muy bien su misión de catequista y también pertenecía a lo que en aquel tiempo se llamaba la “Venerable Orden Tercera”, que hoy es el Carmelo Seglar.
El día 13 de Mayo de 1965 entró en nuestro Carmelo toda feliz para entregarse a Nuestro Señor, siendo desde siempre muy puntual a los actos de comunidad y liturgia de las horas.
Eran “tiempos recios” ya que debido a la situación política del país, muchas de nuestras hermanas tuvieron que irse, muy a su pesar, a otros Carmelos en México y España, que les abrieron sus puertas generosamente. Nuestra hermana les escribía cartitas invitándolas a regresar de nuevo a su Patria querida, como así lo hicieron algunas de las que partieron.
El 13 de Noviembre de aquel mismo año 1965, tomó el santo hábito. Toda feliz comenzó su etapa del Santo Noviciado hasta el 14 de noviembre de 1966, en que hizo, en la fiesta de todos los santos de la Orden, su Profesión de Votos temporales.
Ya, neo-profesa, siempre se esmeró en vivir la Regla, Constituciones y todas las santas costumbres lo mejor que pudo. Contaba que siempre se encontraba tentada de risa, cosa que trató de enmendarse, pues decía que temía que la fueran a echar por esta tentación.
Por fin, el 14 de Noviembre de 1969, hizo su Profesión Solemne pasando de lleno a vivir en Comunidad. En el noviciado tuvo por connovicias a 2 hermanas que entraron después que ella y que la conocieron antes de entrar, en la Parroquia del Carmen.
Luego de estar de lleno en la vida de comunidad, la destinaron varias veces como enfermera, oficio que desempeñaba con gran caridad. Así mismo el de provisora y el de las hostias, pero el que más le gustaba hacer era el de gallinera; gozaba atendiendo a los animalitos. De hecho, la caída que se dio mes y medio antes de su muerte fue desempeñando ese oficio.
También le gustaba el oficio de tejedora, aprendió a tejer a máquina aquí en el monasterio, y cuando tenía una oportunidad en medio de sus múltiples ocupaciones, se iba a tejer para tener después algún regalito que ofrecer a nuestra Madre para algún niñito pobre.
Era muy caritativa con los obreros que entraban a trabajar y cuando llegaban las Navidades, elaboraba turrones con anticipación para regalarlos, aún a pesar de sus enfermedades y achaques, que eran muchos, para obsequiar a los empleados que atendían las oficinas de fuera del monasterio y a las cuales debíamos acudir para que nos atendieran en las diversas necesidades. Siempre acompañaba esos turrones con una tarjeta navideña que les transmitiera un mensaje.
Fue Priora de la Comunidad por un trienio y también estuvo algún tiempo como maestra de las Novicias.
Era muy puntual y exigente consigo misma y a la vez era muy exigente con todas las hermanas, le gustaba exigir que el trabajo se hiciera bien, pues tenía un carácter muy fuerte, emprendedor y con una fuerza de voluntad muy grande.
El día 24 de Abril de este año 2013, sufrió una caída atendiendo el gallinero, es llevada de inmediato al Hospital Ortopédico donde la intervinieron quirúrgicamente el 26 de Abril, pues se fracturó la cadera. De esta operación, gracias a Dios, salió bastante bien, pero no podía caminar hasta que pasaran tres meses de recuperación. Nuestra Madre María de la Santa Faz habló con ella para ver si deseaba ir a recuperarse al Hospital Paula que es atendido por nuestras hermanas Carmelitas Misioneras, a lo que accedió, pues sabía que nosotras no íbamos a poder movilizarla en el delicado estado en que se encontraba.
Las Carmelitas Misioneras la atendieron exquisitamente, pues se encontraba con todas las comodidades que exigía su estado de salud. Debido a la caída, a los pocos días de estar allí, comenzó a sentirse mal de una hernia de la cual padecía hacía años. Así que se le trasladó rápidamente al Hospital de Emergencias donde se le practicaron diversos exámenes para regresar de nuevo al Hospital Paula.
En vista de que no mejoraba, se le trasladó al Hospital Fajardo donde la ingresan y operan de nuevo el 21 de Mayo de dicha hernia. Allí permanece en un estado de mejorías y agravamientos y de nuevo le practican de gravedad otra operación en el vientre. Después de esta última operación no salió más de cuidados intensivos, allí permaneció muy grave hasta que entregó su Espíritu a Nuestro Señor en la madrugada del 7 de Junio, Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús.
Hay que destacar y agradecer muy de corazón a nuestras queridas hermanas Carmelitas Misioneras, que en todo momento estuvieron junto a nosotras como verdadera familia. A la Dra. Juanita Velázquez, que en todo momento estuvo a su lado; a los enfermeros Lidia y Maikel, que estuvieron siempre muy pendientes de ella, y a tantas personas buenas y generosas que estuvieron junto a nosotras en todos esos dolorosos momentos.
Esa misma madrugada, nuestra Madre y la hermana Andrea, fueron inmediatamente para el hospital y allí estuvieron hasta que trajeron su cuerpo para velarla aquí con nosotras y tantas personas buenas que nos acompañaron. Nuestros Padres Carmelitas, tan cercanos como siempre, nos confortaron espiritualmente; en vida de la hermana le administraron la unción de los enfermos en varias oportunidades y luego estuvieron todos en la Misa de Exequias con varios Sacerdotes más que nos acompañaron. Presidió la Misa de cuerpo presente N.P. Fco. Javier Mena, Vicario del Caribe. A continuación se procedió al entierro, acompañándonos muchas personas cercanas a la comunidad hasta el Cementerio de la Ciudad no lejos del Monasterio.
Ella no pudo alcanzar en esta vida el poder conocer a nuestras muy queridas hermanas de la Federación de México que nos han venido a ayudar de un modo sustancial y eficaz; pero estamos seguras de que desde el cielo intercederá ante nuestro Señor para que este proyecto sea una realidad positiva que dé mucha gloria a Dios y produzca mucho bien en las almas.
Descanse en paz, querida hermana Dinorah”.
Dinorah
¡Qué gran tristeza siento en estos momentos! Acabo de recibir lo que sigue desde San Cristóbal de La Habana:
“Querido Félix José:
Hoy viernes, 7 de junio, a las 5 de la mañana, falleció la hermana Dinorah. Dios se la llevó después de 3 días de martirio. Se mezclaron la alegría y la tristeza. No te puedo decir. Alegría porque dejó de sufrir y tristeza porque se nos fue definitivamente.
A la una de la tarde abrieron las puertas de la iglesia del convento para que pudieran verla. Estaba en el salón grande, al lado de la iglesia, donde ellas oran, cantan durante las misas y toman su comunión diaria. Allá estaba ella, cerca de la reja para que todas la vieran, muy linda, con un crucifijo en la mano y su túnica de religiosa. Tenía lirios blancos a su alrededor así como en todo el altar. En el fondo estaban las monjitas orando. Ella se veía completa. Al parecer estaba encima del ataúd para que se viera el cuerpo completo.
A las dos y cuarto se dio una misa preciosa de difuntos. Asistió la máxima autoridad de la orden de las Teresas o Teresianas que casualmente estaba en Cuba. Él presidió la misa. Junto con él asistieron otros sacerdotes de distintas iglesias, dos monaguillos y un auxiliar. Fue una misa muy bonita dedicada a ella. Cuando se terminó todos pasaron a donde estaba ella y le rezaron y le pusieron mucho incienso. La pusieron luego en el ataúd. Esto no lo pudimos ver pero si oímos la ceremonia final. Hubo muchos cantos.
Eran las cuatro cuando vino el carro fúnebre y salió por un portón que queda por la calle 20. Había unos 20 carros en el cortejo que la llevó al cementerio. Había diferentes órdenes religiosas. Salió también la Hermana María, la superiora, y la hermana Onelia, ya mayor que era la que siempre estaba con ella, era la más allegada, la que hacía las ostias con Dinorah. Llegó un sobrino de ella que vino de Santa Clara. Yo no lo conocía.
Media hora más tarde se llevó a la capilla del cementerio y le dieron la última despedida religiosa. También le cantaron las monjitas. De ahí salimos y fuimos al panteón que está destinado para las carmelitas. Ahí también le cantaron las monjitas hasta que le pusieron la tapa. La madre superiora dio las gracias a todos.
Hubo un fotógrafo que me dijeron que lo había enviado Eusebio Leal. En unos días yo llamaré al convento para ver si logro que me den algunas digitales para podértelas mandar. Realmente yo tengo mi cámara pero no la llevé porque me parecía que en un acto tan solemne no se sacaban fotos, pero había hasta una monjita de Costa Rica que sacó muchas. Yo me acerqué a ella para pedírselas y me dijo que esa misma tarde se iba para Costa Rica.
Recibe un fuerte abrazo querido Félix José. Te lo explique con detalles porque yo sé lo que ella significó para ti”.
Recuerdo cuando llegamos huyendo a la capital cubana en febrero de 1959 procedentes de Camajuaní, dejando atrás tantas humillaciones y con sólo 45 pesos en los bolsillos y dos cajas de cartón. Mis padres no tenían trabajo y sólo la solidaridad familiar y la de buenos amigos nos permitía sobrevivir. Mi hermano tenía seis años y yo acababa de cumplir diez.
En aquel momento apareció una muchacha que había nacido en Camajuaní, era prima de Graciela, la esposa de mi tío Renato. Ella se interesó mucho por nosotros. Comenzó por llevarme al catecismo a la Iglesia de Monserrate que está situada en Galiano y Concordia. Yo había crecido rápidamente y mis padres no tenían dinero para comprarme: la elegante chaqueta, rosario, misal de nácar, cirio, lirios, cordones, etc. Toda esa ostentación que aún veo en las vidrieras de las ciudades españolas cuando las visito. Las niñas parecían que se iban a casar o que eran Cenicientas antes de las 12 p.m. Aquí en la rica Francia la Iglesia lo prohibe, todos llevan una simple toga blanca de algodón y un cordón al cuello con una cruz de madera.
Dinorah me compró una camisa blanca de mangas largas, un pantalón largo de algodón blanco y unos “tenis” blancos. El cirio era sencillo, no llevaba lirios, el rosario era de plástico y el misal tenía cubierta de cartón (éstos dos últimos los conservo aquí en París). Cuando ella se dio cuenta de que me sentía pobre o ridículo rodeado de tantos niños lujosamente ataviados, me dijo unas palabras que recuerdo perfectamente: “Para Dios todos los niños son iguales, no hay ricos ni pobres, lo importante es que vayan vestidos de blanco, símbolo de la pureza. Que el corazón esté lleno de paz y amor y… el tuyo lo está”.
Así fue como gracias a ella tomé mi Primera Comunión de manos del padre Lobato.
Posteriormente ella habló con el Padre Clemente (Teodoro Becerril), de la Iglesia de Nuestra Señora del Carmen, que era director de la escuela primaria católica Carmelo y Praga, aledaña a la iglesia y a la cual se entraba por la calle Concordia entre Infanta y San Francisco. Mi hermano y yo pudimos estudiar casi gratis en esa escuela e incluso Dinorah se encargó de nuestros uniformes, maletines, libros, lápices, etc.
Poco a poco ella vendió todo lo que poseía y se dedicó a ayudar a los niños pobres. Hasta que un día decidió entrar como novicia en el Convento de las Carmelitas Descalzas que está aún hoy día en El Vedado. Proclamó que se iba a dedicar a la oración para que Dios nos perdonara a nosotros los pecadores. Pero su corazón era digno de San Francisco de Asís y desde aquel convento no dejó nunca de ayudar y pedir ayuda para los pobres y sobre todo para los niños pobres.
Cada mes iba con mi esposa y nuestro hijo a verla, le llevaba chocolate, que era su pecado “gourmet”. Un día al ver a un grupo de monjas tras la reja, mi hijo de cuatro años les preguntó: ¿Por qué ustedes están en esa jaula? Lo cual levantó un ataque de risas entre todas las monjitas. El día de Nuestra Sra. del Carmen ellas organizaban en el claustro del Convento una fiesta infantil. Nosotros llevábamos a nuestro hijo y lo dejábamos en la puerta. Lo recogíamos un par de horas más tarde, ya que por la Regla de las Carmelitas, a los adultos nos estaba vedado el ingreso al Convento.
En 1980, mi familia quedo apestada al no poder irnos por el puerto del Mariel, al negarnos la salida en la lancha que había enviado mi suegro. EL C.D.R. nos había hecho mítines de repudio y nos acosaba. Mi esposa y yo fuimos expulsados de los trabajos y el niño del círculo infantil. Cuando logré entrevistarme con el cónsul francés para solicitar visas de refugiados, éste me entregó unos formularios en donde se pedía adjuntar cartas de personas que pudieran dar fe de nuestra moral, de nuestra honestidad. A mí se me vino el mundo abajo, no sabía qué hacer. Decidí ir al convento y no sólo logré el testimonio favorable de Dinorah, sino también el del Padre Clemente. Éste último nos había casado y también bautizado a nuestro hijo.
A lo largo de más de 30 años, desde que logramos salir de Cuba el 21 de mayo de 1981, siempre he estado en contacto con ella por medio de: pilotos, azafatas, diplomáticos de tres países europeos, amigos y colegas franceses que han ido a Cuba como turistas, empleados de empresas españolas, francesas e italianas residentes en Cuba, etc. Por medio de ellos Dinorah me enviaba cartas y recetas de medicinas, de espejuelos, tallas de ropas y zapatos de niños, etc. Y yo – es la primera vez que lo cuento-, gracias a donaciones de una red de amigos, colegas y de mis estudiantes, le he enviado decenas de valijas cada año llenas de medicinas, juguetes, ropas y zapatos sobre todo de niños. Ella llamaba por teléfono a las monjas de La Caridad, para que repartieran todo entre los pobres. A veces ella misma le daba las ropas a familias pobres que iban a verla al Convento a pedir ayuda.
Cada año para poder celebrar la Fiesta de Nuestra Señora del Carmen en el Convento y en la parroquia de la calle Infanta, desde Francia recibía los caramelos, globos, plumones, libros de colorear, bolígrafos y dinero para poder comprar los dulces, gracias a la misma red de amigos de la cual te escribí más arriba.
Conservo la carta donde me anunciaba que el Panteón de las Carmelitas en el Cementerio de Colón había sido profanado, habían roto todas las tapas de mármol, tirado los restos de las monjas al piso y se habían robado sólo los cráneos. Ella no comprendía cómo tal cosa pudiera ocurrir en Cuba. Aún no sé si los causantes de tal fechoría fueron arrestados.
Hace dos años su prima Graciela murió. Dejó a su esposo- mi tío Renato-, inválido en un sillón de ruedas que yo había logrado hacerle llegar a un joven minusválido desde Francia gracias a una azafata. Al fallecer el joven, su madre que es prima mía, se lo prestó. Pero Renato comenzó a sufrir todo tipo de humillaciones, abusos inadmisibles e intimidaciones por parte del hijo con el cual vivía. Dinorah movió cielo y tierra y logró conseguirle una habitación en un asilo de ancianos que administra la Iglesia, donde Renato iba cada tarde a la misa a rogar a Dios que lo llamara para reunirse con sus once hermanos, sus padres y Graciela cerca del Señor. Hace sólo unos meses esto ocurrió. Unos días antes él me dijo por teléfono: – “Dinorah me salvó y ahora puedo vivir en paz y sin miedo hasta que Dios me llame”. Y así fue.
Cuando supe que Dinorah había sido operada y que le sería muy difícil caminar, comencé a buscar cómo conseguir un sillón de ruedas y cómo enviarlo. Los padres de un estudiante que trabajan en una compañía de aviación me aseguraron que lo podrían embarcar en París y que lo entregarían en el Convento. Hice un llamado a amigos, colegas y estudiantes para saber si alguien podía donar uno que tuviera en casa, de una persona que hubiera fallecido y… aquí te cuento la reacción de una colega:
-“Pero querido Félix, en el Tercer Mundo eso es muy fácil de resolver, no es necesario mandar un sillón de ruedas desde aquí. Se cogen dos ruedas de bicicletas, se unen por una barra de hierro y se les atornilla arriba una silla de madera y ya está”.
Yo me quedé estupefacto ante esa pija que vive en un apartamento de lujo de París y le contesté irónicamente: “Es cierto, no lo había pensado, entonces por favor, consígueme dos ruedas de bicicleta, una barra de hierro y una silla de madera para mandarlo a la monja a Cuba”.
Lógicamente ella se dio cuenta de mi ironía y nuestras relaciones se han enfriado.
Cuando recibí la noticia de que Dinorah había sido llamada por Dios, estaba autorizado por la dirección a pedir a mis estudiantes que cada cual ofreciera por lo menos un euro, para comprar un sillón de ruedas simple y sólido, cuyo precio de catálogo es de 386 euros.
Querida e inolvidable Dinorah:
Extrañaré tus bellas cartas, tus postales hechas por ti misma ; mi corazón está triste ; siempre te he querido, porque formas parte de mi vida. Tu vida es un ejemplo verdadero de dedicación a la oración y de ayuda a los pobres y a los desamparados. Estoy seguro de que en estos momentos estás muy cerca de Dios. Ruega por nosotros, te lo pido de todo corazón, aunque sé que ya lo debes de estar haciendo.
Mientras escribo la presente te tengo una vela encendida sobre el escritorio.
Un gran abrazo a las dos desde La Ciudad Luz con todo el cariño del mundo,
Félix José Hernández.