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Estilo español

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No, no voy a opinar acerca del estilazo español y su inteligente cultura y libertad política que se exhibe colgando pendiente al viento en algunos balcones patrios que están sirviendo de indicador de donde atraca sin problemas la cobertura y la patriótica indicación televisiva.
Un país, España, que tiene un descuido provocado de oscuridad y nula divulgación de toda una larga página de su pasado, y todos sus medios de comunicación actuales, o la mayoría de ellos, nada dicen ni opinan y aceptan con una absoluta indecencia histórica solo aquello que ha convenido a los intereses clericales del cristianismo vaticano, es un pueblo, España, que no necesita que ningún partiducho abriga ladrones, aúlle con lamentos de rotura o destrozo patrio, porque, entre otras muchas consideraciones, no se puede destrozar lo que ya vive separado y compartimentado de un modo diferente al resto que muy pocos consideramos matriz, desde hace varios siglos.
El territorio español, plagado de iglesias y de ermitas por todo el territorio ibérico al completo, a pesar de tantísimo derroche de soberbia e intransigencia no ha conseguido, todavía, una unión territorial consolidada a virgen o cristo único, porque los citados edificios taifales al servicio propio de creencias locales, los adaptan a los intereses económicos y sociales del lugar, más que a la política común o nacional del estado o nación, olvidando la cronología histórica del vivir de gentes anteriores a ellos; a los que siempre mencionaron y mencionan con el clásico desprecio del ignorante.
Y ahora, en estos minutos, la indigna historia adulterada sobre nuestras raíces intentándola basar en los llamados conquistadores, los romanos, gentes a la postre que llegaron en patera a la Ibérica, intermediando en la gran cultura helénica, griega, mediterránea, va a tener la necesidad actual, por decencia histórica, de tener que desenterrar los castros ibéricos, que nunca han tenido una importancia especial de su hermosa realidad cultural en beneficio de la pobreza invasora hasta que no nos abrazamos y nos amalgamos con plena identidad al Islam.
Resultaría muy chabacano para la seriedad histórica que es de necesidad mantener que, cuando por culpa del franquismo triunfante los españoles de paleta, andamio, bayeta al hombro y manos recias, abandonaron por culpa de las hambrunas las poblaciones ibéricas a mansalva, dejando despoblados de gente joven los campos españoles, el atribuirle a estos esforzados invasores de la Europa Imperial la autocreación artística de algún estilo propio arquitectónico, como el clero denominó como estilo Mozárabe algo que fue Islámico puro, es, como poco, sarcástico y cruel.
Y por más mentiras que publiciten encima de una realidad que está ahí, lo islámico, por encima de la coña histórica y el orín de fraile, sobresale en los ojos del que quiere verlo, porque aunque se ha intentado, no se puede tapar tan fácilmente el mayor arraigo de cuanto arribó a la Ibérica por encima de todos los pueblos que llegaron, la mayoría buscándose el sustento pero con bagajes bárbaros, extraños a lo ibérico, entre las manos.
El intento de ocultamiento del hecho real del poderoso embrujo o atracción que tuvo lo islámico con algo similar ya existente en la raíz social propia de la ibérica, tuvo un positivo efecto decantador que no necesito de leyes ni cánones religiosos acompañados de la máquina de tormentos del cristianismo trinitario que dejó sin piedras sueltas los caminos ibéricos, empleándolas todas en construir inmensos templos que se llenaban a la pura fuerza del castigo.
Por eso, en la medida que vamos avanzando con mucha dificultad en la cultura de la verdad en la Ibérica, sacando información por los pequeños huecos que nos deja una horrible hipoteca eclesial que lo quiere, y en muchos casos lo logra, tapar todo, un sentimiento de estafa histórica nos aborda, porque han utilizado todos los medios, y lo siguen haciendo, para arrimar el ascua a la sardina de sus mentiras y milongas interesadas.
España, la Península Ibérica, es taifal porque todo lo define y determina su geografía diferente y muy plural en cuanto a sus recursos; pero esa diferencia no implica necesariamente el hecho logrado por lo milagrero que es un territorio y lo pecador que lo es el otro, que unos ibéricos miren por encima del hombro a otros, que proviene de lo profundo cuando se estableció la profunda diferencia entre creyentes y no creyentes: padre y madre de todas las diferencias, que solo las empareja un bastante el nivel económico por encima del nivel intelectual.
Por lo tanto, aquella unificadora lengua aljamía que unificó a muchas gentes ibéricas por las buenas antes del terrorífico poder separador o diferenciador del creyente o el no creyente, perdió la partida ante la espada y la cruz separadora que nunca ha aceptado ni acepta que la ibérica es fruto hecho por la gente ibérica-islámica, que se descubre caminando por estas tierras enterradas entre piedras dejadas caer por todas partes a la fuerza.
Aunque no hay nada nuevo que celebrar. Feliz año, queridos lectores.
Salud y Felicidad. Juan Eladio Palmis

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  1. No toda la culpa se le puede endilgar a la Iglesia Católica, la clase política es lo peor que ha tenido España por los siglos de los siglos, preponderar otro factor como la desgracia de la nación resulta simplista.

  2. QUE DAN MIEDO
    Hay palabras
    que solo escribirlas
    ya sin pronunciarlas
    dan miedo.
    En español cuando escribo
    sombra,
    me aterro,
    y cuando escribo caballo
    y galope,
    me alegro:
    Caballo árabe galopando,
    libio, magrebí, caballo elegante
    dócil, alegre y obediente.
    Pero si escribo
    sombra al galope,
    la sombra lo ensombrece todo,
    apagas ecos, ruidos preciosos
    de los cascos de los caballos
    moros al galope
    por el camino de tierra
    donde levantan al aire polvo,
    harina del amasijo de nuestros mayores,
    amasada por el camino
    de la espiga de jinetes y caballos,
    de caminantes con calzas,
    o descalzos
    donde pasaron gentes,
    seres,
    que a lo más ahora,
    son polvos que brincan y saltan,
    se elevan y vuelan con los remolinos
    de los aires,
    pero cuando se hacen sombras,
    aunque no estén acechantes,
    escondidas tras los almendros,
    me dan miedo,
    me aterran.

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