La conquista británica de España (segunda parte)

Si te gustó el primer trabajo de Cesáreo Jarabo, sin dudas apreciarás la segunda parte. Aquí desnuda a Francisco de Miranda, se destaca el papel de la masonería y se indican claramente las razones por las cuales los criollos se ligaron contra España apoyados por Inglaterra y otras potencias europeas.

La conquista británica de España (segunda parte)

Pero, ¿quién era Francisco de Miranda?
Francisco de Miranda luchó en el norte de África a la orden del ejército español, hasta obtener el grado de Capitán, siendo ascendido a teniente coronel en la batalla de Pensacola. “Combatió en Pensacola como oficial del ejército español, en apoyo a la causa norteamericana. Luego mantuvo con ellos una relación privilegiada, pues vivió en Filadelfia entre 1783 y 1784, después de abandonar el ejército español.” Un abandono al que vio forzado tras haber sido condenado por delito de comercio ilegal y haber desertado.
Curiosamente, esta amistad por lo ajeno es común a varios “próceres”. José Stevenson Collante, grado 33 de la masonería, dice sobre Miranda, insinuando que la traición era una invención de sus acusadores que,

“por razones religiosas como anticristiano y por la manifiesta antipatía de los militares españoles el General De Miranda es acusado de simpatizar en 1782 con los ingleses, lo que le ocasiona ser tomado prisionero y encarcelado en el Castillo del Príncipe en La Habana, de donde logró huir a Carolina del Sur en 1783 y conoce a Jorge Washington, victorioso de la Revolución Norte-americana. Lograda su independencia, con deseo de libertad realiza un viaje de observación por varios países de Europa, donde tuvo la oportunidad de conocer y tratar con varios personajes importantes del mundo Europeo, como Catalina II zarina de Rusia y Federico II de Prusia, quienes le prometieron ayuda para la puesta en marcha de sus aspiraciones libertarias de América Meridional.”

En relación a esta promesa, haremos caso a lo que nos indica el señor masón del grado 33, pero a lo que parece no fue más allá de la carta de crédito que le dio, a la que el mismo Miranda hace referencia en su carta de agradecimiento de 15 de Agosto de 1787, que termina diciendo: “La Letra de Crédito que V.M. ha tenido a bien agregar, será utilizada juiciosamente en caso de necesidad y siempre satisfecha por mi parte, teniendo el honor de considerarme con sincero agradecimiento y profundo respecto de V.M.I., el más humilde y muy obediente servidor”.
Residiría tres años en Londres, de 1802 a 1805, donde regresaría en 1807, para marchar en 1812. En Londres, conforme relata el mismo José Stevenson Collante, entraría en la órbita de la masonería, bajo cuyo auspicio fundaría la logia “La Gran Reunión Americana”. “Allí adoctrinaba, como Gran Maestro, a los patriotas americanos y revolucionarios que venían de sus países de origen, destacándose entre ellos los chilenos Bernardo O’Higgins, José M. Carrera, Juan Martínez, Gregorio Argomedo, Juan A. Rojas; los argentinos José de San Martín, José Ma. Zapiola, Carlos Ma. de Alvear, Bernardo Monteagudo y Mariano Moreno, quienes en 1811, organizaron en Buenos Aires la Logia Lautaro, que luego fue extendida a Mendoza y a la ciudad de Santiago de Chile; de México, el fraile Bernardo Teresa de Mier, Vicente Rocafuerte, Carlos Montufar; de Cuba, Pedro Caro; de Venezuela don Andrés Bello, Luís López Méndez y el Libertador Simón Bolívar; de Santafé José Ma. Vergara Lozano, eran los más asiduos contertulios a las famosas Tenidas.”
Allí tomaría contacto con alguien que le había precedido. El primero que en estas circunstancias y de forma manifiesta se presentó como enemigo del ser de España, fue el Jesuita Juan Pablo Vizcardo y Guzmán, un personaje que, contando como católico, curiosamente, fue muy bien atendido por la corte británica. Llegó a Londres “a requerimiento del gobierno británico”, y bajo su auspicio, en 1799, publicaba en Londres el manifiesto titulado “Carta dirigida a los españoles americanos”, que, según señala Secundino José Gutiérrez Álvarez,” además de atacar a José Gálvez, ministro de Indias, por su «manifiesto y general odio a todos los criollos», es también un duro alegato reclamando el derecho de los criollos al gobierno americano.

Por primera vez un criollo llama a sus compatriotas a rebelarse contra la Corona española y alcanzar su libertad, porque se la niega el gobierno de su propia patria…/…

La Carta de Vizcardo, distribuida por Miranda, adquirió una amplia difusión en Venezuela, Colombia y Perú. Sucedió, igualmente, con los escritos de Juan de Velasco y Clavijero, dos jesuitas exiliados en Italia.” La “carta” no era sino la expresión de la oligarquía criolla que llevaba tiempo pretendiendo imponerse a las leyes, por lo general en detrimento de los otros sectores de la sociedad más deprimidos y que contaban con el apoyo de la Corona.
Para Edgar Montiel, “la estrategia discursiva de los independentistas americanos incluía promesas de una liberación de la fuerza de trabajo servil en aras de un estatuto ciudadano que diera la igualdad a blancos ricos y pobres, indígenas y negros. Estos ideales tuvieron una gran resonancia en Europa donde la lucha se planteaba en términos de un cambio de régimen: la caída de la monarquía liberaba al Hombre de su condición de súbdito y le permitía acceder, gracias a su trabajo y sus méritos, a la igualdad de oportunidades.
La ecuación buscada era libertad con igualdad. Era la agenda de la revolución que se gestaba en Francia.

” Los principios señalados no tienen discusión; ¿quién no quiere la igualdad?; ¿quién no desea la eliminación del trabajo servil? Pero esas eran cuestiones, la primera de difícil solución a la que no se puede acceder sino mediante un trabajo continuado, y no ya durante años…, y la segunda era una cuestión que por el condicionamiento del Imperio Español nunca fue, ni de lejos, tan significativa como era en otros ámbitos, y en especial en el mundo anglosajón, y que por la propia dinámica de los tiempos, y con la necesaria intervención de las leyes, estaba en esos momentos, existente, sí, pero en franca vía de extinción.

A pesar de la importancia que tiene el tema por tratarse de personas, no era un asunto capital. Sí lo había sido en el mundo anglosajón, que ahora estaba muy interesado en acabar con unos métodos esclavistas en los que siempre fue pionero, pero no porque la filosofía humanista imbuyese, de golpe, las formas que venían aplicando, sino porque la revolución industrial exigía nuevos métodos de esclavitud en los que esa palabra había dejado de tener relevancia. Las pruebas del aserto las puede encontrar cualquiera que se interese en el trato dado al asunto a lo largo y ancho del imperio británico.
 

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