Son muchas las razones para que el Partido Ibérico (íber) no deba definirse o encuadrarse en una ideología concreta
En primer lugar, el íber es un partido creado para tender puentes de diálogo entre portugueses y españoles, cualquiera que sea su ideología, con la única condición de que sean demócratas. No es un partido pensado para gobernar inmediatamente, salvo en lugares muy concretos. Es un partido para incentivar el conocimiento mutuo, el estudio de problemas comunes, la toma de decisiones con una sola voz para tener más fuerza en Europa y en el mundo. Es un partido que tendrá su mayor sentido a finales de este siglo y durante el siglo XXII.
En segundo lugar, porque la civilización actual está cambiando de una manera alucinante. Ni la psicología, la sociología o cualquier otra ciencia serán dentro de veinte años lo que fueron. Tampoco la derecha o la izquierda tradicionales se parecen en nada a sus orígenes. Basta comprobar la deriva de los grandes imperios comunistas, aplicando los mismos criterios económicos que el resto de la economía globalizada.
La esfera social de ahora no tiene nada que ver con la fragmentación anterior ni con su debate interno. La gente quiere saber y participar y está dispuesta a todo por conseguirlo. Erróneamente o no, todo el mundo opina de todo y quiere que su criterio se tenga en cuenta. Eso no ocurría ni en la dictadura del proletariado ni en los regímenes más conservadores.
La revolución tecnológica está creando individuos mucho más creadores y evolucionados que, poseedores de un concepto absoluto de la libertad y también de la responsabilidad, son más exigentes consigo mismo y con los demás, y en cuestiones de solidaridad exigirán cada día más una solidaridad responsable.
El mundo del futuro será mucho más crítico. Por eso no bastará con esgrimir las heridas del pasado para convencer, será necesario aportar soluciones y decirles a los ciudadanos la verdad aunque les duela, porque será una sociedad más preparada para valorar el pensamiento objetivo y las posibilidades reales.
Durante los últimos treinta años, la solidaridad ha sido un concepto manoseado y utilizado por todos, un cajón de sastre que tranquilizaba las conciencias y subía la autoestima de los partidos, sin que nadie se preocupara de la eficiencia y justicia de su aplicación. En el futuro, la gente será más generosa, pero también más rigurosa en los conceptos y en las acciones solidarias.
Por eso, y por otras muchas más razones, el Partido Ibérico no debe definirse con respecto a referentes ideológicos que están cambiando aceleradamente. Debe centrar su acción en el diálogo,
la unidad de acción con todos los partidos democráticos para motivarles en la acción iberista y tratar de allanar el camino al entendimiento entre España y Portugal.
La definición es muy simple: no somos un partido de presente, sino un proyecto de proyectos futuros ibéricos que cuenta con todos.