Hablando de galeones

Puede presumir, y de hecho lo hago, que aunque la crónica de las navegaciones no haya sido justa, y, por tanto, menos aún generosa con las aportaciones a los trajines del mar de las gentes ubicadas tras las atarazanas de los astilleros cartageneros, para la ocasión de Cartagena de España, eso no quita que, aunque dentro del mal pago histórico para la crónica, fue la antaño marinera ciudad de Cartagena, la que estableció la regla de oro para la construcción naval, una vez que se entendió que las naves con remos, las galeras, servían muy bien para castigar a los herejes, pero marineramente eran un pedrusco en la mar.

Aunque la crónica histórica denomina a la regla de oro, al basamento de la construcción naval, injustamente como “Regla Murciana” (a lo mejor el primero que la nombró lo hizo sabiendo el picazón regional existente entre murcianos y cartageneros), la relación establecida fruto de la experiencia en la construcción de naves de “TRES, DOS Y AS: TRES EN LA ESLORA, DOS EN LA MANGA Y UNO EN EL PUNTAL” como regimiento en la unidad de medida que se utilice para construir la nave; y tuvo nacimiento en esta ciudad mediterránea que un día fue una capital marinera de primer orden, y ahora ni mira el mar y su encanto mayor es poner vallas metálicas para que nadie ni se acerque ni pueda verla.

Quería hablar de galeones, porque aquí en Cartagena se entendía mucho de ellos, porque los galeones hundidos, los que lo hicieron a plena carga en el tornaviaje indiano, aunque pronto en contra de la picaresca funcionarial, la Corona (especialmente el ladino clero que actuaba siempre de asesor) para evitar el abuso de que galeón que se hundía, galeón que “oficialmente” llevaba a bordo más “quintaladas”, más “quinto real” que la capacidad que tenía de carga; y aunque se obligó a que si navegaban juntas varias naves (que fue lo habitual) cada vez que se podía durante el viaje había que cumplimentar lo que se llamó la “junta de pilotos”; es decir reunirse antes del anochecer en un solo barco un oficial de cada buque e intercambiar posición en la mar y manifiesto de carga de cada uno de ellos entre ellos, al objeto de que si uno se hundía al otro le quedara copia de todo, no fue suficiente porque la codicia humana no tiene límites.

Y quería hablar de galeones, aquellas naves que precedieron a las pestosas galeras con remos (los remeros no podían levantarse de los bancos donde estaban atados remando  para hacer sus necesidades corporales, de ahí su fama) porque entiendo honestamente que si Cartagena y todo su entorno geográfico tiene sus monte pelados, todo es obediente a dos causas: La una porque fueron talados todos sus árboles desde el siglo XIV en adelante para construir “naves mancas” galeones, pronto bajo la fórmula cartagenera de 4-2-1, porque la primera de 3-2-1, daba un galeón de mucha manga, corto y muy lento, en comparación a la ágil carabela. Y la segunda porque a nadie, y han pasado ya varios siglos, se le ha ocurrido reforestar los montes.

Y decía todo esto porque los pecios marinos de los galeones hundidos en el Caribe, la mayoría de ellos, sus maderas o son del norte de España, porque en Vizcaya se hacían muy buenos vasos para buques, aunque después se arbolaban y se terminaban de aparejar en el Mediterráneo, o son de la zona de Cartagena, dando como resultante, por tanto, que los buques son un pedazo de España, de maderas españolas hundidas en aguas oceánicas, la mayoría de las veces por el egoísmo de meterles tanta carga de contrabando, sin declarar, que impedía toda maniobra marinera necesaria, como probablemente fue lo que le pasó al galeón  Nuestra Señora del Juncal en el Golfo de Méjico, frente al puerto de Veracruz, con un cargamento, en valores actuales, mil millonario en euros.

Estamos gente en Cartagena muy interesados en la arqueología marina, y puede que de los mejores arqueólogos del mundo estén pisando las calles cartageneras, pero el pero radica en que el centro de decisión cartagenero está en la tierra adentro, Murcia, y a Murcia, lo que es la arqueología marina local o mundial se la suda.

Seguimos esperando de nuestra autoridad competente la autorización para la creación de la Academia Cartagenera de la Mar, sus Ciencias, y sus  Letras, porque la arqueología marina es una ciencia y un arte de honorabilidad.

Salud y Felicidad. Juan Eladio Palmis.

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