Guía de turistas italianos en Cuba (1970 a 1980)

Foto: Valle de Picadura, Cuba, 1979. Traduciendo a Ramón Castro.

París, 6 de junio de 2020.

Querida Ofelia:

Mi relación de trabajo con Cubatur, comenzó en el año l970 y se extendió  hasta el verano de 1980. Siempre durante los meses de julio agosto y diciembre. El resto del año trabajaba como profesor de Geografía.

Por aquel entonces, había terminado los tres años del Servicio Militar Obligatorio y trabajaba en la Escuela Militar Camilo Cienfuegos, conocida en Cuba popularmente como Los Camilitos.

Allí impartía clases de Geografía. Al mismo tiempo que realizaba estudios de Lengua Italiana en la Academia de Lenguas Abraham Lincoln.

Fue precisamente en esa academia, donde nuestro profesor Manolo Sánchez, hizo la proposición al grupo de alumnos del V semestre sobre la posibilidad de llenar planillas de solicitud de trabajo, para la agencia estatal de turismo cubano, Cubatur.

En efecto iban a llegar grupos de turistas procedentes de Italia y necesitaban guías acompañantes, con cualidades políticas y morales.

Algunos alumnos llenamos las planillas y posteriormente dos solamente fuimos citados a las oficinas de la agencia, en la calle 23 del barrio del Vedado, en La Habana, donde un “compañero” nos hizo una larga entrevista; un verdadero interrogatorio. Luego tuvimos que escribir exhaustivas autobiografías; nos tomaron fotos de perfil y de frente, etc.

A partir de aquel momento, asistimos semanalmente a una serie de conferencias que impartía la “compañera”  jefa de los guías, donde ella nos explicaba todo sobre las posibles preguntas que acostumbraban a hacer los turistas y sobre las respuestas que debíamos darles.

Este fue mi primer gran choque con la realidad. Debíamos engañar a los extranjeros, con una serie de mentiras prefabricadas, las cuales debíamos tratar de aprender.  Al mismo tiempo se nos alertaba de cómo debíamos de tratar de descubrir a los posibles agentes de la C.I.A. que vinieran amparados o camuflajeados entre los turistas ( lo que  es una verdadera psicosis entre los guías, la historia de que cualquier turista puede ser un posible agente de la C.I.A. ) , controlar cada paso que daban, tratar de averiguar qué direcciones de residentes en el país traían, a quiénes llamaban por teléfono, qué contactos tenían con los cubanos, dónde depositaban las cartas o postales, etc. Sobre todo se debían controlar bien a los periodistas y los intelectuales.

Debíamos pasar una semana antes de que llegara al grupo, en un salón especial, dentro de la sede de la agencia, llamado Salón de Guías, donde estudiábamos toda una serie de conferencias.

El jefe de guías cubanos qua se especializaban para trabajar con italianos era el que nos controlaba y al cual había qua obedecer las órdenes. Este “compañero” llegó a ocupar un alto cargo dentro de la jerarquía burocrática turística, hasta que, al regreso de un viaje al extranjero, fue denunciado por otro funcionario, de haber comprado demasiada ropa para su hijo. Por tal motivo fue expulsado de la agencia turística.

En aquel primer grupo y muchos otros que siguieron después, trabajé en pareja con un joven, al que destruyeron los nervios durante el entrenamiento militar intensivo en un campo militar, donde lo preparaban para expedirlo a Eritrea. Él y yo lográbamos sobrevivir en aquella jungla que se llama Cubatur. La envidia profesional, las delaciones y bajezas están a cada paso. Muchos de sus miembros anhelan poder escalar posiciones dentro de la jerarquía burocrática y con ello entrar en uno de los clanes de más privilegios en Cuba: El Clan del Turismo Internacional.

Había un temido personaje:  El Viejo. Durante años, fue presentado a los turistas, como funcionarios de Cubatur, que se preocupaban por la buena marcha y funcionamiento de la programación. En realidad, era un funcionario, que recopilaban y analizaban toda la información que de los guías recogía el jefe de los guías de italiano.

Así él decidía qué medidas tomar con los turistas. Fueron famosos algunos casos, como cuando decidieron intimidar al periodista italiano Virgilio Crocco, esposo de la famosa cantante Mina.

Este último fue llamado, en unión de un fotógrafo que lo acompañaba, a la habitación 202 del Hotel Deauville en La Habana, donde funcionaba la oficina de control personal sobre los turistas.

También el caso del control extraordinario que se ejerció sobre cada uno de los miembros de un equipo de pesca submarina italiana, donde se inspeccionaron las habitaciones, se grabaron todas las conversaciones y cada guía, cada noche, debía hacer un informe sobre todas las preguntas que hacían, los temas de las conversaciones de estos deportistas o de los funcionarios y periodistas acompañantes como: el Dr. Franco Milazzo (Presidente de la Federación Italiana de Pesca Submarina), Danillo Cedrone (fotógrafo) , Cesare Gasparri (deportista) , Umberto Cechi (periodista); sobre éste último y sobre el deportista Menichetti el control era absoluto.

Posteriormente, en los 10 años que trabajé como traductor-guía-intérprete, cada año, los guías pasábamos intensos períodos de preparación ideológica y de actualización. Recibíamos conferencias sobre cómo enfocar desde el punto de vista marxista, todas las conversaciones que tendríamos con los turistas. También se nos explicaba como clasificarlos y seleccionarlos según sus expresiones y forma de actuar.

 Durante todos estos años, cambiaron los guías, pero el control seguía siendo estricto sobre los visitantes, con variaciones de métodos y con diversos funcionarios, oficiales de los Servicios de la Seguridad cubana.

Caer en desgracia con uno de ellos, equivalía para el guía, en ir a parar a una denominada Granja de Rehabilitación.

Cuanto más informes hacía el guía, cuanto más controlaba al turista, demostraba ser más revolucionario y por lo tanto tenía más posibilidades de lograr el codiciadísimo premio de acompañar en un viaje a una delegación cubana a los países del Este De Europa, y con esto, tener derecho a algunos dólares, con los cuales comprar artículos para él y su familia en estos países. O en el caso de que el avión hiciera escala técnica en un aeropuerto de un país capitalista (Gander, Madrid, Lisboa, Luxemburgo), poder pedir asilo político.

Lógicamente, como esto es conocido por la policía cubana, se escogen siempre a aquellos guías casados y con hijos, garantizando así que no se queden en ningún aeropuerto, pues en el caso de que lo hicieran, jamás darían el permiso al resto de la familia, para que saliera del país; de esta forma, siempre queda la familia del guía de rehén en Cuba.

El guía de Turismo Internacional, pertenece a un grupo privilegiado, pues tiene derecho a una cuota especial de indumentaria de vestir, para que esté presentable a los ojos del turista; tiene posibilidades de recibir regalos, de conocer lo que realmente ocurre en el mundo mediante: libros, periódicos y revistas que llevan los turistas, conocer autores que están prohibidos en Cuba como par ejemplo: los italianos Pasolini y Moravia, el argentino Borges, el peruano Vargas Llosa, los disidentes cubanos Heberto Padilla, Guillermo Cabrera Infante, Reinaldo Arenas, Jorge Valls, Severo Sarduy, etc.; de todos estos escritores, leerlos o poseer un libro de ellos en Cuba, es un delito. A menudo los visitantes jóvenes llevan también casetes con música de la que está prohibida en Cuba.

Otro gran privilegio que tiene el guía es: ¡comer! , sí, no se asombre el lector, pues el ciudadano cubano normal, vivía  en esos años a base de pan y huevos, que eran los únicos dos productos no estrictamente racionados en nuestro país, y así, como el guía come con el grupo de turistas en los hoteles, su cuota mensual queda en su casa para ser consumida par el resto de su familia.

Cuando el grupo llega al Aeropuerto Internacional José Martí de la Ciudad de La Habana, llega a la aduana, bajo la mirada complaciente de una enorme foto de Ernesto Che Guevara; los equipajes son revisados mientras que escuchan las bellas notas musicales de: La Guantanamera, Cuba que linda es Cuba, Hasta siempre comandante Che Guevara, etc., cantadas por un trío de guitarristas, que le da la bienvenida a «La Isla de la Libertad», al «Primer Territorio Libre de América»; al mismo tiempo, solícitos camareros distribuyen gratuitamente, cocteles cubanos : daiquirís, mojitos, preparados con el Ron Havana Club. Se les dice que son los tragos que prefería Ernest Hemingway.

Así hace su entrada en Cuba, dejando atrás la fría Europa y recibiendo el aire fresco del trópico. El sol resplandeciente, los cocoteros que se alinean a lo largo de las avenidas que lo conducirán desde el aeropuerto hasta el hotel. El mar de colores intensos, la barrera coralina del norte de la isla, las playas de arena finísima, la vegetación exuberante y de verdes intensos; todo esto contribuye en gran medida a dar la idea paradisíaca de lo que realmente es: ¡Un infierno tropical!

El grupo se sube a diversos autocares, los cuales esperan en las puertas de la aduana. Son modernos, elegantes, climatizados, servicio sanitario y bar, siempre con: un guía, dos choferes y una camarera; de esta forma, el autocar no tiene que detenerse en ningún punto de su recorrido que no esté planificado con anterioridad y no se podrán percatar de la penuria de todo tipo que existe en el país.

Serán trasladados a uno de los elegantes hoteles del barrio turístico del Vedado (construidos al final de los años 50) hoteles como: Habana Libre (antiguo Hilton), Habana Riviera, Capri, etc., desde los cuales podrá siempre ver el mar y estar en una zona llena de parques y avenidas arboladas.

Lógicamente, estos hoteles son solamente para los turistas Clase A, o sea, los que provienen de países capitalistas, pues los de los países socialistas eran catalogados como Clase B, y por lo tanto, hospedados en hoteles de inferior calidad como: Sevilla, Presidente, Flamingo, Vedado, Deauville, etc.

En estos mismos son hospedados algunos grupos de países capitalistas, cuando, aunque hayan pagado altos precios, son considerados como “compañeros”, debido al tipo de agencia por la cual fueron y al partido o sindicato al que pertenecen; sólo estos turistas pueden comprender mejor «las dificultades por las cuales atraviesa el país».

Al llegar al hotel, el turista recibe la llave de la habitación de manos del guía y una tarjeta con todos sus datos personales. Se le dirá que le servirá para identificarse como huésped del hotel y poder disfrutar con más facilidad de todos los servicios que este le ofrece; esta tarjeta deberá mostrarla para utilizar cualquier servicio; para tomar el ascensor, ir a la piscina, entrar en el restaurante, bar, cafetería, la boutique, etc., y siempre los empleados de todos estos lugares escribirán el N° de la habitación en un cuaderno que hay a la entrada de cada uno de estos lugares, siempre a la derecha de la puerta, sobre un atril. Así se controla hasta el más mínimo movimiento del turista dentro del hotel y se impide que los ciudadanos cubanos entren al mismo. En efecto, en estos hoteles todo el servicio es a nivel occidental, habiendo en ellos de todo aquello de lo que carece el pueblo cubano.

Si un cubano es invitado a cenar en el restaurante por un turista, el camarero le dirá siempre que no hay mesa disponible, si se insiste, el cubano deberá entregar su carnet de identidad, y todos sus datos serán transmitidos al departamento de policía del hotel, el cual, una vez que el grupo haya regresado a su país de origen, meterá algunos días en la cárcel a este cubano, para intimidarlo, acusándolo de mantener contactos con extranjeros, lo cual, en Cuba, puede llevar a cumplir años de prisión por la aplicación de la ley del “Estado de Peligrosidad”.

No obstante, siempre en Centros Turísticos Internacionales, habrá hospedadas familias cubanas, que no tendrán miedo de hablar con los turistas. Dirán maravillas del gobierno cubano, ya que estas familias son de la nueva clase social burocrática-militar en el poder, oligarquía roja mucho más privilegiada y rica que la antigua alta burguesía cubana, expoliada por el régimen de Fidel Castro a partir de enero de 1959.

Esto se repetía a lo largo de toda la isla, en zonas reservadas: Playa de Jibacoa, Cayo Romano, Colony en Isla de Pinos, Costa Azul en Trinidad, Guamá en Ciénaga de Zapata, Villa Cuba en Varadero, Versalles en Santiago; etc., donde los turistas tendrán un clima favorable siempre, muy distinto al terror y represión total y planificada que tiene el pueblo cubano como «pan nuestro de cada día».

El autocar de turismo tiene un itinerario fijo e inviolable. En La Habana sólo puede circular por las siguientes calles y avenidas: de los Presidentes, Paseo, Línea, del Puerto, Prado, Quinta y Vía Blanca, pues son las únicas presentables de la ciudad. Han sido reconstruidas y remozadas para que el visitante se lleve una buena impresión de la ciudad. Jamás el autocar transitará por la miserable periferia o por grandes avenidas del centro de la ciudad en estado de calamidad como: Calzada del Cerro, 10 de Octubre, Zanja, Infanta, Belascoaín, Avenida 51, etc., jamás atravesará barrios de indigencia y promiscuidad como: La Habana Vieja, Cerro, Palatino, Cayo Hueso, La Lisa, etc.

La programación deja poco tiempo libre, el guía siempre debe aconsejar seguirla, pues dirá que es sumamente interesante. Se les aconsejan los restaurantes: Bodeguita del Medio, Floridita y La Torre, en los cuales se puede comer langostas o fumar habanos, ambos, productos cubanísimos y que los cubanos no ven en el mercado nacional desde 1960, pues se dedica el 100% a la exportación y a restaurantes para extranjeros, a los cuales, el cubano que no pertenece a la oligarquía roja, no puede acceder. Cuando un cubano desea ir a uno de ellos, debe hacer la reservación obligatoriamente por teléfono, pero siempre recibirá la conocida respuesta de que «se acabaron las mesas disponibles «.

Como cabaret, se aconseja Tropicana, el cual es “la fachada de diversión” de la capital cubana. Allí un gran espectáculo al estilo de Le Lido parisino se presenta cada noche a los turistas extranjeros, separados de los cubanos mediante una planificada distribución de mesas. Allí acostumbran a ir los  asesores y técnicos  soviéticos, los cuales poseían un  barrio de la ciudad sólo para ellos y sus familias con sus tiendas, escuelas, centros deportivos, culturales, etc., el barrio Kholy de la zona de Marianao, antiguo barrio residencial.

La programación comprende el atravesar el barrio de Miramar por su vía central, la Quinta Avenida, donde están diversas embajadas y donde viven los altos jefes militares y burócratas cubanos, en sus grandes residencias entre jardines y piscinas. Pero el guía debe decir que es un barrio de embajadas y escuelas para niños campesinos. Con tal motivo, algunas de las grandes residencias de esta avenida, han sido convertidas en escuelas.

Se le aconseja siempre al turista, enviar sus cartas y postales desde los buzones de los hoteles y centros turísticos, pues “llegarán más rápido «. En verdad, así pasan directamente al control policíaco de cada hotel. Por ejemplo, en La Habana, en el Hotel Nacional, se encuentra en la   puerta del costado del Salón Aguiar, mientras que en el Hotel Habana Libre se encuentra en la puerta del primer piso que está señalada con un cartel que dice Salón de Banquetes.

Cada noche se debe llenar una planilla, donde se debe escribir el nombre del turista qua faltó ese día a alguna de las visitas programadas o al restaurante durante una de las comidas, ésta se coloca en un sobre cerrado sobre el cual se escribe el nombre del funcionario de Cubatur del hotel y se entrega en la recepción.

Estos funcionarios de Cubatur, se encargan en cada hotel, de recopilar toda la información posible sobre cada turista durante su permanencia en el mismo. Trabajan bajo la apariencia de un gentil funcionario, que está allí las 24 horas del día -vive en el hotel-, a disposición de los extranjeros. A él se deben entregar también todos los números de teléfono o las direcciones de ciudadanos residentes en el país y que el turista desea encontrar.

A estos funcionarios les interesan mucho tres tipos de turistas:

1 – los intelectuales y periodistas,

2- los que critican o se manifiestan contrarios a lo que ven en Cuba,

3- los que están de acuerdo con todo y alaban el sistema.

Así a los de los primeros dos grupos, ya les tendrán incluso asignadas las habitaciones «especiales» en todo su recorrido por Cuba. Los del tercer grupo recibirán atención especial, una serie de regalos que consisten en libros, carteles, discos, materiales de propaganda de todo tipo, y siempre a través del guía, como si fueran regalos personales debido a su simpatía por el sistema revolucionario cubano.

Así se le tratará de captar, se le invitará a ir a la sede del P.C.C. (Partido Comunista de Cuba), a los C.D.R. (Comités de Defensa de la Revolución) y a la F.M.C. (Federación de Mujeres Cubanas). Allí personas, que ya han sido preparadas al efecto, lo tratarán de captar por todos los medios. Se llega incluso a invitarlo de nuevo a ir a Cuba, pagando todos los gastos el I.C.A.P. (Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos).

De esta forma se trata de convertir al turista en un propagandista del régimen cubano; se le da la dirección del Comité de Amistad con Cuba en su país para que al regreso a su patria tome contacto con él y colabore en propagar «la verdad sobre Cuba». Todo esto se hace muy sutilmente, como si fuera incidental.

 Conozco personalmente numerosos casos como éstos.

Al turista se le aconsejará siempre tomar el taxi del servicio de huéspedes del hotel y no uno al azar por la calle. Se le dirá que los del hotel están a disposición de ellos y son de mejor calidad y más económicos, gracias a la tarjeta donde indica el nombre del hotel, el suyo propio y el número de la habitación. La realidad es muy distinta: el taxista anotará en su cuaderno la dirección a la cual llevó al turista, la hora y el número de la habitación, todos estos datos los pasará al jefe del aparcamiento del hotel.

Para poder comprar en la boutique: licores, recuerdos, tabaco, cigarros, etc., pagará directamente pesos con el comprobante de que los mismos fueron cambiados por dólares.

Existe en Cuba un gigantesco mercado negro y mucha prostitución, miles de jóvenes cubanos ofrecen cambios de divisas o prestaciones sexuales, a cambio de:  pantalones vaqueros, medias de nylon, cosméticos, ropas y cigarrillos. Esto es una verdadera plaga nacional.

Baste recordar que en esos años cada hombre cubano, que no perteneciera a la clase privilegiada, tenía derecho cada año a: un pantalón, una camisa, dos calzoncillos, dos pares de medias y un par de zapatos; mientras que las mujeres tienen derecho a: un par de zapatos, 2 bragas, 2 sostenedores y 4 metros de tejido.

El turista no sólo es controlado por el guía, sino también por: los choferes del autocar y de los taxis, todos los funcionarios y empleados de hoteles y centros turísticos, etc. Siempre será hospedado en su recorrido por la isla en lugares aislados del resto de la población local, como por ejemplo: Hanabanilla, Soroa, Viñales, Guamá, Guardalavaca y otros, que son verdaderos ghettos internacionales.

El guía debe siempre pasar por diferentes mesas, durante los horarios de las comidas, tratar de conocer al máximo a cada turista del grupo, interesarse por sus opiniones, sus inquietudes, captar toda relación que tenga con la población local (lo cual es sólo realmente posible en La Habana).

Algunos grupos tienen incluidas visitas a fábricas y cooperativas, siempre, son los grupos organizados por los partidos o sindicatos de la izquierda.

Al llegar a estos lugares, que son siempre los mismos, se encuentran supuestos campesinos u obreros, que contarán las ventajas y maravillas del sistema comunista. En realidad estas personas son graduados universitarios, casi siempre en psicología o sociología, miembros del P.C.C., cuyo trabajo consiste en estar en esos lugares para recibir a los turistas.

Esto ocurre por ejemplo con la “campesina” de la Cooperativa Agrícola La Yaya, cerca de la ciudad de Santa Clara o con la «obrera» de la manufactura de tabacos Partagás en la Ciudad de La Habana, etc.

Incluso, al visitar la cooperativa agrícola ganadera de Jibacoa, cerca de la playa homónima, a 70 km de la capital, el autocar se detendrá frente a un edificio de apartamentos -el mismo siempre-, el guía invitará a los turistas a visitar las casas de los campesinos. Estos les harán ver sus confortables apartamentos y les ofrecerán café, el cual poseen en abundancia. El turista así, es engañado a cada paso.

Todo está planificado, la comedia se extiende a todos los niveles, llega hasta el Hospital Psiquiátrico en La Habana, donde los «enfermos» bordan, cosen, practican deportes etc., para demostrar los avances de la psiquiatría en Cuba. Esto se realizaba acompañados del barbudo director del centro el Comandante Ordaz, extremadamente amable con los visitantes.

Así, cuando el turista se marcha de Cuba, se lleva una imagen falsa del país que ha visitado. Sin embargo, el turista que busca, que abandona la programación (con los riesgos que esto implica), el que camina y busca solo, puede darse cuenta de la dramática realidad que vive cada día el pueblo cubano. Pero ¿Cómo puede hacerlo sin tener problemas con la policía? ¿Cómo puede conocer el pueblo que desde hace tantos años vive con la tarjeta de racionamiento, que logra sobrevivir gracias al gigantesco mercado negro, que no tiene posibilidad de hablar, de criticar, de leer, un pueblo controlado por un despiadado régimen?

El cubano de a pie no es el que el turista ve en los hoteles, restaurantes, cabarets o centros turísticos, ése es el militar o el burócrata. El turista no conoce que miles de cubanos sufren en  las cárceles de Boniato (Santiago de Cuba), Combinado del Este, Nuevo Amanecer, Taco Taco (Pinar del Río) y la de Sancti Spíritus, o en las decenas de Granjas de Rehabilitación esparcidas por las sabanas de las provincias de Camagüey y Ciego de Ávila.

También es el que tiene miedo, el que vive en el terror, o el que forma parte de la cifra superior a los dos millones de refugiados en diferentes países.

Al regresar a su país, si el turista fue catalogado como uno de los maravillados con la «realidad cubana», continuará recibiendo propaganda de todo tipo, como si fueran regalos personales del guía, pero si fue clasificado como disidente, entonces no recibirá nada y si incluso escribiera una carta al guía o a al funcionario de Cubatur conocido en Cuba, jamás recibirá respuesta a la misma.

Los acompañadores extranjeros, reciben un trato especial, pues van a menudo el país. Se les trata de captar por todos los medios posibles: regalos, invitaciones a restaurantes de lujo, para convertirlos en agentes de influencia en sus países.

Incluso, los guías cubanos reciben instrucciones, para tratar de establecer relaciones sexuales con ellos, para tratar de obtener el máximo de información sobre las agencias de viajes, sus empleados, sus intereses hacia Cuba y sus futuros proyectos. Incluso se han preparado a algunos con este fin. Gracias a sus servicios de «este tipo» prestados, ocupan hoy importantes cargos de funcionarios.

Recuerdo los casos de los periodistas italianos Giorgio Frasca y Gianfranco Simone, sobre los cuales se ejerció un control enorme, a pesar de que el primero de ellos mostrase simpatía hacia la revolución cubana.

Si el grupo pertenece a organizaciones de izquierda, recibe algunas conferencias por invitación del I.C.A.P. Se llevan a cabo en la propia sede de ese organismo o en el Salón Libertad del Hotel Nacional o en el Salón Dorado del Hotel Habana Riviera, donde un funcionario del P.C.C., después de hacer un sublime panegírico sobre el comunismo en Cuba, hará hincapié en la necesidad de la lucha armada como única vía de «liberarse de las cadenas capitalistas» en cualquier parte del mundo.

Posteriormente se participa en un brindis y se pasa a algunas mesas donde los turistas pueden tomar toda la propaganda que deseen ya sea en forma de: libros, discos, casetes, carteles, banderas y distintivos.

El pueblo cubano bien sabe lo que le puede ocurrir si un extranjero lo visita su casa, si habla con él en la calle o en otro lugar. Es famosa toda la campaña de intimidación llevada a cabo contra el pueblo de la ciudad de Trinidad. Esta, por poseer variados y bellos monumentos y reliquias coloniales, así como iglesias barrocas, es meta fija del turismo. Allí los niños se atrevían a pedir «chewing gum» o caramelos a los extranjeros y los padres eran sancionados por «no saber educar revolucionariamente a sus hijos”.

En los hoteles y lugares turísticos, es muy fácil saber quiénes son los policías que vigilan a los turistas. Ridículamente, todos tienen más o menos el mismo «look»: pantalón oscuro, camisa tipo guayabera, uno o dos bolígrafos en el bolsillo izquierdo de la camisa. Por lo demás llevan uno o dos habanos, reloj de acero y por lo general una agenda o periódico doblado en la mano.

En julio de 1980, la jefa de los guías, me llevó a la oficina de Europa Occidental, para entrevistarme con el  que era el Jefe de ese Departamento. Él y otro funcionario, me informaron que yo acompañaría a un grupo de 30 turistas procedentes de Italia. Pertenecían a una organización de izquierda y venían con un “tour» especial, en hoteles de primera clase excepcional.

Por tal motivo me iban a incluir a la esposa e hijos del general soviético Klimenko, residentes en la Habana, a los cuales debía proporcionarles todo lo que quisieran. Debía tener presente, que eran “hermanos nuestros” e informar inmediatamente a los funcionarios de Cubatur, de cualquier anomalía en el grupo.

Realmente estas personas fueron gentiles, educadas e incluso me invitaron posteriormente a una cena en unión de otras personas a su bella residencia del Kholy de La Habana. Había allí tal abundancia de todo lo que le falta al pueblo cubano, que era bochornoso. Pero es así como vivían los nuevos colonizadores; durante siglos fueron españoles, ahora eran rusos.

Cuando el grupo regresa a su país, el guía debe pasar un máximo de tres días en redactar el denominado “Informe de Grupo”. Consiste en detallar todas las incidencias de la programación y la opinión personal sobre el acompañador extranjero y sobre cada uno de los turistas.

Este informe debe finalizar siempre de la misma forma: Con Saludos Revolucionarios de ¡Patria o Muerte¡¡Venceremos!

Un gran abrazo desde la espléndida Ciudad Luz,

Félix José Hernández.

Nota bene: Esta crónica aparece en mi libro «Memorias de Exilio». 370 páginas. Les Éditions du Net, 2019.  ISBN: 978-2-312-06902-9

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