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La Cortijá murciana, botón de muestra de España

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En aquellos terribles años, una autoridad apellidado Garfias, no le tembló al erigir una estatua en honor al peor y más letal rey que nunca ha existido, Fernando VII.

Para aquellos amigos del Diario de la Marina que no estén orientados dónde está ubicada la singular cortijá murciana, les hablaré de una Comunidad Uniprovincial que, entendiendo a tope su modestia capitalina, con su habitual grado político de perullismo del más claro sabor rancio, la intituló Comunidad de Murcia, nada de Murciana, de Murcia, y se quedó solitaria y solica por su malas trazas, en el sureste español.
Los vendedores de botones con llevar uno de muestra hacían sus operaciones mercantiles. España, con analizar a la cortijá murciana, se tiene la idea más cabal del color y cómo pita está España del nuevo “holocausto piadoso”, que están fotocopiando tiempos de aquel rey letal para España que se llamo Fernando VII, que dentro de poco los veremos subido a los altares, tal y como quieren dibujarlo las crónicas de ahora.
La prensa, incluso aquel periódico de Cuba considerado como el mejor cubano de todos los tiempos, el conservador Diario de La Marina, del que fuera propietario y primer director el gallego de Vigo Isidoro Araujo de Lira, lo mismo, pero de mucha menos categoría, el Correo Murciano, adjetivar como bandolero a una persona en aquella vuelta al poder de los que deben, por designio del cristianismo, por los siglos de los siglos, ostentarlo: la derechona, era lo habitual. Y como bandoleros fueron adjetivados los que intentaron acabar con uno de los grandes negocios que todavía existe vivo y humillando: la esclavitud, o tener dignidad.
Por tanto con ver el botón de muestra de aquel “bandolero” levantino, Jaime Alonso el Barbudo, que fue frito sin hojas de laurel en pleno mes de julio del cercano 1.824, en la ciudad capital de la Cortijá Murciana en aceite de oliva, cuando que se le escapó de las manos a la cofradía del “Ángel Exterminador”, que en un compás de ralentización de la Santísima Inquisición, surgió para consolidar la fe y aumentar las viudas a socorrer, estamos delante de una página muy cercana a nuestra actualidad, de la que no se habla, cuando el genocidio más atroz, el holocausto más horrendo o tan horrendo como el degüello general de judíos de 1.391, ha quedado totalmente en la más absoluta impunidad, no solo por el lado de la justicia a la española, sino de la divulgación para el conocimiento de las gentes.
Sin sartenes con aceite hirviendo, porque para conservar las carnes y poder exhibirla ahora están los frigoríficos y la televisión, aunque la crónica se le escapa un detalle básico de que el tal bandolero, el citado Jaime Alonso el Barbudo, a base de trabuco trataba de defender lo suyo, y por tal cosa se llevó la admiración de gente extranjera, pero no pasó el examen de incondicional requerido para ser amichi de los amichis, no existe ninguna diferencia entre el absolutismo de aquel Decenio Ignominioso, que campeó con toda impunidad en la cortijá murciana a partir de freír al “bandolero” Jaime Alonso, y después no pagarle ni el aceite al verdugo, con la impunidad, eso sí, de momento sin sartenes, de dejar arruinarse los hospitales públicos, las universidades públicas, la enseñanza pública, en favor de los amichis apostólicos, gracias a un pueblo al mismo nivel de miedo de cuando Jaime José Cayetano Alonso El Barbudo, partidario, como no, del rey Fernando VII, hasta que pensó por su cuenta.
Una trama oscura que lleva a que ostién a un poderosos consejero, según, la izquierda poliédrica, y no se dé después publicidad de por qué y quiénes fueron aquellos que lo ostiaron. Un presidente de la cortijá, que a nivel nacional representa solo a cinco voces en el Congreso, pero que en su entorno y defensa está girando toda España, tiene un olor tan fuerte y desagradable como hace total unos años, sin temer al calor reinante en julio en la ciudad de Murcia, la gente se apelotonó para presenciar el macabro asunto de ajusticiar a un hombre que a veces cometía el tremendo delito de ayudar a su prójimo menos favorecido, y que en ocasión detuvo a un fraile portador de documentos subversivos.
En aquellos terribles años, la Cortijá, de las manos de una autoridad, sarcástica que es la casualidad, apellidado Garfias, no le tembló, al contrario, erigir una estatua en honor al peor y más letal rey que nunca ha existido, Fernando VII, y ser alumna de Madrid, para que la justicia a la española no podía andarse con remilgos. Y si en la capital, por aquello de un mayor presupuesto, al general Riego el año anterior por ser liberal se le descuartizó en cinco partes, en la cortijá se frieron las cuatro partes en las que se dividió el cuerpo pecador del dicho bandolero, atendiendo aquello de las restricciones y el gasto público.
Como podemos ver, hay asuntos que la cortijá los copia de la capital, de Madrid, pero otros, llevan al parecer todo el recorrido desde aquí hacia la capital, porque no cabe en lógica alguna ese amor desmesurado de Madrid hacia los votos de los diputados murcianos.
Y la Onu, el organismo que debe de velar por el medio ambiente, no tiene cojones a decirle nada a China, y tampoco preocuparse por el holocausto ambiental que significa el Mar Menor Muerto de la Cortijá Murciana y la Bahía de Portman.
Salud y Felicidad. Juan Eladio Palmis.

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Firmas

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    de la grama verde,
    de la avena,
    de yuntero,
    de cebolla,
    de algodón republicano…
    Quiero ser el hortelano.
    Quiero ser el hortelano,
    poeta del pueblo,
    poeta.
    A quién se le ocurra
    mover un solo dedo
    para lavar lo tuyo
    ¡Malhaya el mundo
    entero!
    No hay nada que lavar,
    nada,
    nada que devolver,
    nada.
    A ti te deben,
    te debemos,
    otros pagos
    sin lavatorios,
    sin monsergas
    de papeles.
    Tú, el poeta,
    de Orihuela
    y de todos los pueblos
    y de las ciudades,
    y del mundo entero,
    ¿Quién te va a lavar?
    ¿De qué?
    Para lavarte a ti,
    hay que lavar
    con jabón
    y estropajo
    hasta que sangren
    las heridas,
    las lenguas
    de todos
    los políticos,
    y de todos
    los tribunales,
    primero.

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