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José Luis Villacañas Berlanga y su fobia al Imperio Español

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«…dialéctica de Imperios se hizo notar en el Concilio de Trento. Villacañas emborrona los sucesos históricos al dar relevancia al Sacro Imperio Romano Germánico del que fue titular Carlos I, y devaluar la España imperial posterior, la de los Austrias. Negando incluso el carácter imperial. En Trento, ya en tiempos del hijo de Carlos, Felipe II, se hizo palpable esta confrontación imperial entre Roma y España. Allí la autoridad de los Estados Pontificios doblegó la del español. De todas maneras, no solo se defendieron intereses de estos dos, sino que el concilio era la reunión de los religiosos representantes de todos los países católicos. Algo que es comparable a lo que hoy conocemos que sucede en foros como la Organización de las Naciones Unidas, por poner un ejemplo aclarador.

Igual que hoy día las naciones más poderosas imponen sus políticas en foros como la ONU, en Trento se impuso el Papado. Las tesis perdedoras fueron por un lado las de España, y por otro las de los débiles. Los puntos de vista de los reformados fueron desechados. Los luteranos no habían acudido a las sesiones, pero fueron representados por terceros: católicos alemanes y franceses. Las conclusiones vencedoras habían sido expuestas por los más fervientes valedores del papa, los jesuitas. Para oponerse a Pablo IV y sus intereses imperialistas apareció en escena el dominico Melchor Cano, que quería anular tales pretensiones que debilitaban los intereses de Felipe II. Cano defendía algunas tesis muy similares a las de los príncipes protestantes: la elección de obispos por parte del monarca y no del papa, o que el cobro de los impuestos que llevaban a cabo las distintas diócesis no fueran a parar a Roma, sino que se quedaran en España.

La relevancia de la Compañía de Jesús como defensora del papado y alejada de los intereses de España se inclinó todavía más del lado del primero en los últimos años del reinado de Felipe II, cuando Gregorio XIII consiguió que el generalato de la Compañía no estuviera en mano de españoles. El primer no español fue el valón Everardo Mercuriano, pero el más relevante para lo que nos ocupa fue el que sería de mucho mayor agrado pontificio: Claudio Aquaviva. Con estos nombramientos, la conexión de los intereses del Imperio español con la jerarquía de la Compañía de Jesús se vio totalmente mermada. Algo en lo que Villacañas no incidió -como es lógico por otra parte, dadas las tesis antiespañolas que defiende siempre- cuando, en la conferencia previa a la mesa redonda que ya hemos citado, nos leyó lo que había escrito respecto de Juan de…»

-Más información en el enlace: http://www.nodulo.org/ec/2017/n180p02.htm

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