LA CAIDA DEL IMPERIO ESPAÑOL. LA RAZÓN FRANCESA

Gracias a las reflexiones de un amigo en una tertulia de sobremesa de domingo, tuve la oportunidad de leer que el conocido psiquiatra español, Juan Antonio Vallejo-Nájera, en su tan ovacionada novela «Yo, el Rey», donde relata el corto reinado de José Bonaparte, puso en boca del hermano de Napoleón, José Bonaparte, la afirmación de que España era una nación de «dementes».

José Bonaparte, como todos sabemos, nunca fue admitido como verdadero rey en España, porque su figura nos fue impuesta por la fuerza de las armas de un Dictador, que previamente había asolado los campos de batalla de Europa, responsabilizándose de la muerte de millones de personas y que, además, si pudo entrar en España, lo hizo por medio del engaño y arteras maquinaciones, haciéndose pasar por amigo para que le dejasen circular por tierras de España hacia Portugal. Y ya dentro de nuestro país, y a traición, tomó posesión de sus instituciones y el control de la vida militar, civil, institucional y económica, tal y como están haciendo hoy en día los «piratas del poder», que al infiltrarse como famélicas termitas en los cimientos de nuestra arquitectura institucional, están a punto de conseguir el hundimiento completo de nuestro sistema, lo que ni el propio Napoleón hubiera conseguido sin la intervención británica.

Podemos decir que aquella fue una invasión, en apariencia, de guante blanco, al menos al principio, pero que acabo generando una sangrienta guerra de independencia donde murieron cientos de miles de personas y se destruyeron casi todas las industrias españolas, muchas de ellas punteras tecnológicamente hablando, produciéndose, además, la disgregación del imperio español a través de múltiples guerras civiles de secesión, apoyadas y financiadas por Inglaterra, que ya se distinguió en España por su espíritu de rapiña.

En efecto, cuando el pueblo español se levantó en armas contra el francés, los ingleses entraron en España, con el pretexto de ayudar a los españoles, de esta manera, el pueblo español se encontró luchando contra 2 enemigos al mismo tiempo, Napoleón y Wellington, dedicándose este último a arrasar ciudades y pueblos enteros, pues su misión consistía en destruir el avance industrial y tecnológico que España había alcanzado desde que la máquina de vapor de Agustín de VENTACUORE se había vuelto más eficaz y productiva que la de James WAT. Aunque no conforme con la destrucción de la industria ibérica, se dedicó a expoliar todo el arte que fuese posible robar (incluso la gramática de Nebrija, fue robada. El 1º libro de gramática española se puede ver actualmente en el museo británico) y lo que no pudo robar, lo destruyó, como pasó en la sierra de Málaga donde arrasó las primeras fábricas textiles, los pueblos que las albergaban y, como ya tienen por costumbre, mataron a los obreros especializados que sabían hacerlas funcionar.  

Cuando los españoles consiguieron expulsar a Napoleón, España había quedado asolada, con casi un 1/3 de su población muerta en la guerra o en muy mal estado y sin recursos materiales ni humanos para relanzar su economía. En tales circunstancias, los ingleses empezaron a apoderarse del imperio español utilizando a militares españoles que habían sobrevivido a Napoleón como marionetas. Así es como José Francisco de SAN MARTIN, soldado español, decidió – pagado por un país enemigo de España: Inglaterra – atacar a su propio país, desmontar sus instituciones y vaciar las reservas de oro de sus bancos, para entregar lo que de él quedase a sus pagadores, convirtiéndolo, extrañamente, en un” héroe”. Está claro que tuvo mejor comunicación que Judas, y que recibió más de 30 monedas.

Pero, ¿Por qué Francia invadió España? ¿Conocemos las motivaciones de Napoleón y las intenciones de su hermano José?

Aún hay algunas personas que piensan, inocentemente, que su intención era meter a España en el carril de los países civilizados, lo que para él quería decir: afrancesados, ya sea de grado o de fuerza. Y por eso muchos escritores atribuyen a José Botella, hermano de Napoleón impuesto como rey en España, buenas y altruistas intenciones para sacar a España de su atraso secular. ¿Qué atraso secular tenía España?

Reconozco que podría agradecerle dos cosas: legalizar de nuevo las Corridas de Toros y mejorar el volumen de ventas de algunos viticultores, pero por el resto desearía que nunca hubiese puesto un pie en España.

Volviendo a la ortodoxia y siendo un poco más serios, ¿de qué atraso hablaban los franceses?, ¿un atraso tan importante y peligroso como para exigir y justificar una invasión militar?

Pero si éramos tan atrasados y pobres como se nos dice, ¿por qué correr el riesgo de invadirnos, de sufrir una derrota y de provocar la muerte de cientos de miles de personas?, ¿qué sentido tiene?

A pesar de que muchos los consideraban bienintencionados pues, supuestamente, querían sacarnos del atraso, yo los llamaría malintencionados y envidiosos, pues – no lo olvidemos – la pasión del corso por el oro era tan grande como la de los corsarios ingleses. No obstante, «cuando el río suena, ¡agua lleva!» dirán las plumas disidentes, tomando por buena la propaganda negro-legendaria.

Por ello, creo necesario hacer el siguiente inciso que explica la naturaleza del atraso español:

·        Recordemos que tan solo 4 años antes de la invasión de Napoleón, España era y estaba reconocida como la primera potencia mundial. De hecho, fue el único país que durante la epidemia mundial de viruela lanzó una expedición internacional para vacunar a una gran parte del mundo conocido. Expedición Balmis de 1803, que recorrió toda América, Filipinas y una parte de China. ¿Qué país atrasado hubiera podido lanzar una expedición de ese calibre, salvando cientos de miles de vidas e introduciendo novedades técnicas en la práctica de la medicina que salvarían muchas más vidas en las décadas posteriores? Ningún país europeo, salvando la excepción española, hubiera podido hacerlo en aquel momento.

Recordemos también, que una de las primeras cosas que destruyeron las tropas napoleónicas fue el segundo telescopio más grande del mundo, situado en Madrid. Además, España, sola o asociada a otras Cortes europeas, realizó 63 expediciones durante la Ilustración, más que ninguna otra nación en el mundo, lo que le valió el siguiente elogio del viajero y científico Alexander Von Humboldt: «Ningún gobierno ha invertido sumas mayores para adelantar los conocimientos de las plantas que el gobierno español. Tres expediciones botánicas, las del Perú, Nueva Granada y Nueva España […] han costado al Estado unos dos millones de francos […] Toda esta investigación, realizada durante veinte años en las regiones más fértiles del nuevo continente, no solo ha enriquecido los dominios de la ciencia con más de cuatro mil nuevas especies de plantas; también ha contribuido grandemente a la difusión del gusto por la Historia natural entre los habitantes del país». Por otro lado, sin un conocimiento profundo de la ciencia de la navegación y una tecnología de vanguardia, Elcano no hubiera podido completar la primera circunnavegación de la tierra. De hecho, Felipe II fundó la primera Academia de Ciencias y Matemáticas (1582) de Europa y uno de los primeros museos de «ciencia en la historia» con sede en Valladolid, así como fue promotor de un conjunto de academias matemáticas por todo el imperio. Pero no solo eso, España tenía la red más amplia de hospitales psiquiátricos de ese periodo. A iniciativa del padre mercedario Juan GILABERT JOFRE se había fundado en el sigo XV, en Valencia, el primer centro psiquiátrico del mundo con una organización terapéutica única. No olvidemos tampoco a Juanelo TURRIANO, que vino a España a solicitud de Carlos I para construir dos famosos relojes astronómicos, el Macrocosmo y el Cristalino, capaces de indicar la posición de los astros en cada momento. Aunque su artificio más famoso, a parte el autómata elaborado para Felipe II, fue su sistema hidráulico para elevar el agua desde el río Tajo hasta el Alcázar de Toledo, situado a unos cien metros de altura. Otro filósofo y científico de gran interés fue Domingo de Soto, de la Escuela de Salamanca, cuyos trabajos sobre mecánica son los cimientos de la obra de Galileo. También merece nuestra atención Alonso de Santa Cruz que fue el primero en describir la variación magnética, y Juan López Velasco, que describió los eclipses lunares entre 1577 y 1578. La teoría heliocéntrica gozó en la España Católica, donde Copérnico era de lectura obligatoria, de gran vigencia, mientras Calvino (Protestante Francés) se dedicaba a atacar a Copérnico por osar colocarse por encima del Espíritu Santo y Kaspar Peucer (Protestante Alemán), yerno de Melanchton y profesor como él de la protestante Universidad de Wittemberg, pidió en 1551 que se prohibiera sus enseñanzas. Otro personaje digno de mención fue Juan de HERRERA, arquitecto y matemático, director de las obras del Monasterio del Escorial y creador de las esclusas que permitieron la navegación por los canales de Aranjuez. Después de HERRERA, no podemos dejar de nombrar a Miguel SERVET, filósofo, teólogo, filólogo, geógrafo, astrónomo, fisiólogo y médico, cuyo descubrimiento sobre la circulación sanguínea sería fundamental para toda la ciencia médica. No obstante fue ordenada su muerte por el protestante francés Calvino, cerca de Ginebra. El número de personalidades científicas clave en el desarrollo de la ciencia europea es tal que resulta imposible nombrarlos a todos en este artículo, como a Juan de LASTANOSA, ingeniero hidráulico, Nicolás MONARDES, botánico, Jerónimo de AYANZ y BEAUMONT, ingeniero e inventor con más de 50 patentes, Hugo de OMERIQUE, matemático, Celestino MUTIS, agrónomo, botánico y terapeuta, que introdujo la quinina en Europa, aunque fuese una planta considerada demoníaca por los protestantes. También citaremos a Jorge JUAN, el primero en medir la longitud del meridiano terrestre en una expedición naval realizada entre 1736 y 1744, o Félix de AZARA que se dedicó a catalogar hasta 448 especies (preferentemente pájaros), corrigiendo por el camino la identificación y descripción de muchas especies sudamericanas que el famoso francés Conde de Buffon había anotado mal. Su trabajo facilitó que Charles Darwin desarrollara su teoría sobre «El Origen de las Especies», como el propio británico reconoció. Recordemos también la epidural de MIRAVE, el submarino de PERAL, el dirigible de TORRES QUEVEDO o el primer traje espacial de Herrera LINARES y el autogiro de Juan de la CIERVA.

No hay espacio para hablar de todos los científicos, creadores y analistas de esos tres siglos de la historia de España. ¿De dónde viene entonces esa leyenda de España como país atrasado y casi completamente cavernícola?

Difícil decir de donde viene, pero lo que si es cierto es que esta corriente de pensamiento ha penetrado y se ha extendido en todo el pensamiento occidental, sobre todo si damos crédito a las mentiras y a las omisiones de muchos autores de la época, la mayoría franceses, ingleses, holandeses y alemanes.

¿Por qué Napoleón hubiera querido jugársela, como así hizo, por un pobre país pobre y atrasado, que además le hizo sufrir su primera gran derrota?

Desde luego, si fuéramos lo que muchos dicen que éramos, nadie hubiera querido venir a jugársela y a perder su vida y prestigio en España. Esta contradicción es difícil de explicar, y como las motivaciones parecen no poder encontrar una justificación consistente que explique los belicosos actos franceses, recordemos algunos datos objetivos que pueden ayudarnos a comprender:

Entre 1790 y 1810, El país supuestamente civilizado (Francia), vive en su interior una revolución que en tan solo 10 meses ejecuta 40.000 personas (la famosa Inquisición española había dictado poco más de 2.500 sentencias de muerte en 300 años), y una vez estabilizada la revolución, surge un dictador militar que asola Europa y parte del Norte de Africa provocando cientos de miles de muertes, además de reinstaurar la esclavitud en Haití.

Mientras el país supuestamente civilizado que era Francia hacía tan loable campaña de civilización basada en la dominación y la muerte, nuestro pobre y atrasado país (España) salvaba cientos de miles de vidas (expedición contra la Viruela) y protegía las poblaciones civiles de su imperio de los múltiples ataques de los piratas ingleses y holandeses, preocupándose por garantizar un buen nivel de vida, de salud y de alimentación en sus territorios.

Si aún tiene dudas, basta con leer el informe elaborado por el Barón Humboldt sobre el nivel de vida de los españoles de América, 5 veces superior, en valores constantes, al nivel actual, y superior al nivel de la mayor parte de las poblaciones europeas y norteamericanas de la época.

Dicho esto, y ante la evidencia de que España era el país más rico de Europa y del Mundo, en aquella época, ya podemos responder a esta pregunta ¿por qué tanto interés por España?

Sencillamente porque España, con sus territorios de ultramar, tenía millones de km², su superficie, no solo era superior a la de cualquier otro país, sino que además había en su subsuelo todo tipo de minerales y la producción agropecuaria era superior a la del resto del mundo, a lo que se añadía que en tan vasto territorio, sus poblaciones vivían en paz y con el mejor nivel de vida y de protección jurídica del planeta (ordenanza instaurando la jornada laboral de 8 horas en 1593).

Entre 1550 y 1808, Europa no había conocido un solo momento de paz, mientras que la España americana y el lago español (Océano Pacífico), eran un gran espacio de paz y de progreso, cuyas costas eran, no obstante, atacadas a menudo por corsarios ingleses y holandeses, y de vez en cuando por franceses. 

Todos – aunque no lo dijesen y hablasen de España como de un país pobre que nada había aportado a la historia de la humanidad – conocían su riqueza y todos querían participar en lo que ellos consideraban un gran festín.

Los franceses quisieron quedarse con Nueva España (México), después de que la invasión de la península hubiera dejado exhausto y sin medios para defenderse al país ibérico. Los ingleses se aprovecharon de la situación y lanzaron múltiples campañas utilizando su naciente, pero ya potente red masónica, y manipulando reputados militares españoles que habían luchado contra Napoleón para crear sucesivas guerras civiles de secesión en los territorios hispanoamericanos y romper España desde el interior. Y lo consiguieron, es decir, provocaron guerras intestinas donde nunca las había habido, robaron, controlaron el comercio e hicieron de usureros, hasta que no quedase nada de la España rica y unida forjada durante 300 años ni de su avanzado sistema jurídico, para así explotar impunemente sus recursos.

Todos nuestros vecinos y enemigos europeos, viéndonos moribundos, saltaron sobre los territorios americanos como hienas, algunos con mejor suerte que otros. Sin embargo, sabían que más tarde, sería necesario justificar sus actos y, para ello, qué mejor que atacar moral y sistemáticamente a España, tratándola como país atrasado, cavernícola, venal, sin honor, genocida, repleto de filibusteros y violadores, sin ciencia y sin haber aportado nada a la construcción del mundo moderno (todos sabemos que exterminar a una alimaña que se considera peligrosa e inútil es fácilmente justificable).

Estos ataques repetitivos pretendían hacer olvidar al mundo las aportaciones de la Escuela de Salamanca, la ciencia de navegación española, sus tratados de medicina y farmacopea, sus trabajos sobre la ciencia económica, como los análisis de la inflación de Azpilicueta a finales del S. XVI o los de la propiedad y leyes de Oferta y Demanda de Juan de Mariana, sus estudios sobre urbanismo e integración social de culturas diferentes, sus reformas jurídicas revolucionarias en la época (la jornada laboral de 8 horas en 1593), ser los primeros en aceptar mujeres como catedráticas de universidad (Medrano) o negros y mulatos, como Juan el Latino, profesor en la universidad de Granada, hasta que los españoles acabasen creyéndoselo también. Pocos españoles saben que el calendario gregoriano fue elaborado por un equipo dirigido por Fray Luís de León, el de » Como decíamos ayer», después de dos años de ausencia en la universidad, como también ignoran que, entre las estatuas de reyes de España situadas en el Palacio Real, se encuentra la de Moctezuma, uno de cuyos descendientes, Grande de España, es el fundador de la Guardia Civil. De hecho, el art. 1 de la Constitución Española de 1812 habla de «españoles de ambos hemisferios», en igualdad y fraternidad desde 1492, siguiendo las indicaciones en vida de Isabel I y su testamento, hecho carne en las Leyes de Burgos de 1512, y posteriormente tras la Controversia de Valladolid en 1542/43. En 1555, con el derecho de Gentes, aparecen verdaderos Derechos Humanos y derechos sociales modernos como la Ordenanza de 1593 instaurando las 8 horas de jornada laboral, casi 270 años antes de la declaración de Ginebra, mientras que, por ejemplo, la Constitución francesa dejaba fuera expresamente a la Francia no continental, esto es, sus colonias.

Recordemos, también, que España fundaba una ciudad cada 7 días, hospitales, carreteras y Universidades, antes que otros países en Europa. Ahí está la lista de la UNESCO de Patrimonio dejado en América mientras América fue España.

La primera Universidad de Asia se abrió en Manila (Filipinas, así llamada en honor de Felipe II de España), por ejemplo. Y si lo señalo es porque los países verdaderamente coloniales no suelen molestarse en crear universidades, escuelas, carreteras y hospitales en las colonias que explotan.

Otro hecho que merece la pena ser recordado, es la importancia del Real de a 8 (moneda española), rico en plata y acuñado en Nueva España, pues fue la primera moneda internacional de nivel mundial, lo que se explica por haber sido España la autora de la 1a Globalización. Asimismo, el Real de a 8 estuvo en circulación hasta el XX, dando origen al dólar.

Así pues, cuando se oye decir que José Bonaparte, no obstante todo lo que hemos estudiado, traía un proyecto de progreso y crecimiento para nuestro país, y que fue un rey que vino con muy buenas intenciones, pero que fue rechazado por venir impuesto de manera coercitiva y, sobre todo, por la ceguera que provoca el orgullo pasional del carácter español, estamos dando la razón a nuestro enemigo, y lo que es peor aún, hacemos creer a muchas personas que en el rechazo español a Pepe Botella se encuentran motivos suficientes para ver a España como un país de locos. Imagen de la que es difícil deshacerse.

Además, muchos de nuestros «intelectuales» pecan de inocentes, lo que hace que después de dos siglos de constante repetición de nuestros supuestos defectos, hayan acabado por aceptar que esta definición del carácter español es una realidad que nos dibuja como personas sin raciocinio y sin un mínimo de humildad positiva, evidenciando de esta manera nuestra incapacidad para desarrollar la ciencia y para ser un espacio de «lumières» como así «han demostrado» nuestros vecinos galos. Y esto es lo que muchos creen, a pesar de que nuestra historia – como ya hemos visto – demuestre lo contrario, y quizás por eso haya un movimiento internacional muy extendido en Hispanoamérica que quiere borrar de la historia del mundo el término «Hispanidad» e Hispanoamericano, substituyéndolos por «Latino» y «Latinoamericano», que con insistencia han conseguido imponer los franceses en toda Hispanoamérica.

¿Hispanoamérica o Latinoamérica? El gran debate

En cuantas ocasiones he podido escuchar este debate donde se intenta eliminar el concepto de hispanidad, y he podido observar cómo se enrevesaba en bizantinas discusiones que no conducían a nada, salvo – eso si – a enfrentarnos y a dividirnos.

En realidad, este conflicto terminológico es un falso debate. El término Latinoamericano surgió, como podía haber surgido euro americano, lacio americano, greco americano o cualquier otro falso gentilicio, por intereses políticos de un competidor de España, en este caso Francia, cuando ésta reflexionaba de qué manera apropiarse una parte de los territorios de su enemigo secular. Lo había intentado en época de Napoleón, primero con una artera invasión, que dejó a España exhausta y sin medios de defensa y más tarde volvió a intentarlo, queriendo apropiarse México, pero con nefastos resultados para el país galo, lo que no le impidió hacerse con la Guyana y otras islas caribeñas, cuyo control colonial aún mantiene hoy en día.

Pero volviendo a lo esencial del debate, hemos de tener en cuenta que para los que se auto denominan latinoamericanos, la clave comportamental que los define es en realidad el rechazo visceral de lo hispano, de España, y no porque no les guste España, sino por lo que para ellos representa en su subconsciente colectivo, es decir, la dominación y la opresión, ideas alimentadas desde la leyenda negra. Por ello, en la denominación de lo que en su tiempo fue España, cualquier término vale, salvo hispanoamericano. Respecto a esto último, observamos un cierto paralelismo de pensamiento cuando el exvicepresidente segundo del gobierno de España dice que él no puede decir España, que eso es más fuerte que él. En conclusión, para los que buscan una justificación al nombre: Latinoamericano o hispanoamericano, les aconsejo no buscar razones semánticas o etimológicas, no van por ahí los tiros y estas conversaciones siempre acaban en un callejón sin salida.

¿Qué hacer entonces?

La realidad es que Hispanidad e Hispanoamérica hacen referencia a la creación de una nueva cultura o civilización, fruto de la fusión de lo Hispano (donde también está Portugal, pues Hispania – como la denominaron los romanos – era toda la península) con lo Americano, cuyo nombre – para los que aún no lo sepan – viene del geógrafo italiano Américo Vespucio.

Esta nueva civilización, la hispanoamericana, no apareció por generación espontánea, se fue creando con las aportaciones de ambas poblaciones, poco a poco, y no solo por la lengua, sino también por la religión, por la filosofía, por la arquitectura y el urbanismo, por la forma de vivir y comprender la existencia, por su música y su arte, por sus universidades, por sus estructuras administrativas y jurídico políticas, por los nuevos aportes jurídicos en derechos del hombre y derechos sociales, por la gastronomía naciente, resultado de la fusión de los respectivos aportes alimenticios, por la farmacopea y la medicina renovadas, por su aceptación de pertenencia a un destino común participando en la construcción de esta nueva cultura hispanoamericana y en su defensa. Por eso podemos decir que todos estos aportes y su fusión armónica, constituyen la Hispanidad, creada por los propios pueblos hispanoamericanos, y cuando se celebra la hispanidad, se celebra todo lo anterior. De hecho, celebrar la latinidad o latinoamericanidad no refleja el Ser de estos pueblos y de esa cultura nueva, creada por ellos mismos, desde lo Hispánico, y aquí comprendemos que el término hispánico, no obedece a cuestiones etimológicas, es el reflejo de una cultura, de una filosofía de la vida y de un destino basado en su identidad.

Desposeer a la Hispanidad de su propia identidad es como lanzarla al pozo del olvido y hacerla desaparecer de la historia por negarse a sí misma.

Tengamos en consideración que los habitantes de la Guyana francesa son franceses y así se denominan, los de la Guyana holandesa son holandeses, el Jefe del Estado de los Canadienses es la Reina de Inglaterra y no se identifican en absoluto con la cultura hispánica ni con el concepto «latino», aunque le cambiemos el nombre. Por eso reitero que borrar Hispanidad o Hispanoamérica de la historia es una manera de negarse a sí mismos, de no aceptar su propia naturaleza y, por ende, de levantar un muro infranqueable que impedirá que las generaciones futuras de hispanoamericanos puedan unirse o federarse y dar lo mejor de sí mismos.

Pero, me dirán algunos: ¿Por qué no Iberoamérica?

La expresión en sí, no me parece mal, no obstante, creo que es más justo decir Hispanoamérica, pues insisto en la cuestión cultural y filosófica como elementos determinantes, e Iberia hace más referencia al territorio que a la cultura, ni siquiera a la lengua. Cuando los Romanos dominaron la península Ibérica, había Iberos y Celtas, pero no una cultura ibérica unificada o armonizada. Cuando Colón llegó a América, lo hizo en nombre de la cultura hispánica, no de la ibérica, que no existía como tal. Por lo tanto, se comprende que por ejemplo Nueva España, se llamase así y no Nueva Iberia, a nadie se le hubiese ocurrido esta última denominación. Esto explica claramente lo que dije al principio de la reflexión, el debate no es etimológico sino político, fundamentado en la Leyenda Negra que pretende borrar España e/o Hispania de su propia historia.

¿A alguien se le ha ocurrido borrar América o americanos, por el hecho de que dicho nombre se lo dio el italiano Américo Vespucio? A NADIE, ¿Por qué entonces tanta inquina al término Hispano?

Vuelvo a repetirlo, el debate no está en la semántica ni en las etimologías lingüísticas, se trata de un tema de civilización, de reconocimiento de su propia identidad histórica como hispanoamericanos y de geopolítica internacional.

Mientras los hispanoamericanos no sean capaces de reconocerse a sí mismos, en el actual contexto internacional, serán pasto de los lobos de la «City».

Relacionado con aquella época en que Francia había invadido España, tenemos otro juicio sobre España que se añade a nuestra leyenda negra y que por supuesto es tan interesado como el de los franceses del mismo período. Dicen que se trata de alguien que tenía una mirada externa, aunque emitía sus juicios desde dentro, pues se encontraba en campaña militar en España, luchando contra Napoleón para liberarnos del yugo del imperialismo franco. Se trata del General Wellington, que llegó a asegurar que «España es el único lugar del mundo donde 2 más 2, no suman 4» y que España es, por lo tanto, un imposible matemático. Algunas personas aún ven a Wellington y a los militares ingleses con una actitud desinteresada para ayudar a España a defenderse del francés. No pensarían lo mismo si supiesen, tal y como hemos explicado al principio, como los militares ingleses destrozaron en España todas las industrias que hacían competencia a la industria inglesa y que en su huida aplicaron la estrategia de tierra quemada, para después, desde Inglaterra, manipular como marionetas a los militares españoles que habrían de convertirse en los mal llamados «Libertadores» que arruinaron la riqueza y la paz de los territorios hispanoamericanos, facilitando el saqueo inglés de su propio país.

¿Dónde se encontraba la responsabilidad de España en ese proceso de endeudamiento y empobrecimiento de Hispanoamérica? ¿Cuál fue el papel de San Martín?

San Martín asumió el 3 de agosto de 1821 el mando y el poder del Perú con el título de ‘Protector’, sin embargo, renunció al protectorado del Perú el 20 de septiembre de 1822. Su gobierno duró, por lo tanto, un año, un mes y diecisiete días. ¿Qué hizo durante ese período?

1. Lord Cochrane (inglés), el jefe de la flota de apoyo a San Martín, se apoderó de todos los fondos del gobierno peruano (Tesoro de la Real Hacienda), y de fondos particulares de Lima, que San Martín había resguardado en los buques peruanos Jerezana, La Perla y La Luisa, con el fin de evitar que dichos fondos cayeran en poder de las fuerzas realistas leales a España en caso de que éstas tomasen la ciudad de Lima. Lo que pasó es que los caudales colocados en esos tres buques fueron presa fácil de Lord Cochrane, el cual, partió inmediatamente hacia Londres con el botín.

2. Ocurrió lo mismo que en Buenos Aires en 1806, donde Beresford embarca el Tesoro de la Real Hacienda (40 toneladas de oro) en el navío Narcissus con rumbo a Londres.

3. Es lo mismo que sucedió en Potosí, donde Pueyrredón asalta y destruye la Casa de Moneda (agosto de 1811), enviando a Buenos Aires un millón de piezas de plata que el gobierno entrega por títulos de crédito a comerciantes británicos, que lo envían a Londres.

4. En 1822 los británicos se apoderan de doce toneladas de oro amonedadas en Sant Fé de Bogotá (ahora Colombia). Coetáneamente acontece lo mismo en Guatemala (América Central Unida) y México.

Textos extraídos de Dr. Julio C. González, “La involución hispanoamericana”

Otro británico célebre, y declarado simpatizante de España, aunque nunca lo fue realmente, como Sir Winston Churchill, también dijo: «Los españoles son vengativos, y el odio les envenena». Lo que prueba que de amigo solo tenía el nombre. No obstante, sigue habiendo quienes intentan justificarlo. Churchill, para algunos de mis amigos, estaba obligado a menospreciar a España porque su Gobierno se estaba jugando el futuro de Gran Bretaña y el de Europa, y España estaba en el peor lugar del escenario de ese juego. ¿Qué podía esperar Europa de España?. Y, hoy día, ¿qué les cabe esperar a los europeos de nosotros? Ante estas frases tan injustas y cargadas de leyenda negra, solo quisiera recordar al lector que la neutralidad española durante la II G.M. permitió la victoria de los aliados y que, durante el periodo negro de la persecución de judíos en Francia, Alemania, Polonia, Hungría, Chequia, Bélgica, y países nórdicos, España hizo lo que no hicieron los otros países europeos: los protegió. Todo el mundo conoce el Film del Angel de Budapest, basado en la historia del Cónsul español, quien salvó muchos más judíos que el famoso Schindler, o el trabajo de la CCI de España en París para proteger los patrimonios de las familias judías que se hacían pasar a España y luego a América, donde además la Comunidad Judía reconoce a nuestro antiguo e innombrable dictador como un «Justo».

Qué fácil es caer en las trampas y enredaderas de la Leyenda Negra y acabar aceptando, como muchos españoles, la manipulación de nuestra historia. Para acabar este recorrido por las manidas rutas de la Leyenda Negra, recordemos algunos juicios muy significativos y dolorosos, emitidos por algunos «intelectuales» españoles. Decía uno de ellos «España de mis amores, cuánto te odio».

En esta y otras frases, muchos españoles le dan la puntilla a la brillante y no obstante tan desconocida, historia de España. Es evidente que no se trata de una historia simple y que su complejidad va unida a los avatares político-económicos de una parte de lo que antaño fue España y que hoy se conoce como Hispanoamérica, compuesta por 21 países artificialmente creados después de la Guerra Civil que atomizó los territorios de España en el siglo XIX.

Sobre esta división territorial, en la que intervinieron de manera destacada Francia e Inglaterra, cayó una maldición que afecta a ambas partes por igual y es que, los problemas que una parte amputada padece, la otra, los vive o sufre de manera similar o, al menos, con parecidos efectos

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