José Ignacio Rivero y el Diario de la Marina

El escritor cubano Vicente Echerri –un notable ensayista, poeta y narrador que suele pensar y transmitir sus ideas con insolente lucidez—, a propósito de la muerte del periodista José Ignacio Rivero publicó en El Nuevo Herald una nota magnífica sobre lo que fue el Diario de la Marina y lo que significó su confiscación en 1960 por parte de la dictadura comunista.

No obstante, la campaña contra el Diario de la Marina no comenzó con Fidel Castro sino desde el principio de la República, cuando una parte de la clase política y de los medios de comunicación le imputaban al viejo y prestigioso periódico su acendrado españolismo y el hecho de que, durante las guerras de independencia, hubiera militado contra los mambises y a favor de la monarquía española.

La crítica era absurda: el Diario de la Marina, en efecto, a lo largo del XIX, desde su fundación, asumió el punto de vista de la metrópolis, de la Iglesia Católica, y de los comerciantes españoles porque respondía a los valores, intereses y cosmovisión de ese sector de la sociedad insular (incluidos en ella numerosos criollos) que se sentía profundamente español. No entender eso es no comprender que la ruptura entre españoles y cubanos fue, en gran medida, una dolorosa guerra civil entre padres e hijos y,a veces, entre hermanos.

Inaugurada la República en 1902, el Diario de la Marina se ajustó perfectamente a la nueva realidad política y se convirtió en elvehículo de la potente colonia española que quedó en la Isla, representando alcreciente número de inmigrantes que llegaron al país recién fundado, mientras siguió siendo el baluarte, quizás el único que existía en el país, de un pensamiento conservador y católico, dado que esa vertiente jamás tuvo una expresión política coherente.

Sin embargo –y eso es algo que sagazmente resalta Echerri–, el Diario de la Marina tuvo la flexibilidad y la cordialidad cívica de abrir sus páginas a escritores que no siempre reflejaban el punto de vista de sus propietarios o de su director. El periódico, por ejemplo, fue franquista durante la guerra civil española, pero tras la contienda algunos exiliados como Ramón Gómez de la Serna o Salvador de Madariaga allí publicaron sus artículos sin ninguna clase de censura.

Por otra parte,más monárquico que franquista, Pepín Rivero –padre de José Ignacio y legendario director del periódico durante varias décadas—ayudó con frecuencia a Don Juan, heredero de la Corona desterrado por Franco en Portugal, manteniendo con ello una postura muy parecida a la del diario ABC de Madrid, con la esperanza de que España evolucionara hacia una monarquía democrática, moderna y prooccidental alejada de los orígenes fascistas del franquismo. Quizás por esa identificación entre los dos periódicos, cuando ABC, en la década de los ochenta del siglo pasado, quiso crear un medio continental iberoamericano –una bella aventura que fracasó en el terreno económico–, pensó en José Ignacio para ponerlo al frente. Era el hombre indicado.

Por último,recuerdo, como Echerri, y con la misma tristeza, el espectáculo de numerosos estudiantes universitarios aplaudiendo la confiscación del Diario de la Marina, el ataúd simbólico con el cadáver del periódico desfilando en medio del jolgorio, los gritos hirientes de los comentaristas políticos (muchos de ellos tuvieron que exiliarse al poco tiempo)y la valiente y frontal resistencia del entonces joven José Ignacio Rivero –apenas 40 años–, director del periódico, quien, súbitamente, se convirtió en la cabeza de los defensores de la democracia y la libertad en un país que estrenaba, como él denunciara gallardamente, una sórdida dictadura comunista.

José Ignacio ha muerto a los noventa años, perfectamente lúcido, como vivió. No tengo la menor duda de que los cubanos de las próximas generaciones pronunciarán su nombre con mucho respeto. Lo merece.

Carlos Alberto Montaner

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