La Habana, 3 feb (EFE).- Cuba encara este 2018 una esperada transición política que conducirá a un nuevo presidente, aunque el país ya lleva ocho años viviendo profundos cambios, como el nacimiento de una clase emprendedora que ha pintado un nuevo paisaje económico y social pero que atraviesa momentos de incertidumbre.
Edificios en ruinas de La Habana mutaron en elegantes restaurantes o modernos hostales privados, pero de la mano de jóvenes emprendedores también florecieron negocios innovadores como desarrollador web, diseñador u organizador de eventos.
Ha sido un cambio gradual que arrancó en octubre de 2010, cuando el presidente Raúl Castro abrió el sector privado al ampliar el número de profesiones para desarrollar el trabajo autónomo o «cuentapropismo», que suma ya 567.982 emprendedores, un 12 % de la fuerza laboral.
Un tercio de ellos son jóvenes, como Marta Deus, de 29 años, que en 2013 lanzó junto con su mejor amiga Deus Expertos Contables, que presta servicios de asesoría y contabilidad a otros emprendedores.
«Entonces había mucha desinformación porque no teníamos una cultura de negocios en Cuba. Mucha gente estaba muy perdida sobre cómo obtener la licencia, cómo pagar impuestos o qué declarar», contó a Efe Marta en las oficinas de su firma, donde ya trabajan cinco personas.
Deus es una emprendedora nata que también ha lanzado Mandao Express, un negocio de mensajería, y la revista Negolution, en la que se narran las historias de otros «cuentapropistas».
«Creo que ha sido un sector que ha cambiado la sociedad cubana, ha traído calidad y buen servicio (…) Ha supuesto una revolución en nuestra sociedad», indicó.
Sin embargo, el sector privado vive momentos difíciles desde agosto, cuando el Gobierno cubano frenó temporalmente la concesión de las licencias más codiciadas, como restaurantes o alquileres turísticos, para «corregir irregularidades».
Seis meses después, el sector sigue paralizado y se ha extendido un sentimiento de pesimismo y preocupación entre los emprendedores, «a la expectativa de una nueva regulación que no se sabe cómo será», indicó Deus.
Es probable que esas nuevas medidas no lleguen hasta después de abril, cuando se elija al nuevo mandatario, cargo que previsiblemente ocupará el «número dos» del gobierno, Miguel Díaz-Canel, de 57 años, que apuesta por el continuismo.
«Yo creo que tener a alguien más joven puede ser bueno para entender los beneficios del sector privado, pero la mayoría de la gente opina que todo seguirá la misma línea», apuntó Deus, que reconoce los «cambios positivos» a partir de las reformas raulistas.
Al calor de ese «nuevo marco legal», la diseñadora cubana Idania del Río, de 36 años, se asoció con la española Leire Fernández, de 41, para abrir Clandestina, una tienda de diseño que ha imprimido un aire de modernidad a La Habana Vieja.
«A veces no nos damos cuenta de cuánto han cambiado las cosas. Hay una economía nueva», indicó Del Río, aunque lamentó el frenazo que la llegada de Donald Trump ha supuesto a esa «dinámica positiva» que bullía en la isla impulsada también por el deshielo con Estados Unidos.
A nivel interno, Leire consideró que «Cuba sigue avanzando» aunque los tiempos son diferentes al resto del mundo: «Llevan casi sesenta años a un ritmo muy lento y en estos últimos tres años las cosas se han movido deprisa».
«Nuestro objetivo no es otro que generar talento, generar ideas y crear empleo», apuntó sobre el papel que el sector privado puede jugar en la isla.
Hace unos meses Clandestina dio el salto «online» y ya vende sus camisetas, bolsos y accesorios con los diseños de Idania en otras latitudes, desde California, hasta Singapur o Nueva Zelanda.
«Ha sido un paso tremendo. Tiene un impacto muy profundo porque una de las barreras del talento cubano es justamente cómo salir al mundo», explicó Idania.
En poco más de dos años, Cuba ha pasado de estar prácticamente desconectada a tener más de mil zonas wifi públicas, permitir internet en el hogar y planea ofrecer este año conexión móvil, una pequeña revolución digital que ha sido caldo de cultivo para negocios vinculados al mundo virtual.
Es el caso de Gerbet, proyecto del informático Gerardo Rodríguez, de 31 años, quien tras cuatro años en una firma extranjera lanzó su negocio que ofrece servicios de desarrollo web, marketing digital y diseño de marca a otros emprendedores.
«Fue un salto al vacío», reconoce Gerardo, que vivió meses de incertidumbre hasta que consiguió su primer cliente un mes antes de quedarse sin ahorros.
El sector privado ha sido una salida viable para muchos jóvenes cualificados como Gerardo y ha contribuido a mitigar la fuga de cerebros que padecía la isla.
«El hecho de que ahora cualquier persona pueda tener su propio proyecto levantado con su propio esfuerzo, creo que es un incentivo para quedarse en el país», aseveró Gerardo. EFE
Jóvenes emprendedores dibujan una nueva Cuba a la espera del relevo de poder
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