En el homenaje que me ofrecieron mis colegas por mi jubilación

Foto: Al final de mis palabras, con un grupo de colegas profesoras en Sainte Marie de Neuilly.

París, 3 de agosto de 2020.

Querida Ofelia:

Palabras de agradecimiento, que dirigí a mis colegas y amigos el día 24 de junio de 2014, durante el acto de homenaje y despedida con motivo de mi jubilación, en el célebre Lycée Sainte Marie de Neuilly. Después fueron las fotos, los saludos, besos, abrazos y… el buffet.

«Queridos amigos, queridos colegas:

Acabo de leer de nuevo las 630 páginas de anécdotas de S.M.N. que he escrito a lo largo de estos 17 años y decidí hablarles sólo de mis impresiones de 1997 a mi llegada y de algunas posteriores, en cuatro páginas, o tendría que hacer un Polo Cultural nostálgico.

Tengo que dar gracias a muchos de ustedes.

Gracias a Sabine Laplane, ya que me contrató hace 17 años y me hizo conocer por medio de sus escritos, a esa gran dama fundadora hace un siglo de la escuela y de la Comunidad Religiosa San Francisco Javier: Mme. Madeleine Danielou.

En 1997, cada mañana, después de empujar la puerta de entrada, me encontraba a la derecha con la sonrisa de Geneviève. A veces en el pasillo a la izquierda se encontraba la sonriente Mlle. Joly, la cual me invitó varias veces a hablar sobre la literatura e historia latinoamericana a los estudiantes de las clases preparatorias a los exámenes de ingreso a las Grandes Escuelas.

A pocos metros a la derecha se encontraba el despacho de Elisabeth Buffet, la mujer más generosa que he conocido en mi vida. Su esposo y ella siguen ayudando a las monjas del Carmelo de La Habana en todo lo que pueden. La bella mirada de Elisabeth es sólo comparable a las de Anne-Sophie y Bernardette.

Había una sola sala para utilizar el vídeo: la sala X, ya que todas las salas de la planta baja estaban numeradas con números romanos y la coincidencia hizo que había que decir a las alumnas: “vamos a la sala X para ver un documental o un filme”. Esto siempre provocaba risas.

Al subir la escalera se hacía un recorrido hermoso: me saludaba la luminosa Bernardette, secretaria del grado doce desde su despacho y a continuación Sabine Laplane me recibía con un caluroso Bonjour Félix! Acto seguido pasaba frente a la puerta de la oficina de Claire Anne, que me hacía apreciar su eterna sonrisa.

Llegaba a la sala de profesores, donde había una pléyade de profesoras, damas cultas, con clase y distinción. Sólo deseo nombrar a dos: Claire d’Orgeix y la inolvidable Mariane Armangeat. Mi gran amigo Bac de origen vietnamita y yo cubano teníamos un pasado común, ya que habíamos vivido bajo el comunismo, lo que hacía que nos entendiéramos muy bien.

En la contabilidad se encontraban  Mireille Bourgeois, la cual   me recibía siempre con una gran sonrisa y Ángela (Quisqueya la Bella), que  estaba siempre dispuesta a ayudarme con el papeleo. Ángela, yo creo que cuando Dios creó tu isla estaba pensando en el Paraíso.

Los exámenes eran preparados y fotocopiados con una excelente presentación a doble página, por la encantadora Priscille de Cognac.

Recuerdo la gran gentileza de las tres empleadas del comedor: Mayuba, Silvia y Emeline. Con ellas celebré cada año: Navidad, Pascuas, los nacimientos de mis nietos y mis cumpleaños.

De Ramona (mi gallega bella), recuerdo numerosas   anécdotas. Una tarde fui a verla a su atelier, porque al agacharme, se había roto la costura de mi pantalón. Me dijo que pasara al local de al lado y se lo diera, que en un par de minutos ella me lo cosía. Así lo hice, pero vi un gran mantel rojo y entonces me lo até a la cintura con un nudo y me fui a conversar con ella. En eso llegó una religiosa, que me vio con chaqueta, corbata y falda larga. Al inicio se sorprendió, pero después los tres compartimos la risa.

Si se rompía algo en una clase, se llamaba a Antonio y allí llegaba él inmediatamente a repararlo.

Mi primera reunión de clase en el despacho de Mlle. Fullon, tuvo lugar con todos sentados en sillas alrededor de una mesa baja donde tronaba una lata abierta de Quality Street. Recuerdo que Nicole (mi pequeña col), se burlaba de mi “pequeño acento cubano”.

Había un vocabulario diferente al del Institut de l’Alma (aprovecho la oportunidad para darle las gracias a ese caballero que es Monsieur Tramier) y Sainte Geneviève (aprovecho también para dar las gracias a Madame Lee y Madame Alavoine, ambas excelentes directoras), donde había trabajado durante 15 años.

Por ejemplo:

No participa = Es muy discreta.

Ne estudia = Le falta rigor.

Podría tener mejores resultados = Un gran esfuerzo es necesario.

Conversadora = Se dispersa fácilmente.

Cada vez que había una reunión de padres, se preparaba la mesa en la sala de profesores con un verdadero buffet de calidad y allí estaba siempre Sabine Laplane. Era un momento de gran esparcimiento y prácticamente todos los profesores se quedaban un rato para intercambiar impresiones.

El único problema era el rollo de papel sanitario, que como era muy fino y estaba dentro de un disco enorme de metal, al tirar de él se rompía en pequeños pedazos. Había que introducir los dedos por el hueco y como los míos son muy grandes y gruesos, se me arañaban con la especie de mini serrucho que servía para picarlo. ¡Aquello era una verdadera pesadilla!

Tuve el honor de compartir la mesa durante una cena con Mlle. Dussel, la noche en que hice un Polo Cultural sobre la Historia de Cuba. Cuando Mlle. me pidió mi opinión sobre Sainte Marie de Neuilly, y yo le dije: “Sainte Marie de Neuilly  es un mundo aparte, un oasis, es diferente al resto del mundo”.

Recuerdo perfectamente que me respondió: “No Monsieur. Sainte Marie es el mundo normal, es el otro el que debería de ser como el nuestro”.

Entre 1998 y 2004 hice siete viajes con las alumnas de décimo grado, con Marianne y Mme. Escande. Cada año a una región diferente de España. ¡Cuántos bellos recuerdos he acumulado!

En el 2005 pusimos la cereza sobre la tarta con el viaje a Puerto Rico (Borinquen querido), con Madame Françoise Guineau. Fue gracias a un intercambio de alumnas con el Colegio La Piedad, organizado en colaboración con mi querida amiga profesora de español Maribel Pérez Moya. Querida Panchi, tú sabes que cada vez que vamos a esa bella isla del Caribe, los que te conocieron nos preguntan por ti.

Aún hoy cuando encuentro a alguna de las antiguas alumnas, me hablan con alegría sobre aquellos viajes.

Gracias Clotilde por el magnífico viaje por Sicilia y el de tras las huellas del gran Charles de Gaulle. Para mí el más grande de los franceses del siglo XX. Gracias por todo que haces por ese maravilloso país que es el Líbano.

Gracias Bárbara por los viajes a Florencia y Venecia.“Tu sai che il mio cuore e   italiano”. El 27 de octubre último, estaba con la mujer de mi vida, en Venecia para celebrar nuestro 39 aniversario de bodas y en la Piazza San Marco vimos a un señor que vendía rosas rojas. Recordamos a la joven y llena de alegría de vivir Sabine Algrin y a nuestra hermanita Elisabeth de Verdiere.

“Elisabeth, recuerda que cuento contigo y con Mlle. Ferraro para que me ayuden a salir del Purgatorio”.

Decenas de valijas llenas de ropas, zapatos, juguetes y materiales escolares han sido transportadas desde Sainte Marie de Neuilly hasta El Carmelo de La Habana, para ser repartidas entre los niños más pobres, gracias a  madres de alumnas. Mil gracias a : Mme.  Lalo Keraly, Mme. Poivre, Mme. Martin, Mme. Cecilia Sarkozy, Mme. de Izaguirre, Mme. de  Perretti, Mme.  Matoussowsky y un largo etcétera. Así como también a mis queridos amigos y colegas: Elisabette Buffet, Claire Anne, Florence de la Porte, Martine Borrell, David Perono, etc.

¿Pueden imaginar a David y tres amigos en bermudas, sandalias, camisetas sin mangas y gorras, cargados de valijas en El Carmelo frente a las religiosas de clausura?  ¡Las monjas reían y ellos no comprendían por qué!

Casi siempre la ayuda ha sido pedida a las alumnas de octavo grado. Muchísimas gracias Viviane por tu ayuda.

Gracias a Maryvonne por ayudarme a aliviar el dolor de mis rodillas en la enfermería en aquellos momentos de crisis que tuve antes de operarme.

Gracias a Michelle y a Geneviève, por el desvío que hacían cada tarde con sus coches para poder llevarme hasta una estación con escaleras mecánicas en Les Champs Elysées.

Gracias querida Anne Dubet, Tatiana (mi querida Tita), Frank, Agnès (mi amiga intemporal), Anne-Laure (mi ángel), por vuestra amistad.

Gracias Emmanuelle por tratar de enseñarme como se come una banana, gracias Marie-Elise por tratar de enseñarme come se come una pera, gracias a  Claire Koegler por quererme educar  a la francesa  y a Marion por querer enseñarme  a hablar en francés sin acento cubano, pero a todas les digo: “Misión Imposible, soy un mal alumno,  un ‘métèque’, un pobre inmigrante del Tercer Mundo”.

Voy a extrañar mucho los buenos momentos pasados en el comedor en la mesa de los profesores de educación física con: Nicole, Sylvie, David y Arnaud, así como también en  la mesa de las maestras de primaria. Estas últimas tienen todas nombres de reinas: Isabel, María Antonieta, María Cristina, Josefina, María Luisa, Ana… sólo Mónica no (pero Santa Mónica es muy importante). Gracias a todas.

Gracias a Daniele por el bello regalo recuerdo de nuestras madres.

Gracias a mi muy querida colega y amiga Georgia Fribourg. Georgia te voy a extrañar mucho.

Gracias a Marie-Pierre, que en la entrada de la escuela, me despide cada tarde con una sonrisa.

Deseo expresar mi gratitud y admiración a la persona que más me ha marcado a lo largo de estos 17 años, a una gran dama: Mme. Geneviève Escande. “Genevieve, je t’aime!”

Para terminar, les deseo a todos una larga vida llena de las cosas esenciales para ser feliz: paz, amor, salud y Libertad.

Recuerden las palabras del gran Víctor Hugo: ¡Libertad! ¡Libertad! Salvemos la Libertad. ¡Ella salva lo demás!

¡Muchas gracias!

Félix José Hernández.

Nota bene: Esta crónica aparece en mi libro «Memorias de Exilio». 370 páginas. Les Éditions du Net, 2019.  ISBN: 978-2-312-06902-9

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