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Hablar de hispanidad

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HABLAR DE HISPANIDAD

La Hispanidad no es un
mero academicismo:
Es una realidad de cultura y espíritu
que enmarca tradiciones en comunión.

Hablar de Hispanidad es, pues,
hablar de un corazón abierto y generoso,
y no de exclusivismos sectarios
y antipáticos de quienes nada
ni a nadie representan.

Hablar de Hispanidad
no implica necesidad u obligación
de remitirse a la Vieja España.

No sólo España influenció:
España también se influenció.

La Hispanidad también está
en América, floreciendo autóctona,
desde la hora señalada.

La ruta Andalucía-Canarias-Caribe-continente
creó una continua ida y vuelta
que cambió el mundo.

Lo indio es autóctono, mas también
se hizo autóctono lo que vino
de los barcos.

Y esos barcos acabaron
mudando la faz ibérica
principalmente a través de
Canarias y Andalucía.

Pronto la Hispanidad americana,
tuvo su iconografía propia,
como acabó desarrollando un barroco propio:
Escuela Cuzqueña,
Escuela Quiteña
Arte indio-cristiano de México.

Los virreinatos, dentro de Castilla,
fueron tan propios e integrantes,
como Nápoles lo fue en Aragón.

México y Perú como máximas
columnas vertebrales.

De las columnas de Hércules
al máximo sol de los Andes.

Hablar de Hispanidad
es hablar de los ministros
criollos de los Borbones.

Hablar de Hispanidad
es hablar de los indios
y los negros realistas.

Hablar de picarones,
es hablar de Hispanidad:
Porque llegó el buñuelo
y se halló en el zapallo, el
camote y la miel de chancaca.

Gracias a las papas,
existe la tortilla española,
a partir del caserío vasco,
en el cual se halló el
gran general carlista
Zumalacárregui.

Hablar de Hispanidad,
es tomar chicha de jora,
cerca de las catacumbas de San Francisco,
ante la garúa limeña.

Hablar de Hispanidad
es estudiar el desarrollo
del cante andaluz y el zortzico vasco
en los teatros de La Habana.

Gracias a las músicas criollas,
nacieron implementos
que conformarían el flamenco.

Y hay charanguito en Perú
y timple en Canarias.

Hablar de Hispanidad,
es ir de los tangos al tango,
sabiendo que también el fado portugués,
se nutre del Atlántico.

Hablar de Hispanidad es
recordar las casas de los indianos
que proliferan a orillas del Cantábrico.

Gracias a que la América Hispana,
en verdad es una gran patria,
tenemos reticencias en todos los campos
de la cultura que nos llaman
y nos unen.

Hablar de Hispanidad
es hablar de poesía gauchesca,
como proyección quijotesco-pampera.

Hablar de Hispanidad es
hablar de la tauromaquia,
en la plaza de Acho,
o de la Monumental de México,
o de Quito,
o de Medellín,
o de Barquisimeto.

A principios del siglo veinte,
Hispanoamérica se planteó su orfandad.
Surgieron poetas invocadores y evocadores.

Ahora Hispanomérica quiere
desarrollar un planteamiento más completo,
y sus historiadores combaten
clara y bravamente
las leyendas negras y rosas,
desde la conquista a la ¿independencia?

Y la Hispanidad, así,
se desparrama por el orbe,
como perfume enjundioso
que invita a la geopolítica.

Doscientos años de mentiras llegan a su fin.
Llega la hora de la Hispanidad.
Estemos a la altura.
Oremos y laboremos.

Antonio Moreno Ruiz

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