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Hernán Cortés y la inmensidad de Tenochtitlan

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El 8 de noviembre inician el viaje a Tenochtitlan, cuatro jinetes al frente luciendo armaduras al estilo europeo, quizás fueron Álvarado, Sandoval, Olin y Velázquez de León, después está el alférez, Cristóbal del Corral, sigue la infantería encabezada por Digo de Ordás y algunos jinetes con armaduras de algodón y lanzas, le siguen los ballesteros, también con armaduras de algodón y cascos adornados con plumas, al final algunos jinetes y los arcabuceros.

Cortés va en la retaguardia, rodeado de jinetes y alféreces, detrás vienen los indios, pintados para la guerra y arrastrando las lombardas, salen por la calzada rumbo al occidente, con la península de Culhuacan a la izquierda e internándose en el lago tres km para doblar al norte y llegar a Tenochtitlan. En e camino el alférez ondea la bandera en repetidas veces, los indios se asombran con los jinetes que avanzan y retroceden, con los perros jadeando, con los arcabuceros y ballesteros que fingen probar sus armas, con los indios que vienen al final con una enrome algarabía de guerra.

Los castellanos se asombran en cambio por una ciudad inmensa, la mayoría había visto Sevilla, la más grande aquél entonces, pero Tenochtitlan era solamente comparable a Napolés y Constantinopla, Ándres de Rodas era uno de los pocos veteranos italianos que habían visto alguna de aquellas ciudades.

En Acachinanco, cerca de donde ahora está la ermita de San Antonio Abad, los nobles tenochcas recibieron a Cortés y tardaron una hora en el ceremonial, según el propio Cortés, ahí llegó Moctezuma, en una litera con dosel de plumas verdes, se dice que bordado con hilos argentos y de oro que se intercalaban con jade; con él llegaron Cacama, rey de Texcoco, Totoquihuatzin, rey de Tacuba y el anciano gobernante de Tlatelolco, Itzuauhtzin.

Moctezuma llevaba con toda certeza, como los indios nobles, un bezote en el labio inferior, adornos de turquesa en la nariz y orejeras. Cortés quiso saludarlo al estilo español pero los indios no se lo permitieron, al final simplemente le estrechó la mano y le regaló un collar de cuentas de cristal, mientras Moctezuma le daba a cambio un collar de caracoles rojos con ocho camarones de oro.

Fuente: Thomas, H. 1994. La conquista de México. México D.F., Editorial Patria S.A. de C.V.

Imagen: La llegada, del maestro, Augusto Ferrer-Dalmau, 2019.

*Extraído de la Gazeta Mexicana

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