España-América: Afinidad y porvenir

Comoquiera que mi anecdotario es extenso y variado, puedo recordar que hace unos meses, un poco antes de llegar al trabajo, un cubano me preguntó dónde estaba el consulado cubano de Sevilla. Tomando un café, comenzamos a hablar y me dijo que tenía sangre andaluza (concretamente de Huelva) y asturiana, y que viajando por otros países, por su acento le habían tomado por andaluz, y que no fue hasta llegar a Andalucía donde se había dado cuenta del parentesco fonético. Yo le expliqué que los primeros tiempos de emigrado en Perú, todo el mundo me tomaba por caribeño cuando me oía hablar (puesto que muchos peruanos tienen para sí que todos los españoles hablamos como de Despeñaperros para arriba); y que en una ocasión, con un amigo canario, escuchamos a un camarero en pleno malecón de Miraflores y lo tomamos por «paisano» y resultó ser cubano…

No nos conocíamos de nada y en un ratillo, aun cuando no estaban ni puestas las calles, sentimos una afinidad más que lógica. 

El cubano se fue para su lado y servidor se fue para el suyo. Y aun alcancé a decirle que quien no se dé cuenta de este triángulo Andalucía-Canarias-América, es que no tiene sangre en las venas.

Por un momento, volví a sentir la hermandad que confirmé allende los mares, evocando cómo nuestros mejores pensadores, aun desde distintas ópticas (Juan Vázquez de Mella, Ángel Ganivet, Gustavo Bueno…), nos señalan América por y para el porvenir. 

Y así comencé a trabajar aquel día, soñando despierto, pero nutriéndome una vez más de una realidad que nos habrá de inspirar para ser mejores. 

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