«A mediados del siglo XV, en la Península Ibérica no quedaban más que cuatro reinos cristianos: Portugal, Castilla, Aragón y Navarra. Los cuatro se consideraban originales, distintos, pero hermanos: todos eran españoles. A pesar de las diferencias políticas, existía una solidaridad indudable, se consideraban hermanos y compartían la idea de reconstituir la unidad política perdida(…) Los enlaces matrimoniales estaban destinados a recuperar la unidad peninsular y la boda de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, en 1469, puso los cimientos de ese proceso(…) Es mucho más que una simple unión dinástica [por los Reyes Católicos]. Es una unión política. Las dos Coronas conservan sus instituciones, su lengua, sus aduanas, etc. Pero, al tiempo, tienen conciencia de formar parte de un mismo grupo y el propósito de que la unidad, existente ya desde el punto de vista cultural, sea política(…) Visto desde fuera, a partir de los Reyes Católicos, España es una unidad. En el exterior se habla de la política española, del ejército español, de la monarquía española. Hay dos Coronas, pero desde fuera, y esto acaba teniendo consecuencias dentro, lo que se fragua es España».
–Joseph Pérez