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Escala en Ibiza del Costa NeoRiviera

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París, 6 de agosto de 2019.

Querida Ofelia:

Durante la madrugada del 14 de julio de 2019, por un mar en calma, navegamos con rutas sudorientales hacia el Archipiélago Balear. Comenzamos a ver las costas del norte de Ibiza o Eivissa en catalán, alrededor de las 5 a.m. y seguimos la línea de costa hasta que entramos en el puerto alrededor de las 7 a.m. Se completó el atraque a las 8 a.m. La isla de Ibiza, junto con la isla más al sur de Formentera, es parte de las Islas Pitiusas y es la segunda más grande de las Baleares.

El cielo estaba un poco nublado y la temperatura era de +22°c y solo aumentaría en dos grados en horas de la tarde.

Comenzamos nuestro paseo en la ciudadela fortificada de Dalt Vila, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1999. Nuestro punto de partida fue el pintoresco laberinto de calles de Sa Penya, uno de los antiguos barrios de pescadores de la capital de la isla, situado en la parte baja de Dalt Vila.

Exploramos las imponentes fortificaciones de la ciudad entrando en el Soto Fosc, un túnel peatonal que se remonta al siglo XVI y que conduce fuera de las murallas, y visitamos el baluarte de Sant Bernat, desde el que se disfruta de unas vistas incomparables de Formentera, y los puestos de defensa de la artillería contra los ataques marítimos.

Recorrimos el Carrer Major, calle central flanqueada por majestuosos edificios, que culmina en la Catedral, levantada sobre estructuras anteriores de carácter religioso que se remontaban a las diferentes dominaciones que se sucedieron en Ibiza desde la época de los fenicios.

Seguimos explorando la ciudadela fortificada, cuyas murallas fueron levantadas en el siglo XVI, y bajamos hasta el edificio de la Real Curia, que albergaba el equivalente de los actuales tribunales, con su bonita puerta gótica. Admiramos la Capilla de San Ciríaco, levantada en honor al santo que en el año 1235 se enfrentó a las tropas de Jacobo I, y, continuando por el Paseo de Sa Carroca, nos encontramos con la estatua de Isidor Macabich, ilustre poeta nacido en la isla, para después llegar hasta la iglesia de Santo Domingo, que forma parte de un complejo monástico dominicano construido entre los siglos XVI y XVII, y en la actualidad sede del Municipio. Nuestro destino final fue la Plaça de Vila, uno de los lugares más pintorescos de la ciudad, donde pudimos curiosear entre las tiendas de artesanía y productos locales.

Tomamos dos taxis para sentirnos a nuestro aire en una de las playas más bellas de Ibiza: la playa de Las Salinas (platja de Ses Salines). Pudimos tumbarnos y concentrarnos relajadamente en el ritual del bronceado y pasear descalzos por la orilla para disfrutar al máximo de la belleza de la isla.

En el barco nos habían dado un papel con las siguientes recomendaciones:

“En España, las playas son públicas; le recomendamos que vigile en todo momento sus objetos personales. Se recomienda llevar solo dinero en efectivo, y no mucho.”

En chófer de mi taxi era un joven de 25 años, el cual está obligado a vivir con sus padres debido al alto precio de los alquileres de los apartamentos. Nos contó que en Ibiza conoce a 7 jóvenes que viven en un minúsculo apartamento, pues vienen desde La Península para poder trabajar durante los meses de verano.

Regresamos al barco en taxis al final de la tarde.

Encontramos en los camarotes invitaciones para celebrar la Fiesta Nacional de Francia (Toma de la Bastilla) a las 8 y 45 p.m. en el Grand Bar Saint Paul de Vence.

« Chers passagers,

Joyeux 14 Juillet !

Nous avons le plaisir de vous inviter à célébrer ensemble
le Jour de la République Française sur le Costa NeoRiviera.

Nous vous attendons le 14 Juillet à 20h45,
au Grand Bar Saint Paul de Vence, pont 7.

Merci de votre participation!»

Al ingreso del bello salón fuimos recibidos por el Capitán Stefano Bocaccio y los oficiales del barco. Fue una bella fiesta francesa, se cantó La Marsellesa y se bailó con canciones galas. Los dulces y bebidas fueron también franceses. Estaban los 220 turistas franceses que iban a bordo.

Ese día nuestro Ristorante Saint – Tropez, dedicó la cena a los platos sicilianos.

En Sicilia estamos ante damas y caballeros que pasean por un naranjal mientras el sol se filtra con discreción entre las hojas, en un lugar impregnado del aroma de la bergamota, el jazmín y el limón. El ritmo lento de una tierra antigua y llena de influencias que han hecho que sea inmortal, inmutable, eterna. En esta situación, percibimos el espíritu italiano, por un lado indolente y genial, por el otro capaz de rebelarse profundamente ante quien intente someterlo. Esta fuerza, casi rebelde, se expresa también en platos como los espaguetis con anchoas, piñones, uvas pasas y pan tostado; en las verduras a la plancha marinadas con orégano; o en el macco de habas enriquecido con aceite dorado, la mezcla
perfecta de dulce y salado, de equilibrio y vértigo.

Nuestra cena consistió en:

Tartar de carne de buey, puré de maíz y achicoria roja

Sopa de cebolla

Rape en rodajas, caracoles, apio, zanahorias y puré de espinacas

Cannoli siciliani (dulce siciliano en forma de rulo relleno de queso ricotta, naranja confitada y chocolate)

Vino Falanghina Manimurci.

Il Teatro Ravello ofreció el espectáculo “Fuego, baile, ritmo y pasión flamenca”. Pero para nosotros resultó patético. Los bailarines zapateaban sin son ni ton y…los turistas alemanes y británicos aplaudían. Recordé aquello de “el que no ha visto iglesia, en la puerta de un horno se presigna”.

Posteriormente tuvo lugar “La Noche Latina” alrededor de la Piscina Lido Via dell ‘Amore, del puente 11: salsa, merengue, bachata, etc., con el equipo de animación y los músicos del barco.

El barco había zarpado hacia Palma de Mallorca. Mañana te contaré sobre esa escala estupenda.

Un gran abrazo desde La Ciudad Luz,

Félix José Hernández.

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