En su incultura, en su postura egocéntrica de querer ser los protagonistas sobresalientes, y, a modo clerical, estiman que le están dando de comer al mundo, los EE.UU. “le han dado con la caña” al avispero en las tierras ibericanas, y, las consecuencias finales están por determinarse.
Los que se auto determinan y autodefinen como la sociedad más poderosa de cuantas han habido sobre la tierra, y al final se lo han llegado a creer, es muy probable que pronto se den cuenta que otra sociedad, de su mismo estilo y hechura, la Romana, al final acuñó popularmente una frase que es una verdad de grande como un piano de cola; y que dice aquello de que “Roma no paga traidores”.
Pero el hecho y la frase la acuñó cuando ya estaba de sandalia caída y comido el imperio por sus propios herederos: el clero vaticano, que se arrimaron a todas y cada una de las sombras que tenían poder, sin mirar nada más que eso: que hubiera riqueza y poder.
En las tierras del continente Ibericano (así fue la primera denominación cuando se desestimó el primer nombre dado por España de Las Indias), todavía desconocemos el tipo de secta, y de la índole que va a ser, la heredera de la maraña de injusticias que ha significado para el género humano la existencia del imperio de los EE.UU.; que de Trump para acá se está cayendo y desmoronando a pasos mucho más agigantados de los previstos, y que, como siempre ocurre, no van a ser los “latigueros” ibericanos los que van a mover un dedo para salvarlos, supuesto que, en el fondo, pueden que sean los que estén en el extremo de la caña agitando el Avispero Ibericano.
El genocidio Ibericano fue mucho más criollo que importado; y con esta frase no quiero disculpar el horrible genocidio que llegó allí importado y que sigue llegando ahora de manera diferente a como lo hacía sobre la madera de la cubierta o la bodega de un barco, y ahora lo hace sobre barcos de hierro o aviones, o sobre suelas de zapatillas chinas.
Lo que puede ocurrir, eso lo saben solamente los sabios, es que, es probable, que en la historia de la humanidad en momento alguno haya habido la posibilidad pastoril actual de darle un grito a la manada y que te escuche y te obedezca toda de un golpe. Tal y como está aconteciendo ahora mismo en la sociedad de EE.UU, que, por su ignorancia histórica, les están diciendo que todo lo malo que pasó allí, y pasó mucho, lo llevaron los que bajaron de los barcos, y no los que ya habían nacido en aquella que pronto la consideraron una tierra heredada propiedad de sus abuelicos.
Y no es que uno esté a favor de monumentos y estatuas a padres o madres patrios, que generalmente no pasan de ser gilipolladas sociales de primera magnitud; que no solucionan nada ni cuando están erigidas en sus rincones o centros de las plazas, ni cuando ruedan, caso de ahora, por los suelos, porque o son pedazos de metal, o de piedra, con o sin peluca, y el fondo de la cuestión no son ellos ni, incluso, lo que representan; porque, en la pura realidad nadie es tan necio como para sentirse representado por Colón o por Sarmiento de Gamboa, salvo que sea de pelos de ceja juntos, y pocos posibles detrás de las citadas cejas.
Al pitazo del pastor, todos a una, están haciendo que rueden por los suelos símbolos que a nadie representan, mientras que una vez más, los que deberían de recibir los picotazos de las avispas, están sonriendo en sus despachos, porque mañana se irán a otro sitio, lejos del avispero.
Salud y Felicidad. Juan Eladio Palmis.
AMÉRICA IMPONENTE
América imponente,
el sur y el norte,
por suerte,
bien diferenciados,
porque el torrente
de humanidad
del centro
y del sur,
nunca sabrá de él
el gringo,
el rubio del norte.
Y al Centro
y al Sur
le canto
y quiero,
donde su gente
y mi gente
se proyectan
en el fuero genuino
de una comunión recta
que ningún egoísmo
norteño,
a pesar de lo aparente,
infecta.
América,
de tu caudal inmenso
nace
el pueblo del futuro,
y de entre toda esa
formidable gente
procura
el alimento,
el polen,
el gran árbol
que será,
seguro,
el futuro.
América:
cálido hogar
y tumba de la sangre vieja,
y de la viajera,
que ni la leyenda
negra
ni Otumba,
ni del norte
la fiera
el futuro
de tu gran pueblo
altera.
Y cuando carcomida
la vieja Europa
de las mil mentiras
precise
humanidad
y comida,
si no corrige
a tiempo,
puede comer
las migajas
que tu tires.