Gibraltar y Rota

En España, empresarios empresarios; lo que se dice empresas de trabajo y de investigación, de innovación tecnológica en cada tiempo y siglo, siempre han sobrado dedos de una mano para contarlos.

Al margen de los bancos con patente corsa que ejercen su filibusterismo dentro de las aguas de las ciudades españolas, concretamente Madrid y Barcelona principalmente, donde izan la bandera de sus indulgencias fiscales y solo un determinado y selecto grupo de clientes pueden tener sus cuentas en sus contenedores de basura sin necesidad de estar ubicados en Gibraltar o en Andorra, lo que de vez en cuando vuela por el viento de la moralina que nos trata de estúpidos a los pecheros españoles, llorando Gibraltar y aplaudiendo Rota, en la realidad más realista, que no lo es ni por asomo, de ser, sería al contrario.
Hace años, concretamente no recuerdo si en un artículo o dentro de un libro, escribí que personalmente lo de Gibraltar, me olió a un apaño en el monopolio en la construcción de vasos de navíos cuando la construcción naval española tomó un pequeño auge y se centró, lo que es el construir el citado vaso en el País Vasco, por aquello del hierro y la madera, y el arbolar y aparejar la nave ya se efectuaba normalmente en el Mediterráneo.
En España, empresarios empresarios; lo que se dice empresas de trabajo y de investigación, de innovación tecnológica en cada tiempo y siglo, siempre han sobrado dedos de una mano para contarlos, y la moda, costumbre o tradición de que “inventen otros” no es asunto de ahora, sino que se arrastra de muchos años, de siglos. Por eso,  cuando en el Mediterráneo se hizo un amago de construcción naval aprovechando las maderas de la extensa cuenca del río Ebro y su camino hacia el mar, intervino el empresariado inglés y, en Gibraltar, dio seguridad al acabo sin peligro de que ellos mismos quemaran los navíos españoles en plena construcción.
Gibraltar, la punta amada de todo español, la fruta madura franquista, hoy, lo mismo que la papal Andorra por el norte peninsular, es el refugio consentido del dinero de toda la granujería española y de fuera, que permite que a sus habitantes, probablemente a cualquiera de nosotros también, se les desarrolle unos tremendos amores patrios nacionalistas porque el hecho de ser gibraltareño (llanito) o andorrano, ya puedes vivir tan ricamente simplemente con saber firmar y alquilar tu nombre a una de las decentísimas empresas que establecen su sede en los dos dichos paraísos fiscales, donde el dinero de cualquier negocio, sea el que sea, es bien llegado y se tapa con ardorosos amores patrios regionalistas, cumplimentados con la moralina externa que se necesite en cada momento.
Los amores patrios están dosificados de la incomprensible manera de que así como en el caso de Rota oficialmente se aplaude que el gringo, nuestros más hermanos que aliados Usa, les hayan pegado un bocado simpático y muy rentable, según dicen los mandamases, al territorio patrio español,  gracias a él, manifiestan, no existe paro en el sur de España, en el bocado patrio gibraltareño hay que utilizar la táctica del rezo y la preocupación, palabras que tienen mucha miga en el argot publicitario que se les lanza a las masas: un complejo amasijo de indocumentados que con la mentira y el miedo se controlan de puta madre.
No se conoce a día de hoy ninguna voluntad política de acabar con los paraísos fiscales, razón fundamental de la existencia actual de Gibraltar, que siempre ha sido, por fuera de la España oficial del rezo y la preocupación, un lugar muy simpático de donde suelen salir las perras a chorro para lavarlas en las blancas y radiantes lavadoras españolas, todo al nivel ese, al escalón ese, donde solo tienen subida los privilegiados de una sociedad española que de vez en cuando, siguiendo consignas impuestas, nos indican que se llore por Gibraltar y se aplauda por la necesaria amistad protectora de los gringos en Rota.
La España de la calle, ni está por lo uno ni está por lo otro. Ahora como ya no se puede recurrir a construir a las puertas de la Verja de Gibraltar un buen estadio de futbol para que se jodan los gibraltareños como se hizo en la época franquista, porque el negocio del futbol rota hacia otras actividades más rentables que la construcción de urbanizaciones y se ha internacionalizado el negocio, no nos debe de extrañar que en vez de centrarse los veintisiete países que quedan para hacer la Europa unida, en un par de años dejarlo todo cerrado y atado, se apunte solo a Gibraltar, un lugar donde el encanto real lo tienen las empresas en sus cuentas corrientes.
Pero así como Rota no es España, en Gibraltar puedes pasear por donde quieras, comprarte lo que quieras, y cuando se escribe lo que quieras es lo que quieras. Y así como en Gibraltar entienden que los turistas también hacen montón y te tratan como turista, en Rota, aunque ya sabemos que no existe en todo el mundo un país que se sienta a gusto justo la inculta prepotencia gringa, en Rota está chulería y prepotencia está puesta de manifiesto a tope.
Salud y Felicidad. Juan Eladio Palmis.

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