España, el gran misterio de Europa

Cualquiera que viviera en aquellos años y viajara por Europa, por Francia, Alemania o los Países Bajos y fuera en plan de negocio o, simplemente de turista, recordará la enorme aceptación que tenía la peseta, los billetes de mil pesetas, ¡y qué decir los de cinco mil!.
España, en aquellos años de la peseta, era un país admirado y casi, se podría decir, envidiado por muchas gentes que vivían en los países indicados y en todos los restantes de la vieja Europa, porque a gala te indicaban aquellos habitantes del otro lado de los montes Pirineos que en España se vivía muy tranquilo, gozábamos de un clima suave y agradable y la comida siempre, en cada lugar geográfico su especialidad, todo era exquisito.
Todo, por tanto parecía ir por el camino que lleva a la orilla del país de las maravillas, entre muchas otras cosas, porque se evocaba en el silencio hablado de los corrillos, lo malo malísimo que había sido para todo el franquismo, las penurias que hizo pasar para nada, y se veían por todas partes las ganas de vivir de su trabajo, honestamente, a las gentes.
Visto todo aquel tiempo sin pasión de madre, sin amores estúpidos patrios, aquella España, sin gráficos, sin técnicos, a pesar que el opus dei ya cocinaba y quería apoderarse de todo, del gobierno y de todos los ministerios, la gente de la calle entendía mucho más que ahora que la libertad, la justicia y la equidad en las cosas del día día, nunca por nunca las ha facilitado la iglesia vaticana, sino todo lo contrario, y los templos que los domingos por decreto social obligatorio habían estado a rebosas de lo que tanto les gusta adjetivar como fieles, no de fe, sino de fidelidad de secta, al clero, abandonaban paulatinamente el figureteo de que los vieran en misa los domingos y fiestas de guardar.
Pero aquellos mentolados años de trabajo y recompensa de jornal por las horas empleadas en ello, entre estruendos de trompetas que han sido mentirosas y letales para el pueblo español del mundo del trabajo, anunciaron a tope de estridencias que Europa significaba la repera; que se acababan las miserias futuras de los golpes de estado, y que el inquieto militarismo español, tan poco amante de los cuarteles y tan ansioso por los despachos políticos, con la presencia de España en Europa, entre otras muchas glorias a ganar con la incorporación a la democracia europea, los metería en los cuarteles a que enseñaran a la tropa qué mano es la más adecuada para sacar la cuca a hacer pipí sin salpicarte los zapatos o las botas.
Pero la triste realidad para los que nada sabemos de macros economías ni demás gaitas, la España de hoy mismo, la de este minuto en el que estoy aporreando el teclado, es una España de políticos ladrones, de un poder judicial inexistente para corregir el robo político del dinero público, y menos aún para que devuelvan lo mucho que nos han robado. Y de un pueblo que, pueblo por pueblo, ciudad por ciudad de España, será oficialmente un pueblo europeo, pertenecerá a Europa, pero a lo largo y ancho de la dilata historia de la gente española, ni aun cuando España rozaba aquel maravilloso, para la iglesia vaticana y el régimen, de setenta por ciento de analfabetismo real gracias al franquismo, nunca hubo menos pueblo de lo que hay o existe hoy en día.
Viendo como van aconteciendo en la realidad los asuntos, viendo la pasividad y la falta total de una justicia española que resuelva algo que no lleve el tinte político de lo que desee el gobierno que tiene hipotecado con el voto cautivo y la desinformación machaconamente servida al pueblo español, por supuesto que no hace falta ni se necesita que nadie dé ningún golpe de estado, porque el golpe está dado y bien dado y atado.
Entre las muchas maravillas de la democracia que Europa nos ha regalado y nosotros como españoles por mandato televisivo hemos aplaudido y aceptado hasta con exhibicionismo de amores patrios, está el hecho real que los directivos de la llamada izquierda española, con excepciones honrosas de un Julio Anguita y pocos más, el resto de los mandamases de la llamada izquierda progresista española, el que menos (podía nombra un centenar sin apuros) está dando diariamente una clase continuada del fascismo más puro y duro, de defensa del robo y la extorsión como deporte nacional, yendo de plató en plató de televisión sin que se les caiga la cara de vergüenza.
Y con tales compañeros de viaje, cuando en la España europea entramos en elecciones democráticas, como resulta que la empresa que hace el recuento de votos es una empresa particular que tiene a gala que da los resultados en un pis pas, y los “grandes partidos” duermen todos junticos en la misma cama política y se reparten las prebendas económicas proporcionalmente, pues uno piensa que algo tramó en su día Europa para que España que conseguimos medio sacar la cabeza en lo económico y en lo social, estemos, de momento, peor que al principio de los años sesenta, cuando nos moríamos los españolitos por tener un país con la justicia funcionando y democracia.
Y no donde Europa y unos politicuchos aplaudidos por un pueblo amorfo nos han llevado, con la terrible incógnita, ante lo fácil que lo tienen, de qué es lo que quiere hacer de España Europa.
Salud y Felicidad. Juan Eladio Palmis.

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