IBEROFONÍA: La existencia de idiomas fuertes y consolidados, paralelos a nuestra gran historia, son el mayor problema para la unidad peninsular

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IBEROFONÍA: La existencia de idiomas fuertes y consolidados, paralelos a nuestra gran historia, son el mayor problema para la unidad peninsular.
Todos los grandes imperios consolidados algún tiempo basaron su dominio en la fuerza y cultura del invasor.
Alejandro Magno (Macedonia había adoptado la lengua griega por ser superior) lleva a la par de su ejército (por cierto, muy inferior) toda la fuerza de la cultura helena. Desde Grecia hasta la India, por el este, y hasta Egipto, por el sur, el idioma, la filosofía, el arte, la ciencia, etc., griegas se imponen en toda la Ecúmene (tierras propias y conquistadas).
Lo mismo podríamos aplicar al Imperio romano, al árabe, etc.
La fragmentación de las lenguas ibéricas, salvo el Euskera por situación y antigüedad, tienen su origen en la desaparición del Imperio visigodo. Si este se hubiera consolidado más tiempo, una lengua hegemónica sería ahora la lengua nacional sin discusión.
Pero la expansión del Reino de Aragón por todo el Mediterráneo y las relaciones comerciales y culturales hasta el otro extremo de Europa fomentan un uso del catalán y del valenciano que las convierte en lenguas nativas activas y evolucionadas. Otra cosa distinta es la utilización política que se haya querido hacer de ellas.
El galaico-portugués avanza mucho más desde la creación del condado de Portucale y se hace internacional debido a las innumerables conquistas.
No ocurre lo mismo con el castellano ni en África ni en América. Durante la época de los Austrias la implantación del idioma y del derecho son mínimas en las tierras conquistadas, porque aunque los monarcas dieron algunas instrucciones para su uso y aplicación, el objetivo de la conquista, según constaba claramente en las bulas pontificias, era la conversión de los indios a la religión católica, y los misioneros prefirieron aprender las lenguas indígenas para conseguir antes sus objetivos.
Fueron los Borbones los que dentro de sus prácticas centralizadoras intentaron, entre otras medidas de control, implantar el castellano como lengua común, aunque con poco éxito, porque a finales del siglo XIX, según varias fuentes consultadas, solo hablaban castellano en América entre tres y cuatro millones de personas solamente. Son definitivamente las naciones independizadas las que se dieron cuenta de la importancia de una lengua común para su pervivencia y pusieron la obligatoriedad del castellano.
Esta riqueza lingüística, que constituye la IBEROFONÍA, no debería ser motivo de división, sino de alegría, experiencia, riqueza y variedad, orgullo y unidad en la defensa de todas ellas, de unidad cultural, social y política de toda la Comunidad íber para poder mantener un legado tan importante y singular.

Partido Ibérico (íber)
IBERIA: Maestra de la vida y de la historia.

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