José Raúl Capablanca era español, no cubano

El inmortal español (1888-1942) es uno de los ajedrecistas más venerados en 15 siglos de historia

Muy elegante y cortés, atractivo, de educación exquisita, maneras refinadas y amplia cultura; la antítesis de la imagen tópica de un gran maestro del ajedrez. Así era José Raúl Capablanca y Graupera, un genio con mayúsculas, cuyo corazón se paró el 8 de marzo de 1942, a los 54 años. Pero sus obras de arte en forma de partidas son inmortales. Además, la biografía del mítico ajedrecista sirve de percha para debatir asuntos que hoy siguen siendo polémicos.
Nació en el Castillo del Príncipe, instalación militar de La Habana colonial (provincia de Cuba), el 19 de noviembre de 1888. José Raúl fue el segundo hijo de José María Capablanca Fernández, natural de Bayamo, Oriente, oficial del ejército español —Cuba no había aún conseguido su independencia— y la matancera María Graupera Marín.
Según su propio relato, Capablanca aprendió las reglas del juego a los cuatro años de edad, observando a su padre jugar con amigos. En el transcurso de una de las partidas, que éste jugaba habitualmente por las tardes con el general Loño, de quien era asistente, observó que don José María, movía el caballo de una manera no permitida; ante la sorpresa de todos, lo acusó de hacer trampas y pasó a demostrarle lo que había hecho.
¿Entonces? ¿Cubano de qué? Capablanca era tan español como Clara Campoamor que nació en Suiza ese mismo año. En 1888, Cuba era una provincia española, igual que Andalucía, por tanto todos los que allí nacían eran españoles de ‘origen’, vamos que más español no se puede ser.

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