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En misa y repicando en la Constitución

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Cuando llega la hora de hace la Constitución Española, la última, la de 1.978, que muchos españoles no lo saben todavía, pero con su voto le dieron vigencia por encima de la firma de nuestros padres y madres patrios, más que la tontuna que algunos la ha calificado como la constitución del haraquiri de las cortes franquistas (más vivas, más coleando, y jodiendo y mandando ahora más que cuando Franco) lo que sí fue, de todas todas, fue una colosal bajada de pantalones que tuvo el mismo clero que intervenir y decir: “Bueno, ya con esto es bastante, y los de fuera se quedarán tranquilos.”
El pueblo español, en la playa, con hartura de nadar y guardar su propia ropa, pero, por lo menos, sabe que ha llegado a la playa. Y, a diferencia de los políticos, en su mayoría real, especialmente los políticos de dedo o de listas cerradas consolidadas, una parvada de gente licenciados en mentir y falsificar títulos académicos en cantidad de epidemia, no saben que el mar, la travesía a nado, también los ha mojado, y no hacen, como mucha parte del pueblo español,  secarse en la playa para alzarse sin mojaduras.
Más de quinientos años de cristianismo obligatorio, que quita o da faena, que puede hacer la burrada o la salvajada  que le dé la gana al clerigo y, como el aceite, a lo más, el único castigo que le llegue de sus jefes es un traslado, en principio siempre a mejor. Una sociedad, el caso de la española, que aunque los de fuera te digan que tu Constitución se tiene que adaptar y parecer a las Constituciones Europeas modernas, hay que hacerla de un modo que, ante todo, tenga apariencia de democracia y modernidad con parte del pueblo secándose en la playa supervivientes de la mojadura vaticana, y sus políticos convencidos que España comienza y termina en ellos, tiene su parte de complejidad.
España, por incultura, no es laica. España, por analfabetismo profundo, apenas sabe lo que es; pero hay muchos más españoles creyendo en Adán y Eva que en cualquier teoría evolutiva del hombre, y eso de que el género humano está sobre el planeta tierra miles y miles de años antes de la milonga romana de la trinidad vaticana teocrática, es cosa de los comunistas ateos, que suelen dar mucho miedo, pues es gente que no se emocionan ante una imagen de una virgen llena de flores, o de un santo con su barba arreglada y todo.
Los políticos españoles, en su mayoría, los que se llaman de izquierdas han pasado muchos de ellos por algún seminario y les ha quedado de semejantes lugares la impronta y algunas cosas más, y los de derechas, sin ir a clase, han conseguido títulos y oposiciones a dónde les ha dado la gana; por eso cuando llegó la hora de definir la situación, el Estado Confesional Español, tranquilamente hubiesen escrito aquello de Católico Apostólico y Romano. Y, en el peor de los casos, aumentar ayuntamiento por ayuntamiento las ayudas a las parroquias y a las cofradías: ese ejemplar lugar de encuentro social donde la religión se basamenta en la buena mesa, y en la generosidad de las compras con dinero que no duele.
Fue el propio y ladino clero, el que vive en España pero le tiene obediencia a Roma como si Roma le pagara el sueldo, la luz, los cafés y las copichuelas, el que le tuvo que decir a los políticos españoles que había que poner un artículo en la constitución, que en apariencia permitiera que los flujos de capital de tintura religiosa siguieran circulando como si España realmente estuviera encuadrada en un Estado Aconfesional, donde la religión fuera un plural adjetivando a las gentes.
Y así se hizo, y, España, constitucionalmente un Estado Aconfesional, le entrega, en virtud de una ley franquista, refrendada por los políticos ex-seminaristas y falsificadores de títulos universitarios españoles, al clero vaticano más millones de euros que nunca; en cantidad que sumada pueblo por pueblo, comunidad por comunidad, estamento por estamento, salta con limpieza, sin pagar ningún impuesto, en una insolidaridad de caballo ante las necesidades que genera la convivencia, los treinta mil millones de euros cada año.
Por eso nadie aprieta, y desde el clero menos, cualquier cambio de constitución, no vaya a ser que desde fuera nos obliguen a escribir que España es un país Laico, cuando todo el mundo sabe que España es cristiana vaticana procesionista, subvencionada cuando tiene más propiedades que el mismo Estado Español y una liquidez en sus cuentas que ya las quisiera para sí el país que se considere más rico de la tierra.
Y al pueblo todavía le queda mucho para que se le seque la ropa.
Salud y Felicidad. Juan Eladio Palmis.

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  1. EL GUERRILLERO
    Me gritó: ¡Alto!
    el guerrillero,
    poco, muy poco más,
    que un niño,
    con un fusil
    que ya sería viejo
    para su abuelo.
    Ni el fusil
    ni el guerrillero
    tenían aspecto
    de violentos,
    y apenas daban
    preocupación
    o miedo.
    ¡Baja de la camioneta!
    me lo imperaba
    en nombre
    de un frente revolucionario
    que tenía el nombre
    de un mes y un día
    del año
    que no recuerdo,
    pero que existió
    en el calendario.
    Un cigarro gringo,
    un paquete entero,
    un cartón completo,
    y salió España
    por en medio.
    Había llovido,
    estaba lloviznando,
    la selva por detrás,
    nosotros de por medio.
    Miedo donde tuve
    fue de compras en la ciudad,
    allí fumando
    al compas del guerrillero
    no recuerdo haberlo
    tenido,
    y menos, mucho menos,
    cuando apareció la botella
    de guaro,
    un aguardiente casi alcohol
    puro,
    y muchas cosas
    en común
    que fueron,
    en aquella guerrilla
    por Nicaragua,
    apareciendo.

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