Ejecución

Un día como hoy pero de 1871

A última hora

Ejecución

Después de las cuatro de la tarde de ayer se cumplió la sentencia que había dictado el Consejo de Guerra verbal, en la causa formada por los sucesos del Cementerio. Los ocho individuos, cuyos nombres publicamos en otro lugar, fueron pasados por las armas en el campo de la Punta, habiendo formado en el cuadro gran número de voluntarios y reinado el orden más completo.
Este 27 de noviembre se cumplen 142 años del fusilamiento de los ocho estudiantes de medicina de la Universidad de La Habana, por la supuesta profanación de la tumba del periodista español Gonzalo de Castañón. Años más tarde, la inocencia de los jóvenes estudiantes fue demostrada cuando un hijo del propio periodista declaró después que el nicho de su padre no tenía señales de haber sido dañado.
José Martí, el Apóstol de la independencia de Cuba, que se encontraba entonces desterrado en España, al enterarse de la triste noticia hizo un juramento solemne de dedicar su vida entera a la lucha contra el imperio colonial español en Cuba. Años después, en un discurso conmemorativo del 27 de Noviembre en el Liceo Cubano de Tampa, pronunció un discurso famoso que comenzaba con estas palabras: “No graba cincel alguno como la muerte los dolores en el alma, ni ha de olvidar jamás nuestro espíritu oprimido, aquel día terrible, aquella mañana triste cuando el cielo robó ocho hijos a la tierra y todo un pueblo lloró sobre la tumba de ocho mártires”.
Alonso Álvarez de la Campa, José de Marcos Medina, Carlos Augusto de la Torre, Eladio González de Toledo, Pascual Rodríguez y Pérez, Anacleto Bermúdez, Ángel Laborde y Carlos Verdugo fueron ejecutados por el delito de ser cubanos, de ser jóvenes y de ser estudiantes y por lo tanto despreciados por el cuerpo de voluntarios del ejército español, compuesto en su mayoría por analfabetos y enemigos de la población civil criolla. La inmolación de los ocho inocentes fue instigada por esa turba que exigió un segundo juicio porque en el primero no se condenó a los estudiantes con la dureza exigida por los feroces voluntarios. Esa atrocidad jurídica hizo patente que la colonia española en Cuba, al igual que el presente régimen comunista, solamente podía mantenerse en el poder por el terror y la injusticia.
El fusilamiento de los estudiantes convenció a los cubanos que solamente “la guerra justa y necesaria” que preconizó José Martí era el único camino a seguir para lograr la libertad de Cuba de la tiranía colonial. Esa horrenda verdad convenció a muchos cubanos autonomistas de esa época que trataban de lograr un cambio pacífico con la metrópoli española. Aquellos autonomistas de ayer se asemejan a los que hoy ingenuamente piensan que puedan lograr cambios mediante diálogos con el régimen comunista que oprime a nuestro pueblo.
El capitán español Federico Capdevila, defensor de los estudiantes en el juicio militar en que fueron condenados, hizo una presentación brillante tratando de salvar el honor de España de la mácula creada por la desvergonzada acción del Cuerpo de Voluntarios de La Habana, precursores de las despreciables turbas procastristas que hoy atropellan y abusan a los disidentes y las dignas Damas de Blanco. Pero a pesar de esa honesta excepción, la colonia española salió de Cuba deshonrada y manchada por el lodo y la sangre del infame crimen del 27 de noviembre de 1871.
 

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