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¡Gracias por el Ramadán!

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El día 23 o el 24 empieza el Ramadán en todo el mundo musulmán, y cuando digo mundo musulmán incluyo por supuesto una buena parte de esa comunidad religiosa que vive en Europa. Un colectivo que, gracias a diversas ideologías de izquierdas como el antifascismo el antirracismo y otras, ha conseguido implantarse, no integrarse, que no es lo mismo ni se escribe igual, en muchos de los más importantes países del continente.

Por supuesto, nada de esto podría ser posible sin el apoyo de los medios de comunicación de masas que tan alegremente, y con raseros diferentes, valoran la realidad. Condenando, por ejemplo, la “irresponsabilidad” del Obispo de Granada, al que la Guardia civil obligó a suspender la Misa y tirar la gente para la calle sin haber comulgado como Dios manda. De más está decir que el prelado había cumplido con las disposiciones gubernamentales, y que las personas presentes en ese templo (que tiene un aforo para más de 1000 personas) respetaban escrupulosamente las medidas de distanciación social.

Pues bien, tanto en España, como en Francia y Alemania se están produciendo violaciones al confinamiento, sin que se estas actitudes reprensibles, supuestamente perjudiciales para el resto de la sociedad, sean reprimidas por la ley o criticadas por los medios, o los portavoces gubernamentales. En cambio, los ciudadanos sin confesión cuando se atreven a manifestar su descontento públicamente son salvajemente reprimidos como ocurrió en Alemania hace un par de días. En Francia la semana pasada, la portavoz del gobierno cortó de cuajo la pregunta de un periodista, acusándolo de vehicular infundios racistas, mientras que en España se minimizan los reportes concordantes de personas que observan con asombro la impunidad con la que se mueven algunos miembros de esta comunidad; al tiempo que las autoridades justifican la excepcionalidad del tratamiento con el pretexto de que estos desplazamientos se necesitan para preparar el Ramadán. Un alcalde de Tarragoga, en Cataluña, hasta permitió que el muecín llamase a la prédica el viernes pasado, provocando que la gente saliera a la calle para rezar en franca y descarada violación de la ley.

No había que ser muy ducho para deducir que la terrible medida de confinamiento, impuesta a los ciudadanos de medio mundo, aterrorizados por los medios de prensa se terminaría primero en Europa, comenzando por los países donde los incidentes con la comunidad musulmana comienzan a ser inasumibles por las autoridades gubernamentales. El primero ha sido Alemania, donde las llamadas a la prédica por los muecines generan violaciones sistemáticas de la ley cada viernes. En Francia, el confinamiento ha funcionado a medias en los “territorios perdidos de la República” donde la policía ha recibido la orden de mostrarse tolerante ante las incivilidades que se cometen cada día. Aun así, desde hace varios días incidentes gravísimos no dejan de multiplicarse, y a juzgar por el helicóptero de la gendarmería que no me dejaba dormir anoche, la situación, lejos de calmarse empeora cada vez más.

Los gobiernos pueden decir lo que quieran, pero los ciudadanos, gracias a las redes sociales constatan una realidad muy diferente. Los estados, unos mejor que otros, intentan contrarrestar la indignación popular. En España por ejemplo asistimos ayer, (asombrados no es el adjetivo correcto), a las declaraciones de un general de la Guardia Civil, afirmando como si nada que sus equipos se estaban dedicando a minimizar el “impacto de los bulos” en las redes sociales. Entiéndase por bulo todo lo que el gobierno no quiere que sepa, incluyendo las violaciones al confinamiento o los ataúdes apilados en el Palacio de Hielo en Madrid, por ejemplo. En Francia donde la gente no se calla y todavía ciertas voces discordantes de peso tienen acceso a los medios o se han abierto camino en las redes sociales, cada vez resulta más complicado mantener escondida una situación que amenaza, no ya la cohesión social, sino el mismo orden republicano. En Suecia, que son mucho más listos, no intentaron confinar a nadie, total, mejor evitar esos problemitas en nombre de la paz social.

Así pues, el confinamiento está llegando a su final en Europa gracias a la islamización de la sociedad. En Alemania de manera oficial, en Francia extraoficialmente, lo mismo que en España. No estoy seguro si debo estar contento por el final del encierro, o aterrado por lo que pueda pasar en caso de estallido social incontrolado en estos momentos difíciles. Contrasta esta tibieza de las autoridades europeas con las duras restricciones impuestas en los mismos países musulmanes hasta ahora. Veremos que ocurre después del 23.

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