Felipe González Márquez, el pisacharcos

Es uno de los mejores burladores que ha dado España, y en concreto Andalucía

Sabemos que le gusta el dinero y la adulación a rabiar, hasta el extremo que creó una fundación, con dinero público, claro está, para que estén continuamente alabándolo. Ahora, uno de los mejores burladores que ha dado España, y en concreto Andalucía, el que fuera presidente de aquella España que él personalmente con mucho tino y acierto la hizo pedazos en nombre de sus verdaderos representados, para entregarla, negocio por negocio, a sus amigos los grupos empresariales, está jugando y metiéndose en charcos mayores por toda la América de habla hispana o portuguesa, al mejor estilo desestabilizador, en favor, como siempre, de los poderosos, luciendo la misma careta que utilizó en España, que como estábamos tan necesitados de gente de izquierdas por aquello de la hartura clerical franquista, nos pegó una metida, una gigantesca burla, que todavía la tenemos atragantada en lo económico y en la sensación de ridículo de confiar en semejante bailaguas sin escrúpulos.
Felipe González, no pasa de ser sino un “zeñorito andaluu” al servicio incondicional del sistema, que, hasta que no se le ha visto bien el “rabo” de su condición de agitador social en defensa de los poderosos y en contra de los débiles, ha podido, por efecto de tarjeta de visita camuflada, apañada, meter buenos “goles” sociales que le habrán permitido su sueño de “yatear” y seguir siendo el centro de atención y cuidado allí y por donde viaja, donde exista un espacio en el que se pueda pisar fuerte y generar salpicaduras de duelo que le afecten a complicarle la vida a los menos favorecidos.
Y desde esta líneas, yo reto a que alguien me diga en qué empeños está implicado el dicho personajillo que tengan como objetivo final favorecer en verdad a los menesterosos en contra de los dividendos de las grandes empresas transnacionales que miman con esmero cuñas semejantes al personajillo dicho, en contra de la madera cada vez más seca y menos jugosa de los pueblos del planeta.
Pero claro está que nadie actúa en soledad en gestiones tan terroríficas como significa el ir por el mundo adelante generando desigualdad, generando odio social para saciar los insaciables apetitos de las empresas trasnacionales que además de tener los medios de divulgación para que les den la razón, tienen las pistolas de su lado, y no le tiemblan los pulsos si tienen que emplearlas, o las bombas de racimo o los bombarderos especialmente sobre ciudades desarmadas en aquellos países que tengan recursos, preferentemente petróleo, mientras ahogan cualquier desarrollo energético moderno mejor y más efectivo que el petróleo crudo y lo conocido y comercializado hasta ahora.
Hasta que no llegó la maldita explosión de la unificación de criterios capitalistas para que la humanidad sepa aquello que las multinacionales quieren que sepamos, los Felipes González de turno eran unos pobres correveidiles, generalmente vestidos de hábitos y al abrigo de algún tipo de religión, con escaso alcance global, lo que permitió que tras las horrendas guerras, las gentes comenzaran a pensar por su cuenta. Pero, lo que se llama globalización, la “Gonzalización” llega en un pis pas a todos los rincones del mundo y condiciona el pensamiento y la docilidad de la gente, que no se siente engañada, sino, todo lo contrario, participada y consultada, como si los harakiris se hicieran siempre detrás inmediatamente de un plebiscito popular.
Los Felipes González disponen de todo el tiempo del mundo, de todos los recursos económicos que hagan falta para llevar las aguas fluyendo por sus boqueras, porque como dice el dicho popular siempre habrá una piedra a mano para limpiar un trasero. Pero, el futuro, una parte de ella, los estudiantes de la Universidad Complutense de Madrid (una católica no está para eso, está para babear aplaudiendo a los González), le han dicho alto y claro a Felipe González y al Frankensteín por él montado, que se vayan con sus servidumbres allí y donde no estén calados y puedan seguir con su tarea letal para la convivencia y la solidaridad humana.
Felipe González, para los libros de texto editados bajo el tremendo poder de la llamada democracia cristiana, durante algunos años tendrá un tratamiento de gran estadista, y hasta probablemente lo pondrán como el artífice de la España moderna, porque ya se cuidará su fundación de que así sea cuando se vaya; pero mientras haya un estudiante, exista un solo hombre con capacidad propia de reflexionar, su ¡fuera, fuera! será un grito semejante como los que le suelen dar a todos esos personajillos que han traicionado sus raíces y por dinero y poder hacen lo que en cada momento sea más propicio para sus cuentas corrientes y su vanidad.
Con paciencia, Felipe, la mejor escoba que en años ha tenido de su favor la derecha española, a la tercera vez se ha cargado el Partido Socialista Español. Y ahora es probable que estará luchando por un carnet político único, que lo expida su santidad el papa, y el mundo arreglado.
Salud y Felicidad. Juan Eladio Palmis.

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