El nudo marciano de la oposición y el exilio cubanos

José Gabriel Barrenechea.

En Cuba oponerse abiertamente al régimen lo llevará de manera irremediable a la más total inopia: No podrá trabajar en uno de esos mayoritarios empleos oficiales en los que solo se le permitirá poner un pie si es que antes ha accedido a transar con los segurosos; no obtendrá una imprescindible licencia estatal para ejercer el trabajo por cuenta propia, y si la tenía de seguro la perderá tras la inspección sanitaria o el registro que le hará la policía a la caza de recursos mal habidos… en un país en que el único suministrador autorizado, el estado, no suministra de manera mayorista absolutamente nada. Tampoco, por cierto, podrá dedicarse al amplio sector ilegal, porque si es usted un verdadero opositor, no uno de esos muchos de “mentiritas”a los que nunca bajan del avión, la vigilancia constante sobre su persona se lo impedirá; y si, empecinado, se empeña en vivir del business solo logrará darle motivos a los órganos represivos para meterlo preso por un delito no político.

Podrá, sin dudas, mal vivir de las “ayudas” de los emigrados. Mas el caso es que para acceder a ellas deberá abandonar su trabajo político hacía el interior de la Isla, hacia sus conciudadanos atrapados como usted dentro de ella, y dedicarse a lo que le interesa a los donantes exiliados: el público internacional. Lógico y entendible interés de estos, dado que las ayudas de que estos logran agenciarse provienen precisamente de ese público internacional. Sea del personal bolsillo de los individuos que lo integran, o de lo que mediante la presión de su opinión consiguen los emigrados que suelte el estado correspondiente.

Sin embargo, el hecho es que no se puede llevar al mismo tiempo una actividad eficiente hacia el público nacional y a la vez hacia el internacional. En el caso cubano ambos objetivos son mutuamente excluyentes, gracias a la inteligente conformación que supo darse el régimen desde sus inicios.

En primer lugar los cubanos de la Isla somos algo así como marcianos para el resto de los terrícolas, gente que vive en un mundo completamente incomprensible para los mortales que habitan en esos países de dónde se pueden obtener los recursos para ayudar a los opositores. Lo contrario también es el caso: para el isleño sin contactos fluidos con el afuera este es incomprensible, y así los argumentos con que usted convence al noruego, al americano, al español o incluso al cubano-marciano que ya lleva más de cinco meses en La Tierra, no son para nada comprensibles para el que no ha salido de ella, o lo que es lo mismo, la absoluta mayoría.

Por otra parte, privado de la posibilidad de acceder a los medios de comunicación masiva nacionales, al opositor cubano, gracias a la gestión de sus hermanos del exilio, solo le quedará la posibilidad de comunicarse a través de los medios internacionales, por sobre todo de los medios exiliados ya terrícolas.Esto habrá de provocar el que el opositor se mal acostumbre a argumentar en terrícola para esos medios internacionales o exiliados, y esto hará a su vez que a la larga o a la corta sea muy poco, o nada comprensible para sus vecinos-marcianos.

Sin olvidar que el acceso abierto a esos medios, a los cuales en general no tienen acceso sus vecinos, estará determinado por la necesidad del emigrado de que el opositor lo ayude a gestionar las ayudas. Lo cual ocasiona además que cuando el opositor interno actúe, como todo el que lo hace políticamente, o sea, para una audiencia, tenga por sobre todo como objetivo atraer la atención del público internacional; el único que le es plenamente accesible, pero también del que depende en un final su subsistencia al interior de una Isla en que en general hasta el gobierno vive de la ayuda de alguien en el exterior (de la URSS, de Venezuela, de Los Pastores por la Paz…). Su actividad, por lo tanto, irá dirigida a “sonar” en los medios internacionales: No a repartir pasquines en que se explique la naturaleza del régimen, en idioma marciano, sino a desbarrar de él en el incomprensible terrícola.

Pero entonces ocurre un contraproducente efecto adicional: El ciudadano de una Isla en que todos nos acostumbramos a vivir de las ayudas externas durante la Era Soviética, que por lo general está enfocado en lo individual en sacarle los cuatro kilos al pariente emigrado, a como dé lugar, o al yuma ese que se encontró en la calle, “con tremenda cara de mongo”, o cuya aspiración es buscarse una beca en la Universidad de Carajistán del Norte, para dejar esta Isla de Mierda, de inmediato identifica las non sanctas intenciones propias con las del opositor, a quien ve “como uno que anda en lo mismo”.

El opositor se convierte para el ciudadano común, alguien que no llega a tales profundidades en sus análisis, no en uno a quien las circunstancias político-económicas del régimen lo han llevado a conceder con el afuera para lograr sobrevivir y continuar su actividad, sino en un igual: un sobreviviente con los poquísimos escrúpulos morales que en Cuba desde tiempo inmemorial han tenido los tales.Porque nada ayuda más a sobrellevar la indignidad propia de pedigüeño que el poder echar a su vez, sea justa o injustamente, oprobio sobre el prestigio de aquellos quienes pretenden guiar su conducta por altas intenciones y grandes y trascendentes motivos[i].

El que la oposición interna carezca de poder de convocatoria hacia el interior de la Isla no se explica solo en la eficiencia de los medios profilácticos de control y represión directos. Se explica además en que no hablé en un lenguaje entendible para los cubano-marcianos, y en su necesidad de obtener recursos para vivir, lo cual lo lleva a buscar vías de sobrevivencia que para el isleño son identificadas con las propias de su día a día de “inventos y búsquedas”, hacia las que de hecho no se encuentra cómodo moralmente.

En este sentido debo aclarar que no concuerdo con quienes sostienen que para oponerse de verdad al régimen hay que necesariamente emigrar, ya que solo de ese modo podrán obtenerse los medios necesarios para sobrevivir sin tener que someter las agendas políticas propias a las de otros; que nos las imponen con sus “ayudas”, aunque no sea en definitiva su intención imponernos nada: Cuando usted emigra, al poco tiempo ya no piensa como un cubano-marciano, y tampoco sus intereses son los de él. Usted es ya algo diferente, y ni entiende a derechas al isleño, ni por lo tanto es capaz de representar sus intereses reales. Con lo que la relación entre uno y otro no será entre quienes comparten intereses y pensamientos comunes; sino entre quienes los tienen diferentes y solo tratan de explotarse uno al otro en la consecución de esos diferentes pensamientos e intereses.

Pero además, como usted, emigrado, a pesar de todo su “aguaje” de guapetón de barrio habanero no va a venir a tumbar al régimen con las armas en la mano, y como por otra parte este régimen ha aprendido muy bien como jugar con la cadena imperialista, pero no con ese mono albino que ahora habita la Casa Blanca, pues tampoco va a lograr que la US Army venga a sacarle las castañas del fuego.

Y es que no nos engañemos, el régimen con su no dejar ni dónde amarrar a la Chiva, y mucho menos al animalito; con su absoluto control sobre los medios de sobrevivencia al interior de la Isla; con su obligar a que a su interior la vida siga cauces tan incomprensibles para el terrícola; con su imponer el emigrar hacia La Tierra como único modo de en realidad escapar, ha encontrado el modode hacerse eterno al obligar a hacer moverse por caminos no totalmente coincidentes a cualquier oposición, y a sus supuestos representados, los isleños[ii]. Nada puede conseguir unir a estas dos piezas imprescindibles para hacer que la Isla derrote al régimen, que sería eterno, si no fuera porque por sus propias tendencias internas y por sus relaciones internacionales está obligado a cambiar.

Porque no nos engañemos opositores, disidentes y exiliados: Encajonados en el callejón sin salida en que supo meternos el régimen posrevolucionario, no somos nosotros quienes derribaremos al castrismo, sino su evolución natural. Pero para ello, lo primero es eliminar las políticas de bloqueo económico y financiero al régimen, que afectan por sobre todo a la población civil y las hace proclives a seguir el discurso nacionalista oficial; y en segundo promover los intercambios a todos los niveles. Los cuales, a no dudarlo, junto a una clara política en que se deje claro que las conquistas del 59, y del 30, no pueden ser echadas atrás, terminarán por hacer moverse al régimen en una dirección en la que muy seguramente los opositores y exiliados presentes no encontraremos privilegiado acomodo personal, pero que si se asemejará en mucho a lo que decimos desear para Cuba.

En un final lo que importa es la Causa Democrática: ¿O no…?


[i]Aquí sería bueno agregar que hay más de un opositor que no se ve en la posición mencionada por la naturaleza del régimen, sino porque simple y llanamente es él también un sobreviviente. Ellos, y los camiones de agentes infiltrados, componen buena parte de las bases del movimiento opositor, y hasta algún que otro dirigente o líder de opinión.

[ii] Un buen ejemplo de esta falta de sintonía es la enfermiza obstinación del Exilio Histórico en usar el recurso de las reclamaciones para presionar al régimen. Con lo que no logra otra cosa, ante la realidad de que en Cuba (y entre los últimos emigrados) casi todos le debemos algo a las leyes de Reforma Agraria y Urbana, que fortalecer la posición del régimen hacia el interior de la Isla.

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