El euro está desnudo sin unión fiscal ni una solidaridad que vaya más allá de lo formal
El verano es una época propicia para soñar, aunque los acontecimientos de julio nos sitúen en una realidad de pesadilla. Nos estimula la llegada de una sonda a las cercanías de Plutón, el planeta enano. Todo un éxito de la humanidad, que completa el reconocimiento inicial de nuestro sistema solar. Fabulosa materia para tejer sueños. Pero los prismáticos enfocados sobre Europa nos devuelven una triste imagen de impotencia y hundimiento, de Grecia, uno de los nuestros, y de la misma idea de la Unión Europea y del futuro de la moneda única. Un desastre de la política desaparecida en un proceso que comenzó hace más de cinco años.
Grecia, cautiva y desarmada, los ejércitos tecnocráticos bruselenses y el FMI han alcanzado sus últimos objetivos. Pero la guerra de la deuda insostenible continúa. Confirmado el pensamiento único del austericidio, la socialdemocracia enterrada, la agonía griega se prolonga. El euro está desnudo sin unión fiscal, sin reconocer que una Unión Europea que aspire a legitimar su nombre no subsistirá sin que los más ricos ayuden financieramente a los más retrasados. Porque ni Grecia pagará, será necesario aplicarle una buena quita, ni se convertirá en la Holanda del Egeo. Hollande, que ha pretendido salvar la cara de Francia jugando a la equidistancia, en el papel de policía bueno de Merkel, ve alejarse a Alemania, que ya no necesita la rueda del eje francés. Ha triunfado una humillante solidaridad, teñida de escarmiento a los incumplidores.
Alemania se venga, como lo hicieron con ella los Aliados con el Tratado de Versalles que puso fin a la Primera Guerra Mundial. Alemania considera que moralmente solo le cabe el papel de ejecutor de la disciplina fiscal, esa es su limitada visión de Europa: convencida de que lo que no nos mata nos hace más fuertes. Comprensible para los mercados, ¿pero para la gente del común? Grecia en su corralito, a la que Alemania todavía duda darle el empujón del Grexit, solo retrasado. Alemania asustada de su propio poder.
Si Thomas Mann levantara la cabeza. Triunfo de la Europa alemana frente a la Alemania europea. Negativa alemana a liderar una Europa de la solidaridad. Alemania, demasiado grande para Europa y demasiado pequeña globalmente. El todavía incierto desenlace de la crisis griega, en gran medida suicidio perpetrado por los propios griegos, revela también la profunda vía de agua de la Europa de los ciudadanos, y no congraciará a las generaciones más jóvenes con la UE.
Merkel, la política no emocional, la física cuántica que ve a Europa matemáticamente, parapetada tras los tecnócratas, ha dejado pudrir el problema. La canciller no es Adenauer, ni siquiera Kohl. Es la líder reacia de una Alemania renuente y de una Europa enfrentada a cuatro jinetes del Apocalipsis: Grecia, Rusia, la inmigración con los populismos rampantes, y el Brexit. Más agonía, palabra griega, en el sentido de lucha y aflicción extremada. La misma UE que asfixia a Grecia saca del pozo de los parias, liderada por EE UU, al Irán teocrático y nuclear.
Grecia, cautiva y desarmada, los ejércitos tecnocráticos bruselenses y el FMI han alcanzado sus últimos objetivos. Pero la guerra de la deuda insostenible continúa. Confirmado el pensamiento único del austericidio, la socialdemocracia enterrada, la agonía griega se prolonga. El euro está desnudo sin unión fiscal, sin reconocer que una Unión Europea que aspire a legitimar su nombre no subsistirá sin que los más ricos ayuden financieramente a los más retrasados. Porque ni Grecia pagará, será necesario aplicarle una buena quita, ni se convertirá en la Holanda del Egeo. Hollande, que ha pretendido salvar la cara de Francia jugando a la equidistancia, en el papel de policía bueno de Merkel, ve alejarse a Alemania, que ya no necesita la rueda del eje francés. Ha triunfado una humillante solidaridad, teñida de escarmiento a los incumplidores.
Alemania se venga, como lo hicieron con ella los Aliados con el Tratado de Versalles que puso fin a la Primera Guerra Mundial. Alemania considera que moralmente solo le cabe el papel de ejecutor de la disciplina fiscal, esa es su limitada visión de Europa: convencida de que lo que no nos mata nos hace más fuertes. Comprensible para los mercados, ¿pero para la gente del común? Grecia en su corralito, a la que Alemania todavía duda darle el empujón del Grexit, solo retrasado. Alemania asustada de su propio poder.
Si Thomas Mann levantara la cabeza. Triunfo de la Europa alemana frente a la Alemania europea. Negativa alemana a liderar una Europa de la solidaridad. Alemania, demasiado grande para Europa y demasiado pequeña globalmente. El todavía incierto desenlace de la crisis griega, en gran medida suicidio perpetrado por los propios griegos, revela también la profunda vía de agua de la Europa de los ciudadanos, y no congraciará a las generaciones más jóvenes con la UE.
Merkel, la política no emocional, la física cuántica que ve a Europa matemáticamente, parapetada tras los tecnócratas, ha dejado pudrir el problema. La canciller no es Adenauer, ni siquiera Kohl. Es la líder reacia de una Alemania renuente y de una Europa enfrentada a cuatro jinetes del Apocalipsis: Grecia, Rusia, la inmigración con los populismos rampantes, y el Brexit. Más agonía, palabra griega, en el sentido de lucha y aflicción extremada. La misma UE que asfixia a Grecia saca del pozo de los parias, liderada por EE UU, al Irán teocrático y nuclear.
fgbasterra@gmail.com