El culo y las hamburguesas

No existe imperio que realmente se preocupe de la gente

No existe imperio que realmente se preocupe de la gente, y no vaya más allá de tener contentos a los grupos que llamamos de presión, y que su presión consiste en ganar cada vez más dinero, para, después, no saber qué hacer con el dinero.
El imperio gringo o yanqui, no podía ser menos. Y aunque en la historia de los que han habido y hay, quizás el citado imperio yanqui, después del vaticano -del que copia todos sus actos ladinos y déspotas – es el que mejor se publicita, a pesar, no ha encontrado respuesta a los que se quejan de la innecesaridad de un culo gordo, como consecuencia de comer hamburguesas y demás comida basura imperial.
Algunos bien informados, dicen que hay científicos genetistas, pagados precisamente por los actuales generadores o causantes de los culos gordos, para que desvíen las fijaciones de grasas en los traseros como consecuencia de la ingestión de comida basura, y quepa la posibilidad de que toda esa energía de crecimiento humano se vaya a las manos y se obtengan jornaleros con manos tan grandes como un muestrario de penes de burricos, con lo cual tales jornaleros, contratados para recoger fruta de hueso en una finca, darían unos resultados laborales tremendos, hasta el extremo que a lo mejor hasta se les podía pagar las hora de trabajo a lo que la ley laboral manda.
Y con algo así no estaríamos adentrándonos en ningún mundo de ficción o futurista, porque si nos llegan a decir hace unos años que al frente del imperio gringo iba a estar un negro, Obama, de presidente en el país, por su tremenda desigualdad social, más racista del planeta, y que todo su esfuerzo está en poder usar los servicios de ese lugar llamado Casa Blanca, donde para evitar que el próximo presidente que entre los haga añicos y tire abajo toda la citada Casa Blanca, Obama y los suyos viven en un decorado montado perfectamente por los expertos creadores de los estudios cinematográficos, no nos hubiéramos creído años de atrás. Pero, la publicidad es la publicidad, y, repitiendo hasta el cansancio, algo queda.
Aunque la tendencia pro gringo no está en aumento, ni mucho menos, pocos años de atrás hubieron unos tiempos donde como toda la información visual llegaba por vía del cine, y el cine en su mayoría era gringo, sociedades enteras como la española, una persona te identificaba cualquier asunto de Texas, por decir uno, antes que algo de su propio país. Ahora, bendita sea la pluralidad, la cultura de la visión se ha ampliado a límites de cultura tan tremendos, que con personajes propios, nativos, se llenan las horas de ocio de la gente en grandes amores que no son de este mundo, y nada sabemos si se podrán dar en otros sistemas solares; pero que arrancan ríos de lágrimas hogareños.
Pero como nada es perfecto,  cada imperio toma siempre su particular impronta, y en los pequeños detalles, por fuera de humillar, asolar, estrujar, asesinar que en eso todos coinciden, resulta curioso que todos los pueblos conquistadores, dominadores, hasta que ha llegado el imperio vaticano y el gringo (tanto monta, monta tanto) por lo general era una costumbre que el pueblo dominante, para demostrar que todo estaba controlado, solía apropiarse hasta de los nombres personales o propios de las gentes que conquistaban.
Así, viendo la crónica podemos observar como los pueblos Godos, le copiaron sus nombres personales y particulares a los pueblos denominado en conjunto los Hunos, los Romanos hicieron lo mismo con los Macedónicos, los Griegos, después, lo hicieron con los Romanos, los Sármatas le copiaron sus nombres de los Germanos; pero, he aquí que en los pueblos sometidos por el poder gringo o el monta tanto, tanto monta, son las gentes sometidas las que voluntariamente adoptan los nombres de los conquistadores.
Si uno pasea por barrios como donde servidor viven, los críos, el relevo generacional, no se llaman Juan ni Pedro ni Antonio, nombres en la tradición española, no, se escucha llamarlos bajo nombres tan extraños como Jenny, Jenifer, y una retahíla tremenda que jamás con anterioridad de siglos existió.
En Cuba, por simpatía a los rusos, no creo que quede un nombre de mujer con reminiscencias tainas o guanahatabyas. Y en el patio trasero gringo, en todo el resto de la América mal herida, los nombres gringos priman sobre los nativos, ajenos a simpatía alguna, y obedientes, por tanto, a una mutación genética en la designación de las personas, por lo que es de esperar que la ciencia supere el bache, y los culos humanos, cojan la dimensión adecuada para lo que se programaron, y los descontroló la imperial comida basura.
Salud y Felicidad. Juan Eladio Palmis

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