El Diario, El Gran Hotel, Almagro: la España que olvidamos

Los científicos españoles recorrieron el continente suramericano en un alarde científico de primera magnitud

Por: Juan Eladio Palmis, Los Diarios de la Marina.
Cuba, pionera entonces y ahora en muchas cosas, fue de las primeras tierras cuyas gentes tuvieron el arrojo de montarse en carruajes sobre un camino de hierro que viajaban a velocidades muy malas para ser soportadas por los corazones de las gentes, capaces de doblar los párpados hacia adentro y producir daños irremediables en los ojos. Pero, a pesar, Cuba fue de las pioneras mundiales en disponer de ferrocarril para viajeros intrépidos.
Cuando en 1863 se inicia la demolición de la Muralla de La Habana, moda estúpida ibérica, porque las ciudades pudieron, perfectamente, extenderse cómodamente extra-muros, proceso que según aquella inteligencia urbanística propició la urbanización de las zonas donde la muralla se encontraba, la naciente parte de solares resultante, quedó generalmente reservada a las familias aristocráticas que podían pagar tan costosos espacios que, tanto en aquel lado de la mar, como en este, se pusieron de moda para el figureteo y la tontuna de la distinción.
El “Gran Hotel” de La Habana se construyó en un solar adquirido el 28 de abril 1876 por don Manuel Almagro y su madre doña María de las Nieves de la Vega, viuda de Almagro, dueña de una de las más ricas fortunas matanceras. Y me gustaría que el tal don Manuel Almagro, fuera el mismo Almagro Vera, el mismo don Manuel, nacido en la ciudad de Matanzas en 1.834, que a sus 42 años de vida, una vida dedicada a la ciencia y a la investigación, hubiese optado por los negocios para asegurarse una vejez cómoda; toda vez que si es el mismo Almagro al que hago referencia, acompañó a mi paisano Marcos Jiménez de la Espada, nacido en Cartagena de España en 1831, y junto con otros científicos recorrieron el continente suramericano en un alarde científico de primera magnitud, que si en vez de hacerlo gente de habla española lo hubiesen efectuado gente de habla inglesa, estaría glosado y divulgado a todos los niveles de la popularidad, supuesto que, a patita, recorrieron desde Ecuador hasta el Atlántico, vía la cuenca Amazónica, sin olvidar que de aperitivo cruzaron los Andes de Argentina hacia Chile.
El “Gran Hotel” fue conocido por ser un elegante hotel que tenía cien habitaciones, donde hospedaba un día gratis a los pasajeros que venían en los expresos del “Diario de la Marina: “Viaje rápido y seguro Habana-Santa Clara por los expresos del Diario de la Marina. Salida del Diario de la Marina por Prado, 2 de la madrugada y 8 de la mañana. Salida de Santa Clara, café El Artesano 8 y 9 de la mañana y 6 de la tarde. Queriendo los dueños de la casa que los pasajeros del interior que vengan en dichos expresos puedan conocer el Gran Hotel, han convenido dar un día gratis siempre que sean más de dos días, sin alterar los precios que se indican”. De este modo se anunciaban sus servicios el día 18 de junio de 1931 en el citado periódico.
El “Gran Hotel”, conocido en sus años de esplendor por ser el más limpio y barato de la ciudad, como lo anuncian los diarios y revistas de la época, pone de manifiesto que no solamente Cuba gozaba de una mayor calidad de vida que su tiñosa metrópolis, sino que aquella España está vigente, viva, rezando y con la miseria llenando casas, hasta las elecciones de ayer mismo en Galicia, donde gusta la gente y están feliz a tope como están, y en País Vasco sigue siendo la puerta de acero inoxidable inexpugnable para que la alternancia política moderna, no pase de Francia hacia abajo.
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El citado cubano de Matanzas, don Manuel Almagro Vera, prácticamente en línea con el revolucionario invento del ferrocarril, fue de los primeros científicos a nivel mundial que se interesó por el estudio de la Antropología, y pese a pertenecer a un grupo familiar con posibles económicos que le hubiesen permitido, al estilo ibérico, una vida de vagancia y colchón, estudió medicina en Paris y se interesó por la recién nacida ciencia que tenía y tiene como destino el hombre, y lo complejo de sus orígenes, sus actos y proceder.
Aquella expedición que recorrió el continente suramericano, prácticamente poco divulgada, contó con zoólogo, botánico, antropólogo, taxidermista, dibujante fotógrafo que, durante cuatro años corretearon por todo el corazón de la América del Sur al precioso estilo que caracteriza a las gentes latinas cuando se sueltan en una actividad científica, porque entonces, más que actividad hacen de sus saberes una forma completa de existencia y vida, sometidos, como una especie de maldición, al inmediato olvido de sus paisanajes, que los va a glosar, a lo mejor, el día de su muerte; para acto seguido salvo que sean militarotes o santurrones, ser olvidados en el mejor de los casos, cuando no vilipendiados según uno de los grandes deportes nacionales del temperamento o carácter latino.
Escribir en el Diario de la Marina es algo que particularmente me llena de orgullo por lo mucho que representa de cubanía. Y aunque todavía no sepa con exactitud de dónde me llega tanto amor a la isla, solo se que no hay día de mi existir, que de una manera o de otra no la nombre o evoque, emocionado con el recuerdo de sus hermosos paisajes y lo colorido de sus ciudades y pueblos.
Salud y Felicidad. Juan Eladio Palmis

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