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El trastorno narcisista de cierta oposición

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Hay que estar muy preocupado por fantasías de éxito, poder o vigor intelectual para suponer o exigir que el Papa enturbiara el proceso de deshielo Cuba-USA con declaraciones bien enfiladas contra el régimen de La Habana o con reuniones de disidentes sin calado popular

 
Antonio García-Riestra, EI

El espectáculo de un tal Zaqueo abalanzándose sobre el Papamóvil para proferir breve mensaje guarda estricta correspondencia con la proclividad de los líderes de la disidencia a creerse que son especiales y tienen derecho natural a relacionarse con personas de elevado estatus, así como recibir trato privilegiado.
Ni Juan Pablo II ni Benedicto XVI se reunieron con disidentes, pero estos vinieron manejando hasta el último momento la expectativa irrazonable de hacerlo con Francisco, incluso después de haber arremetido contra su cardenal cubano. Y es que el narcisismo opositor, como todo narcisismo, incluye sacar provecho de los demás para conseguir los objetivos propios. Así se explica que líderes tan mal llevados como José Daniel Ferrer y Berta Soler, quienes habían remitido ya sendas cartas al Papa, coincidan al valorar su paso por la Isla.
“Sus homilías han sido excesivamente suaves para la situación que padece Cuba”, aseveró Ferrer a BBC Mundo; Soler comentó: “Debe ser más fuerte y directo y hablar de las violaciones a los derechos humanos y sobre libertad”, antes de remachar con simplona ingenuidad que debió “decir algo parecido a lo que dijo Juan Pablo II, aquello de que Cuba se abra al mundo con todas sus magníficas posibilidades, y que el mundo se abra a Cuba”, como si ese dicharacho papal hubiera surtido algún efecto práctico.
Ferrer justificó la pirueta rocambolesca de Zaqueo, anterior a la misa en La Habana, con que “al ver los pronunciamientos y el comportamiento del Papa hasta ahora pensamos que había que acercarse a él para llamar la atención sobre los temas de los que no ha hablado, para ser claros sobre que aquí se violan los derechos humanos y no hay libertad”. Así que no bastaba ya que el propio Ferrer hubiera escrito con antelación su “Carta abierta al Papa Francisco”, concebida para los medios, no para que la leyera el Sumo Pontífice, sino que “había que acercarse a él” y no podía ser menos que con puesta en escena mediática.
En consecuencia tampoco podía ser menos que, frente a una oposición tan orientada hacia las apariencias mediáticas antes que a la esencia política, la Seguridad del Estado previniera con arrestos relámpagos la acción de potenciales revoltosos. De este modo el narcisismo disidente pudo darse otro grandioso sentido de importancia con números estimados de activistas detenidos, aunque sin otras consecuencias, así como informes kitsch como ese del Movimiento Cristiano Liberación acerca de que su Coordinador General en Cuba, Dr. Eduardo Cardet, “logró asistir a misa en Holguín, pero fuertemente custodiado por elementos de la policía política”. Es de rigor que tenga custodios quien asegura que todavía hay gente firmando el Proyecto Valera.
Aún más kitsch es el relato de los arrestos sucesivos de Miriam Leiva, quien se describe como “una señora ecuánime, acompañada y protegida por Dios en el camino hacia él”, pero no explica cómo pudo fallar esa compañía y protección al ser invitada a saludar al Papa primero a la entrada de la Nunciatura Apostólica —por su secretario, monseñor Veceslav Tumir, en persona— y luego a la entrada de la Catedral, por “llamada telefónica de una señora” en nombre del propio Tumir, como si la regla más elemental no exigiera credencial tangible para “acercarse a él”.
El trastorno narcisista de Ferrer, Soler y otros opositores se agudiza por la carencia de empatía epistémica. Ni siquiera frente a la Iglesia católica son capaces de forjar metodológicamente algún saber que supere las meras opiniones individuales, sino que, por el contrario, adoptan posturas arrogantes, como se aprecia en la pretenciosa declaración crítica del aún más pretencioso Foro por los Derechos y Libertades, que tachó “la posición de la Iglesia [por] las exageradas y reiteradas muestras de aprobación hacia la dictadura, el silencio por sus desmanes y el rechazo a escuchar las voces disidentes”.
A este respecto el vocero del Vaticano, Federico Lombardi, marcó la diferencia epistémica: “[Estos] problemas se discuten en conversaciones privadas, no con proclamaciones públicas [y] la tradición de la autoridad de la Santa Sede es lidiar con ellos con discreción”. Algo que escapa al seso de quienes fabrican como ejercicios de política antigubernamental una serie de papeles que nadie lee, marchas que no despiertan el interés de los demás, acrobacias en la plaza pública para salir por televisión e incluso críticas al cardenal Jaime Ortega por su conceptualización de quiénes son presos políticos, tras haber intervenido de algún modo en la excarcelación de más de cien, sin que los criticones puedan anotarse una sola por gestión propia.
Hay que estar muy preocupado por fantasías de éxito, poder o vigor intelectual para suponer o exigir que el Papa enturbiara el proceso de deshielo Cuba-USA con declaraciones bien enfiladas contra el régimen de La Habana o con reuniones de disidentes sin calado popular. La Iglesia siempre juega a largo plazo y hace rato abandonó aquella “posición polaca” de 1993 que resumió en la carta pastoral “El amor todo lo espera”. Luego de percatarse de que Cuba no es Polonia, la Iglesia debe haber entendido que los cambios vendrán por proceso de evolución sin certezas antes que por mudanza repentina de régimen.
-IMAGEN: Narciso II / Narcissus II. 2010. 40 cm x 50 cm. All rights reserved. Exhibited on USEUM with the permission of the rights owner: http://walterluduena.blogspot.gr/2010/08/muestra-individual…

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