-Por Carlos Cólogan
Me llamo Luis Russell y tengo 18 años. Si bien mi apellido no suena a español nací en Santa Cruz de Tenerife en las Islas Canarias. Pese a que mi nacionalidad era española mis abuelos nacieron en Irlanda y por mi sangre aún corría esa herencia. En aquel fatídico año de 1778 los tiranos ingleses hacían con sus colonias norteamericanas lo mismo que hicieron con mis abuelos, que fue desposeerles de sus tierras y arrebatarles todo obligándoles a huir del país. Entonces España y Francia, católicos como nosotros nos acogieron y nos dieron refugio y un futuro del que pudimos disfrutar.
Pese a que mis padres me lo desaconsejaron, viajé a la península en febrero de 1778 para alistarme en el regimiento Hibernia al mando del coronel Eduardo Nugent. La unidad estaba constituida por irlandeses y españoles con esa raíz prestos para partir cuanto antes al combate en América. Cuando llegué a Cádiz no tenía más ropajes que los puestos pero mi familia y unos amigos irlandeses de Tenerife, pagaron allí mi costoso uniforme con la casaca roja y verde valorado en 892 reales de vellón, uniforme que les muestro.
Semanas después, con mi deslumbrante uniforme de cadete nos embarcaron hacia Norteamérica y de inmediato escribí a Tenerife para comunicarlo. En la lejana Luisiana nos esperaba el general Bernardo de Gálvez, cuyo padre era amigo de mis padres y al que de inmediato escribieron comunicándole mi incorporación al regimiento Hibernia destinado a reforzar la presencia de España. Al menos eso les consoló pues sabían que estaría bajo su cuidado personal.
Tres años después de numerosas batallas, y muchas cartas a la isla, nuestro general nos llevó a la que él decía que sería la última y más crucial batalla, la toma de Pensacola.
Todos participamos en aquel día con más ansias que nadie y atacamos durante días recordando a nuestros abuelos. Ese día permanecí siempre tras él, los cañonazos nos rompían los tímpanos y las balas silbaban pero él siempre se quedaba de pie erguido como si nada fuera con él. Aquella mañana de combates saqué mi gastado fusil y me aposté en la trinchera con el arma cargada. Disparé tres o cuatro veces pero de sopetón vi un fogonazo y sentía como caía hacia atrás, Gálvez me vio y rápidamente me sujetó por mi cuello.
Su cara me transmitió placidez y percibía que todo se acababa, sin embargo me sentía bien porque estaba en paz. Había dado mi día por mis antepasados por España y para que los americanos pudieran tener su nación independiente, algo que Irlanda no pudo conseguir.
Hibernia Semper
Nota: en el famoso cuadro de Augusto Ferrer Dalmau se aprecian a dos soldados abatidos del regimiento Hibernia.