Es de las primeras veces que dentro de los poderosos balances de dividendos favorables para el santo y bendito capitalismo, las empresas dedicadas a la fabricación y venta de rollos de papel higiénico para el retrete, van a cotizar y figurar en el selecto grupo del llamado Ibex 35, codeándose con las que producen bombas, armas, lavan los dineros de la droga, y se dedican a cosas que salvan continuamente las patrias.
Y todo gracias a los yayos: Simplemente porque pepé-pesoe- c’s, con la bendición apostólica de su santidad y pagando con dinero público los santos sacramentos que engullen, estaban creídos, convencidos, que España estaba muerta, acabada, que el miedo inoculado un día y el siguiente en los pensionistas vía televisión, especialmente viudas que aceptan que le quiten más del cincuenta por ciento de la paga si se muere el cónyuge masculino, y al contrario, no, había dado su fruto; un fruto inamovible de terror político de que pueda venir cualquier mandamás que no se levante borracho de agua bendita cada mañana, y no sea amigo de los del kipá púrpura o del rojo, que, para disimular los vaticanos llaman solideo.
Y todo porque los yayos, estamos secos de mantecas, somos más difíciles de quemar y se necesita más leña para acabar haciéndonos ceniza, en un país, en una España, que desde la traición de Granada en 1.492 hasta aquí, llevamos más de cuatrocientos años efectivos de tribunal de la Inquisición (contando al franquismo y al estúpido triunvirato Mariano-Pedro-Ribera), y algunos ramalazos donde el todo todo, no vale; especialmente si entramos en intimidades que digan la verdad del barquero, que a las guapas no les cobraba billete del pase en la barca con la esperanza de cobrarse en carne.
Un país, España, una América Morena, que ni Napoleón tuvo pelotas a poder abolir el Santísimo Tribunal de la Inquisición ni en esta ni en la otra orilla, de ella no se puede esperar sino que han sido y son muchos años de miedo y jueces de toga y puñeta que estarán todos en el cielo por ajustarse de lleno a los mandamientos romanos que democráticamente expresan aquel principio de que lo mío es primero, lo segundo es lo mío, y lo tercero también es lo mío, y el que venga detrás que le den por saco. Todo dentro de una sala pulcra con mucha simbología de esa que hiela la sangre.
Está claro que los yayos españoles no son unos super- hombres dotados de cualidades especiales. Pero cualquiera que no tenga por objetivo el estar en el sillón el máximo de tiempo posible para robar en la más generalizada postura de los gobernantes españoles a todos los niveles de la administración, existen un peligro social, por fuera del económico, que al no disponer actualmente España en la realidad más pura y triste de una ventanilla de reclamación donde se puedan ventilar las injusticias, estos beatones que nos gobiernan, están llenando de privilegios a la secta romana vaticana, sin tener en cuenta que España ya no es católica cristiana al cien por cien, ni mucho menos, y que en cualquier segundo social, otras confesiones que ahora están demandando los mismos privilegios a nivel de papeles, se van a tirar a la calle porque no están siendo atendidos.
Y el salir a la calle otras confesiones demandando, justamente, los mismos privilegios que los de la confesión romana, porque la constitución española los ampara, no van a ser paseos vespertinos de soldados francos de ría, sino que nadie es capaz de calcular las consecuencias. Y solo por ese terrible detalle de sembrar el desorden con sus preferencias con dinero público, estos ladrones actuales que nos gobiernan, que con chulería se enfrentan a organismos y comités de paripé, a sabiendas que les van a tocar los cojones porque gozan de la ley de hoy por ti, mañana por mí; Y ya solo por eso los yayos, ante la modorra de los jóvenes y los miedos de parte de muchos yayos y yayas, es necesario la movilización antes de que todo sea irreversible, cosa que le encantaría a Alemania, a Francia y a Inglaterra, porque el español es muy apañao con la bandeja en la mano, o limpiando retretes públicos, y por la vía de la miseria siempre ha dado muy buenos santos.
Cuando empecé a escribir opinión allá por el franquismo profundo, medía y cuidaba las palabras porque sabía que los inquisidores de los renglones disfrutaban con el chivatazo que, entre otras cosas, ser unos putos censores, les evitaba el tener que emigrar al extranjero para levantar el puchero, y con limpiarle el culo al cura y vigilar que se cumpliera la moral cristiana ¡manda cojones si se hubiera cumplido al pie de la letra la dicha moral cristiana!, tenía su pan de traición asegurado. Ahora se vuelve otra vez a aquellos tiempos, gracias a pepé-pesoe-c’s, con la bendición apostólica de su santidad que vive del erario público mejor pagado, que el mejor funcionario.
Salud y Felicidad. Juan Eladio Palmis.
AQUELLOS BARROS
Aquellos barros que hicieron
las lluvias aquellas,
se quedaron en los caminos
y todavía
se ven señaladas las senda
por las huellas
de las ruedas de los carros.
El ancho camino carretero,
con aquellas lluvias,
se llenaba de barro,
y pasaba descalzo
el carretero
para no perder
o mojar las alpargatas
en el barrizal del terreno,
daba igual,
verano o invierno.
Pero el que piense
que el carretero
era infeliz
cuando llovía,
está,
pero que muy,
equivocado.
Es la lluvia de ahora,
la que llueve sobre asfalto negro,
que le molesta a la gota caer
en esa negrura viscosa,
pestilente,
nada que ver con la tierra
de siempre,
la primera que no quiere caer
sobre el mismo camino del carro
hecho ahora carretera.
Nadie es feliz con la lluvia;
Pero es ahora,
aunque existe el impermeable total
y nada cala ni moja
en el sentir de una gente
que no sabe lo que es llover
y escuchar su hermoso
sonido
cuando llueve,
ajeno a la rogativa
primitiva y gutural
al palo seco con peluca
de gentes bárbaras.