…«La independencia de las colonias inglesas queda reconocida y éste es para mí un motivo de dolor y temor. No es de este lugar examinar la opinión de algunos hombres de Estado, tanto nacionales como extranjeros, en la cual estoy conforme, acerca de las dificultades de conservar nuestro dominio en América. Jamás han podido conservarse por mucho tiempo posesiones tan vastas colocadas a tan gran distancia de la Metrópoli. A esta causa, general a todas las colonias, hay que agregarse otras especiales de las posesiones españolas, a saber: las vejaciones de algunos gobernantes para con sus gobernados… la dificultad de conocer bien (el gobierno) la verdad a tanta distancia… circunstancias que, reunidas todas, no pueden menos que descontentar a los habitantes de América, moviéndolos a hacer esfuerzos a fin de conseguir su independencia tan luego como la ocasión sea propicia.
»Así, pues, sin entrar en ninguna de estas consideraciones, me ceñiré en la actualidad a la que me ocupa relativamente al temor de vernos expuestos a serios peligros por parte de la nueva Potencia que acabamos de reconocer, en un país en que no existe ninguna otra en estado de cortar su vuelo. Esta república federal nació pigmea, por decirlo así, y ha necesitado del apoyo de dos Estados tan poderosos como España y Francia para conseguir su independencia. Llegará un día que crezca y se torne gigante y aun coloso terrible en aquellas…»
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