IBERIA: Maestra de la vida. ( II )

Puesto que la razón y la experiencia demuestran que Iberia es un ser de creación, es decir, un «ser-en sí», los ibéricos estamos obligados a aceptar su realidad y poner nuestros sentimientos y nuestra acción a su servicio, no al revés; teniendo en cuenta dos elementos básicos:
1. Su defensa es un deber que nace del derecho natural, es un principio, por tanto, legítimo.
2. Los sentimientos que despierta su identidad indiscutible serán siempre superiores a aquellos otros que se originen en identidades menores creadas en su interior, fruto de fragmentaciones inventadas por los hombres.

Este nuevo sentido de responsabilidad, que deja en evidencia y en flagrante irresponsabilidad a aquellos que en su día la fragmentaron o intentan aún fragmentarla más, lo crean su espacio intemporal y la superioridad de sus bienes y valores sobre los valores propios de cualquier espacio interior independiente, surgido por avatares históricos o por decisiones de los hombres.


Nadie, pues, puede apropiarse de esos valores intrínsecos naturales, salvo que se le devuelvan con la misma generosidad. Nadie puede fragmentar su espacio físico, sea aéreo, marítimo o terrrestre, pues todos los fenómenos naturales que dejan su huella en ella y los seres que la habitan deben coexistir fraternalmente; los hombres, además, le debemos respeto y admiración.


Al ser Iberia un «ser en sí», y al estar dotada de valores intrínsecos positivos que le dan la consideración y atributos de «bien-en-sí», y por tanto, sujeto de ley moral y acción moral, tanto la voluntad colectiva como el derecho civil y el derecho penal tienen el deber de reconocer su existencia, defender su identidad y el compromiso de garantizar su futuro.
Derecho natural, razón y sentimientos unidos dan al ser de Iberia los elementos necesarios para mover la voluntad de portugueses, andorranos y españoles hacia una unidad plena. Este «summum bonum», dotado de más completitud y perfección que cualquiera de las partes que la componen, no solo capta nuestra atención y se nos manifiesta física y emotivamente, sino que se nos ofrece como objeto de perfección apetecible, digno de ser apropiado por la razón y el sentimiento individual, que son los dos pilares de la ley.

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